Opinión

El país reclama elecciones libres y gobierno de transición

¡No más usurpación!

Egildo Luján Nava:

Luce elemental, pero no lo es: sólo vivir -y seguirlo haciendo- hace posible que el ser humano tenga la opción de aprender de sus errores, aceptarlos y/o arrepentirse.

Es, por supuesto, la fácil clave de todo. También la causa de mayor peso para no desestimar, entonces, que el tiempo, y nada más que él, hace posible saber en qué consiste el hecho de la consecuencia, qué traduce realmente saber cómo hay que administrar el existencial control de daños, y qué debe hacerse cuando, para llegar hasta allí, se admite que el factor tiempo no es una extensión del capricho humano, ni tampoco un recurso con el que se pueden proponer y tranzar apuestas.

El tiempo, entonces,  no se detiene para quien vive y considera que él, y nadie más que él, estima que tiene a su favor la ventaja de sacarle provecho, convertirlo en un recurso de dominio; inclusive, para creer que él sí puede disponer de una visión absoluta para calificar y descalificar a su antojo, sin percatarse de que estar puede ser hoy o no ser. 0 si acaso ser, simplemente,  dueño de ambiciones y de pretensiones sobrecargadas de egolatrías momentáneas y enfermizas.

Entender dicha realidad, desde luego, es lo que hoy hace posible admitir que el bodrio político, económico y social venezolano se ha complicado tanto en su composición y entramado que, sin duda alguna, se necesitan heterogéneos recursos reflexivos para desmadejar y tipificar las causas, al igual, insistimos, que las consecuencias y las soluciones. De hecho, sólo se podría lograr a partir de la separación del concepto único de las «soluciones políticas» en medio de un escenario de violencia, corrupción y del daño moral causado, asimilado y asumido por la sociedad civil  venezolana. Es decir, de la fuerza  que, como consecuencia de su deducción del hecho,  ha perdido toda credibilidad en los integrantes del sector político, llámense los del régimen o los de la oposición.

Es una realidad que, lamentablemente, ha pasado a convertirse en el concepto arraigado y en la psiquis del individuo político venezolano, como los del pueblo latinoamericano en general, hasta concluir en que los funcionarios de los diferentes gobiernos, indistintamente cuáles sean  los apreciados en sus respectivos rangos y cargos, no se consideran administradores o funcionarios. No. Simplemente, se sienten dueños de una parcela jurisdiccional que hace posible la influencia, mientras conciben a la sociedad civil como un dócil rebaño, en el que participan obedientes individuos al servicio de quien les manda, y que, con poca cosa, además, les hace entender lo que conviene y se necesita que lo haga así.

Con base en esta relación, y a partir de la fundamentación de la misma, es por lo que se aprecia, y con inevitable disgusto, que, entre cambio de  ministros y la incorporación de semigenios formadores de «la salvación del país», se mantenga el tema educación en los planos inferiores de prioridades. Resulta más útil y funcional el cultivo del concepto de que una sociedad inculta, es más dócil y fácil de engañar con pan y circo, el regalo de baratijas y de bonos basados en dinero hiperinflacionario, a la vez que se aplica una dosis de hambre y miseria, para inculcar dependencia.

Desde luego, cubierto ese componente mayoritario de la sociedad venezolana, también se repite lo que ha sido -y siempre es-  la verdad inocultable entre los componentes de cualquier análisis relacionado. Y es que la clase media y alta de cada país, con mayores niveles educativos, preparación académica y recursos económicos, es la más combatida desde las distintas trincheras gubernamentales. O, en su defecto, inducidas para que se incorporen al terreno de la corrupción, bien por los activistas de los regímenes dominantes,  o también para que emigren.

Superar tales consideraciones para concluir en la realidad venezolana, obliga a tratarlo como algo atípico; también como una expresión contagiosa y digna de estudio académico, sobre todo para que no se repita en ninguna otra parte del mundo. Es cierto, se manifiesta como una expresión más del  formato latinoamericano; inclusive, en pleno Siglo XXI se está en presencia y manifestaciones propias de un régimen dictatorial, que, sin embargo, es capaz -y sin tener condiciones para ello- de codearse en su relación con otros especímenes de la política global, sin prestarle mayor atención ni reparo a la importancia de las normas sancionatorias,cuando se actúa como forajido en el mando.

¿Y por qué se ha llegado hasta allí?. ¿Cómo ha sucedido?.   La causa dominante  sería la de que se le ha enfrentado durante 22 años, en términos y planos  políticos democráticos, creyendo en procesos electorales totalmente viciados . Lo curioso, sin embargo, es que, a pesar de todo eso, en noviembre del 2020 se realizó una » CONSULTA VINCULANTE CONSTITUCIONAL», que fue respondida por casi 7 millones de ciudadanos positivamente. Pero, además,  con el mandato de un obligatorio cumplimiento de «Cese a la Usurpación, Nombramiento de un Gobierno Interino y Convocatoria a Unas Elecciones Libres Debidamente Supervisadas por Organismos Internacionales». Adicionalmente, con la intención de señalar el camino a seguir para REFUNDAR Y PACIFICAR al país.

Sin embargo, cubierto el hecho, lamentable y erradamente, los líderes de la oposición partidistas denominados 4-G, luego de la consulta y haber obtenido un mandato del Soberano hace apenas meses, ignoraron deliberadamente dicho proceso.  Además, se dejaron encantar con un llamado formulado por el régimen por enésima vez. Se sumaron a una mesa de acuerdos, esta vez en Ciudad de México, para concluir en lo que ya se sabe que acontecerá:  no habrá acuerdos,  pero sí una pérdida de tiempo.

Irónicamente, se está asistiendo y participando en un país donde el Foro de Sao Paulo está haciendo de las suyas, a la vez que se sabe que de neutral no tiene nada. ¿Por qué?. Porque es reconocido que, sólo cuando se actúa de esa manera, es normal que, de repente, el régimen venezolano imponga condiciones bajo amenaza de retirarse, si es que no se llegara aceptarlas. Adicionalmente, el mismo régimen convoca a unas elecciones regionales inconstitucionales e ilegítimas, a las cuales se prestan a concurrir como abejas a la miel, tanto los partidos del régimen como los de la «oposición» sumisos al régimen (Alacranes) y algunos de los del llamado grupo 4-G.

Todo eso, al final, se traduce en otro acto de complacencia al régimen, como a la ambición de algunos de ponerse en algún cargo público, para figurar y lograr beneficios personales -o de sus respectivos grupos- prolongando el hambre, la miseria y el empobrecimiento general de la población hasta el 2024.

Ciertos comportamientos grupales o de partidos políticos, como de  sus líderes y consecuencia de dichas contradictorias conductas, al final,  han caído en un desprestigio y falta de credibilidad por parte del pueblo que hoy, en un 90%, rechaza al régimen, mientras clama por su salida.

El Soberano, ansioso y sabio, le exige a la Sociedad Civil organizada a dar un paso adelante, y que, además, de sus tantas agrupaciones sectoriales y gremios en todo el país, surjan nuevas caras con experiencia y capacidad, para cumplir con el mandato del Soberano, para refundar al país. De lo que se trata, es de que, a partir de dicha propuesta, y mientras tanto, los partidos políticos retomen su rumbo y única función de proteger y lograr calidad de vida de los ciudadanos, sin anteponer intereses personales o partidistas a los que demanda la nación.

Egildo Luján Nava

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