Trabajos especiales

6 de diciembre: Por una constitución universal para la paz

Un día como hoy, hace 45 años, fue aprobada por referéndum la Constitución española, actualmente vigente. En ese contexto desde una perspectiva cristiana, apoyándome en los últimos papas (Benedicto y Francisco) ofrezco algunos principios de lo que podría ser una constitución de la humanidad

 

Antes de toda Constitución escrita y normativa está el gozo compartido de la vida.. con los derechos  humanos de toda la humanidad

Debemos recuperar el gozo pacificado de vida de los hombres, el orden de la naturaleza compartida, el equilibrio de la economía y, sobre todo, el placer más intenso de la comunión de amor entre personas, todos, para todos, dialogando y aprendiendo uno con otros, en respeto y solidaridad. Es muy difícil hablar de paz sin pacificación cósmica, sin gozo ecológico, sin un tipo de poesía de la naturaleza y, sobre todo, sin un ejercicio intenso de amor entre todos.

Para que ese gozo y equilibrio de la vida poesía resulte posible debe cambiar la actitud de muchos hombres y mujeres que parecen estar en el mundo para dominarlo, para conseguir más bienes de consumo, sin admiración y sin ternura, sin contacto reposado con la vida de la tierra, con los árboles y campos de los que formamos parte y, sobre todo, sin comunión de respeto y colaboración entre todos, sin dominio de unos, sin revancha violenta de otros.

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2. Comunicación de bienes, un camino de vida para todos los hombres y pueblos

Para que pueda darse una constitución mundial,, los bienes del mundo han de ser lo que: regalo de la tierra y producto del trabajo de los hombres, al servicio de la vida de todos. Comunión de bienes implica diálogo real, respetando la vida y derechos (con deberes) de todos los hombres y mujeres que existen, protegiendo a los menos afortunados, para que ellos puedan vivir en comunión con todos, no en guetos separados por muros de muerte, sino en plazas abiertas de comunicación universal. En esa línea, los bienes de la vida (de la tierra) no pueden ser “objeto de producción, dominio y consumo” privado de unos privilegiados y deben convertirse en medio de comunión pacificadora para todos. No pueden ser una cosa, objeto de lucha y dominio de unos y/o de otros, y han de convertirse en palabra de comunicación y trasparencia personal.   A través de ellos y por ellos la realidad del mundo y de la vida se convierte en realidad “sagrada”, porque sagrada es la vida de todos y cada uno de los hombres  que viven de esos bienes.

En este contexto, se puede hablar de una paz “utópica” como punto de partida de la constitución de la humanidad, porque la utopía (el futuro de la paz universal) ha de ser la patria de los hombres y mujeres del mundo (la patria, matria y fratria de la humanidad), por encima unos intereses de partido y/o  de política pequeña como la que  ofrecen hoy un tipo de estados nacionales y un sistema económico al servicio de lo que Mt 6, 24 llama Mammon. En esa línea me gustaría celebrar un día el día de la “constitución humana”, esto es, la construcción de la humanidad pacificada

3. Sin necesidad de un “brazo militar”, humanidad desarmada

 Ciertamente, de hecho, en las circunstancias actuales, parece necesaria la existencia de unos “cuerpos” especializados al servicio de la paz universal, a través de un tipo de represión legal. Pero mucho mas importante que ese cuerpo de represión es el surgimiento de un “cuerpo de educación” en conocimientos y valores, en justicia y amor mutuo, en la línea de lo que Is 2, 2-4 presenta educación para la paz, no para la guerra.

De un modo u otro, un tipo de ejércitos y cuerpos de policía, para mantener el orden establecido, a través de la violencia, establecida por el triunfo de unos sobre otros, y por la expulsión de los “chivos expiatorios”.

Pero una vez que no sea necesario expulsar ni matar a los “de fuera”, una vez que los hombres y mujeres aprendan a convivir sin desear cada uno lo que tiene el otro, sino deseando cada uno el bien de los demás y gozándolo como propio, resultarán innecesarios los ejércitos actuales,  con un tipo de guerras que se sigan “celebrando” sobre el mundo.Del ejército mundial, licenciado por falta de enemigos exteriores, deberíamos pasar a un cuerpo de policía mundial, al servicio de la comunión entre los pueblos. Esos policías han de convertirse en agentes sociales, al servicio de la convivencia universal.

 4. Una humanidad sanadora y sanada

 El tipo de vida actual crea delincuentes y necesita más y más cárceles. Pues bien, para que no surjan delincuentes deben superarse los estímulos que llevan a delinquir: Un tipo de desigualdades económico/legales, , el afán por tener y sobresalir, el tipo de cultura clasista que expulsa o somete a los distintos. Para ello hay que “curar” a los hombres y mujeres, empezando por los padres y educadores, por los sacerdotes y soldados, como han querido hacer los grandes maestros y educadores de los pueblos, en Oriente y Occidente.

