Iglesia Venezolana

Card Porras en La Chinita: «El tiempo del adviento y navidad tiene como preludio la fiesta de la Chinita. Gritamos y sembramos esperanzas»

"La esperanza sirve para aprender a sonreír en medio de tantas tristezas"

HOMILÍA EN LA SOLEMNIDAD DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE CHIQUINQUIRÁ, SANTUARIO MARIANO DEL ZULIA A CARGO DEL CARDENAL BALTAZAR PORRAS CARDOZO, ARZOBISPO DE CARACAS. Maracaibo, 18 de noviembre de 2023.

Queridos hermanos:

Tener el privilegio de estar en este día aquí y presidir la solemne eucaristía de La Chinita es una gracia que agradezco en el alma, pues la fe de los zulianos trasciende fronteras. Hoy en Madrid el Cardenal Carlos Osoro y en Nápoles el Arzobispo Battaglia están presidiendo eta festividad, amén de muchas otras comunidades de venezolanos regados por el mundo cuyo elenco sería interminable de citar.

Un Dios se lo pague al arzobispo marabino, Mons. José Luis Azuaje, al clero y fieles y a muchos amigos de esta tierra con quienes comparto amistad y fe. Se hace realidad lo que canta la gaita “Cuando voy a Maracaibo y empiezo a pasar el puente, siento una emoción tan grande que se me nubla la mente”.

Esta efemérides tiene lugar en los 314 años de la renovación milagrosa de la tablita que apareció en las orillas del lago y fue custodiada en manos de una anciana mujer, lavandera de oficio, lo que le da un valor añadido de gran importancia para nosotros hoy: la fe se nos trasmite en la vida cotidiana por la gente sencilla, que la convierte así en evangelizadora de primer orden. Casi todas las devociones marianas latinoamericanas, desde el indio Juan Diego hasta el cacique Coromoto, fueron portadores creíbles y confiables de la fe que hoy profesamos con gran esplendor. Es la enseñanza del Papa Francisco que nos recuerda que hay que poner en el centro a la periferia. En la acera de al lado, de quien menos lo esperamos, surge la fe que mueve montañas. Es el aprendizaje permanente del caminar juntos, de la responsabilidad compartida, de la comunión y sinodalidad que estamos llamados a fomentar más. Es el llamado a la esperanza que nos trasmite Isaías en la primera lectura de hoy: “No temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios: te fortalezco, te auxilio, te sostengo con mi diestra justiciera” (IS. 41,10).

Conmemoramos hoy, también, 81 años de la coronación canónica de la veneranda imagen. No es un simple recuerdo, es, más bien, una lección edificante para nosotros hoy. Se vivían entonces tiempos de conflictos, en plena segunda Guerra Mundial, -18 de noviembre de 1942-, fue momento propicio para elevar una plegaria para no involucrarse en la guerra y para que el espíritu guerrero no calara en los ánimos de la gente. En estos momentos vivimos tiempos de guerras, casi mundial como ha señalado el Santo Padre, de la que no podemos decir que estamos exentos, en los que toda actitud belicista lo que origina son fisuras y odios que no ayudan al progreso y a la paz. La Virgen de Chiquinquirá, la de aquí y la de Colombia, invitan a la paz y la convivencia fraterna, pues, coincidencialmente, la de la hermana república fue coronada por el obispo de Mérida de Maracaibo, Rafael Lasso de la Vega hace 207 años.

Se clausura también hoy, los 125 años de la creación de la diócesis del Zulia, la sexta del país, dándole empuje al occidente del país tanto en lo religioso como en lo civil, porque las culturas latinoamericanas tienen un alto componente de la experiencia religiosa. Nuestra cosmovisión tiene un sentido mítico o sacro del mundo y del destino personal. No somos amantes ni cultores de la guerra y la violencia y por ello la orientación de la vida de nuestro pueblo busca primero compartir sentimientos que orienten la vida de todo el colectivo, sin caer en la diatriba del odio o la violencia. Como San Pablo a los Efesios bendecimos a Dios que nos ha bendecido en Él con toda clase de bienes espirituales y celestiales (Ef. 1,3). Preferimos cantar las misericordias del Señor (salmo 88) y proclamar “Gloria A ti, Casta Señora, De mi pueblo bravo y fuerte, Que en la vida y en la muerte, Ama y lucha, canta y ora”.