La nueva Constitución Humana que ha de proclamarse entonces sólo se puede lograr a través de una fuerte “conversión” (inversión) del conjunto de la sociedad humana, a fin de que la propuesta de formas de convivencia gozosa para todos, puede hacernos superar los riesgos de delincuencia política y económica, sexual y de drogo dependencia. Esa conversión implica una fuerte educación para la humanidad, no en línea de imposición de algunos grupos, sino de formación de una conciencia universal de igualdad en el amor mutuo.

Sólo en ese contexto, invirtiendo de raíz la tendencia que ha llevado surgimiento  de grupos de imposición económico/militar y de chivo expiatorio, se puede hablar de un mundo de libertad, de una constitución de paz para el conjunto de la tierra, sin sacrificio de algunos, , sin esclavitud ni cautiverio, un mundo donde la respuesta final no sea el juez y la cárcel, la vigilancia y la exclusión, sino el don gratuito de la vida que se comparte y expande. Según Mt 25, 31-46, la última de las violencias de este mundo era un tipo de cautiverio que se expresa en la cárcel. Cuando se supere el riesgo y necesidad de la cárcel podrá proclamarse una constitución universal de la humanidad

5. Una Constitución mundial. Papa Benedicto

En esa línea, superando el carácter particular de las “Constituciones particulares” de algunos estados, como España o Alemania, hace unos 25 años, el Papa Benedicto XVI, en sus encíclica sociales Spe salvi  (2007) Caritas in Veritate (2009 ) y quiso poner las bases de una Constitución Mundial de la humanidad, por encima de los Estados y el Mercado, por encima de los ejércitos particulares y las barreras económico-culturales entre los pueblos, no para negar violentamente las diferencias, sino para ponerlas al servició de una humanidad de paz:

Caritas In Veritate e-book, Benedetto XVI, LibreriadelSanto.it, eBook ...

“Ente el imparable aumento de la interdependencia mundial, y también en presencia de una recesión de alcance global, se siente mucho la urgencia de la reforma tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la Arquitectura Económica y Financiera Internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones. Y se siente la urgencia de encontrar formas innovadoras para poner en práctica el principio de la responsabilidad de proteger y dar también una voz eficaz en las decisiones comunes a las naciones más pobres.

Esto aparece necesario precisamente con vistas a un ordenamiento político, jurídico y económico que incremente y oriente la colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos los pueblos. Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad Política Mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, el Beato Juan XXIII.

Esta Autoridad deberá estar regulada por el derecho, atenerse de manera concreta a los principios de subsidiaridad y de solidaridad, estar ordenada a la realización del bien común comprometerse en la realización de un auténtico desarrollo humano integral inspirado en los valores de la caridad en la verdad (Caritas in Veritate 67)

  El Papa Benedicto quería una Autoridad Política Mundial, es decir, una Constitución de la Humanidad, con el “oportuno desame integral” que implica un “rearme en humanidad”, en comunicación económica, en acogida mutua de personas y pueblos, redescubriendo el gozo supremo de la vida que es la relación humana en clave de amor y cultura, de pan compartido, de exploración distinta, en línea de humanidad.

6. De la propuesta de Benedicto a la de Francisco

Esa propuesta del Papa Benedicto no se puede construir desde arriba, a través de unos gobernantes mundiales que correrían el riesgo de ser  una copia de los que ahora existen (al servicio de una economía y política de Violencia). Esa propuesta implica una revolución radical de la vida, en un plano económico y social, personal y comunitario… Una revolución de amor y de “bienaventuranza”, es decir, de felicidad, pues no hay felicidad mayor que el vivir y el convivir, trabajando juntos, de un modo gratuito, al servicio de la auténtica utopía de lo humano. Esa es, en el fondo, a mi juicio, la revolución desde el pueblo, que está proponiendo de hecho el Papa Francisco, como muestra su último discurso en el contexto del COP 28 de Dubai (2.12.23)Esa ha de ser una propuesta desde “abajo”, es decir, desde los pueblos y los colectivos más pobres, desde los excluidos actuales, no desde la naciones poderosas de la ONU, sino desde las humanidades empobrecidas que son capaces de ofrecer lo que tienen, para todos: Su experiencia y camino de humanidad.

Libro El Camino de la paz, Xabier Pikaza Ibarrondo, ISBN 9788493761523 ...

En ese fondo resulta absolutamente necesario el cambio (la conversión y revolución creadora) en el mundo de la vida, es decir, con el surgimiento y testimonio de personas y grupos que opten por la paz desde abajo, es decir, partiendo de los pobres y excluidos de la sociedad actual. Los grandes “pedagogos” de la humanidad (de Sócrates a Jesús, de Confucio a Buda) vinieron a situarse en ese “mundo de la vida” universal, para todos los seres humanos. No quisieron empezar cambiar el Estado y la economía mundial, ni quisieron ganar un tipo de guerra imperialistas, sino que buscaron el bien de las personas concretas, iniciando con ellas (para ellas) un camino distinto de paz mesiánica, en una línea que se sitúa cerca de lo que llamamos “objeción de conciencia” y rechazo de este mundo de oposiciones y opresiones, de lucha mutua y de guerra.