El pasaje de San Lucas de la visita de María a su prima Isabel, es la mejor expresión de una de las virtudes sobresalientes en la madre de Dios y madre nuestra. Estar en actitud de salida, atenta a la necesidad de su prima antes que atender a su cuido personal por la gravidez que portaba en su vientre. Venimos como peregrinos, presurosos a beber en el pozo de la honda virtud de la ternura y la atención desinteresada al prójimo. Ante el reclamo de por qué visitar o atender al hermano, la gracia de lo alto nos lleva a exclamar también: “mi alma proclama la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador” (Lc. 1).

Con el genio zuliano lo reza y lo canta en ritmo de gaita: “Ay mi chinita Vos sois mi ternura, Mi reina del alma; Tu rostro es dulzura Que me da la calma Mi luz infinita; ay, ven ,Como te quiero; ay, dios, Amorcito de mi vida; Yo te quiero, yo te amo; Tu sonrisa es el regalo Que llena de luz Mi corazón”.

El tiempo del adviento y navidad tiene como preludio la fiesta de la Chinita. Gritamos y sembramos esperanzas. Un cielo nuevo y una tierra nueva, que el cielo y la tierra se toquen. Por eso rezamos, Ven señor Jesús en compañía de María y José, haznos amar a verdadera unión familiar que ellos tres vivieron y nos dejaron su ejemplo para que lo sigamos; ven a decirnos palabras vivas, ven a curar nuestras heridas, ven como niño, como amigo, como pobre, como paz, como salvador, porque necesitamos cercanía, superar odios y violencias, porque solo un Dios hecho hombre puede salvarnos. Es tiempo de soñar con la belleza, la justicia, la paz y el amor. El pesebre es la corona que recoge esos sueños. Es la verdadera navidad del pueblo que evangeliza y nos evangeliza. Desde pequeños la celebración de las fiestas navidades nos enseñó a ver a Dios en la fragilidad del niño Jesús que nace en Belén en la soledad de una gruta en la que faltaba de todo menos el cariño y el cuidado de sus padres. Esta navidad cristiana nos invita a acercarnos con ternura a una Venezuela herida y en grave fragilidad, pues la realidad alarma, lo vemos en la indigencia económica, social, política y ética que invita a una movilización espiritual para que renazca la esperanza transformadora que rompa barreras para unir fuerzas constructivas sin exclusiones. De nuevo Isaías nos llama: “no temas gusanito de Jacob, descendiente de Israel que soy yo, dice el Señor, yo el que te ayuda; tu redentor, el Dios de Israel” (Is. 41, 14).

La esperanza sirve para aprender a sonreír en medio de tantas tristezas. Sirve para aprender a soñar en medio de tantas limitaciones. Sirve para aprender a luchar ante las dificultades. Sirve para aprender a rezar conscientes de nuestra debilidad. Sirve para aprender a vivir, no solo para subsistir sino para dar vida en plenitud y anchura de miras.

Continuemos esta hermosa eucaristía con la confianza puesta en lo alto pero con los pies en la tierra para dar razón de nuestra fe. Pidamos con ardor a la “Autóctona Virgen De rostro bronceado, Mi lago encantado Te exorna los pies, Con rizos y ondas De armónico halago Y reina del lago Te digan doquier. Gloria A ti, Casta Señora, De mi pueblo bravo y fuerte, Que en la vida y en la muerte, Ama y lucha, canta y ora”. Amén

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