El cambio del Estado y de la Economía mundial ha de venir, pero vendrá después, a través del cambio de los hombres y mujeres, especialmente de los pobres y expulsados sociales, de aquellos que apenas pueden ocupar un lugar en las constituciones reales de este momento, empezando por la de España, que proclama la igualdad de todos, pero permite la expulsión de grandes minorías.

7. Una mutación humana

Sin duda, en el caso de que surja esa Autoridad Mundial que quería Benedicto XVI, a través de unas Naciones Unidas verdaderamente eficaces, los estados particulares podrían desarmarse sin problemas, como se desarmaron los ejércitos de los nobles y las mesnadas de las ciudades cuando llegaron los Estados Nacionales, entre los siglo XVI y XIX. Con el surgimiento de ese Super-Estado Mundial desaparecerían los ejércitos nacionales (convertidos en meras policías regionales), pero no habría llegado el verdadero desarme, sino que (si no tenemos mucho cuidado en cambiar las formas de vida) podría surgir un tipo de imposición y dictadura político-militar más alta (como pudo haber sucedido en el Imperio Romano, cuando la el Ejército/Policía pretoriana tomó de hecho el poder).

Por eso,, sin un cambio radical de personas y grupos menores (sin una verdadera revolución, del pueblo, de los pueblos reales y concreto, como quiere el Papa Francisco), el fortalecimiento de un Estado/Economía mundial podría convertirse en la mayor de todas las dictaduras, como la Biblia ha puesto de relieve al hablar de unos imperios mundiales en los que se unifica todo el poder económico/militar pero que, en vez de convertirse en “aliados de Dios” (como quiere Benedicto XVI) se convierten en antidivinos (las bestias de Dan 7 y de Ap 13-14), algo que supo contar a su modo el mismo G. Orwell en 1984 (publicado el año 1949).

Ciertamente, reconozco el valor de la propuesta admirable del Papa Benedicto XVI, con su esfuerzo por regular el poder/economía, poniéndolo al servicio del despliegue de la humanidad. Pero en este momento de la historia hay que tener mucho cuidado. Tengo miedo de los “poderes únicos” (o de los falsos poderes duales, como quería Orwell), vinculados al único ejército/mercado, pues en esa línea quisieran avanzar, de manera fatídica, el imperio nazi y el comunismo soviético, y avanza ahora, de un modo que parece imparable el sistema neocapitalista de “partico único” (dirigido por la. Mammona) que dirige actualmente el mundo.

8. Por la nueva Constitución de la humanidad

Desde ese fondo, dentro de la lógica cristiana, que está presente en el judaísmo del libro de Daniel y en el judeo-cristianismo del Apocalipsis, quiero poner de relieve la exigencia de una insumisión y revolución creadora, al servicio de unas formas reales (personales) de comunicación y de libertad entre todos los hombres. En esa línea, sin rechazar la dinámica que lleva a la creación de un gran Estado/Economía Mundial, con el desarme de los ejércitos menores (en una perspectiva que podría compararse a la del Imperio Romano en el Apocalipsis), quiso poner de relieve la necesidad de un tipo de “revolución” y/o transformación de la humanidad,  en línea de educación universal para la paz, con transformación de la lanzas en podadera de nueva agricultura, como quiso ya Isaías en el siglo VIII a.C.  Spes).

No quiero entrar ahora en la dinámica del Papa Francisco. Me sigo fijando (con una parte considerable de la jerarquía católica) en la línea del proyecto de Benedicto XVI, que parece seguir optando por una relativa “cristianización del Imperio Romano”, en forma de “mejora” del Sistema más que por una conversión radical, en línea de la “gran desobediencia” de Jesús (cf. Mc 1, 14-15) y del Apocalipsis, (cf. 13, 9-10), no para destruir con armas al imperio, sino para construir sin armas un tipo de humanidad y economía alternativa.  En un sentido, en plano de poder, desde arriba, lo dice Benedicto XVI sigue siendo  muy valioso y necesario, partiendo de la ONU y de la UNESCO, con los congresos especiales al servicio de la vida (como el Cop 28) . Pero somos muchos los que pensamos que, en la actualidad, desde el movimiento de Jesús (y de otros, como Buda) puede y debe ponerse en marcha una constitución mundial al servicio de todos los hombres y pueblos de la tierra, en la línea de los grandes documentos que se han ido promulgando en los dos últimos siglos al servicio de los derechos humanos.

 Xabier Pikaza/RD

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