Opinión

Educación y armonía

Aunque casi siempre las condiciones del educador son adversas, hay que insistir porque, en la medida en que esculpe, es esculpido

 

Valmore Muñoz Arteaga*:

 

Dios nos ha brindado desde el principio de los tiempos “un corazón inteligente” (Eclo 17,5) lleno de ciencia e inteligencia, dándonos a conocer el bien y el mal (Eclo 17,6). Hizo al hombre a su propia imagen (Gen 1,26 – Eclo 17,3). Eso que hay en el corazón y que nos hace inteligentes es lo que debe salir para iniciar la dinámica social. Al ser el hombre imagen de Dios significa, entre otras cosas, que compartimos con Dios su esencia de “bondad plena” (Timeo de Platón) y su potencia creadora; es decir, el hombre, al ser creado por Dios, es «creado creador». A través de su corazón y sus manos descansa la responsabilidad de continuar la Creación empezada al comienzo de los tiempos.

En el Timeo, Platón desarrolla su mito de la formación del mundo. El mundo surge de la bondad de Dios. Él era el bien pleno y lo que es bueno no tiene envidia de nada. Totalmente libre de tal pasión, quiso que todo se le pareciera en cuanto fuera posible. Sería lo más recto y oportuno prestar asentimiento a esta opinión que nos legaron hombres sobre el origen del devenir y de todo este conjunto mundano. Pero el detalle del demiurgo platónico, no estriba únicamente en que todo se le pareciera, sino que, además, prevaleciera el orden, puesto que “este estado era mejor que aquel primero [Caos] en que se encontraba”. Ese orden es la armonía.

Esa armonía forma parte de la interioridad de cada ser humano, pero requiere de una mano que le oriente hacia el sentido y la sustancia que se manifiestan más allá de en la memoria, en la conducta (Montaigne). Esta armonía que alimenta el orden, abre los ojos a la belleza, hace “arder el corazón” (Lc 24,32). Armonía también revelada en el mito de Orfeo, que domeña a la naturaleza animada e inanimada con el poder de sus sones.

El término creación pertenece al campo de la Teología, no al filosófico, ni al científico. Desde la perspectiva judeocristiana, a la cual me suscribo plenamente, Dios creó todo. Esto indica que la creación no se produjo de manera arbitraria o azarosa, sino producto de un sujeto, de una libertad, es decir, es producto de una intención y una voluntad. Un sujeto, una libertad, una intención, una voluntad: un amor y el amor es orden, armonía, por lo tanto, belleza. De hecho, si nos remitimos a la mitología griega, vemos cómo armonía o, más bien, Harmonía, es presentada como hija de Afrodita (diosa de la belleza y del amor) y Ares (dios de la guerra), al menos en la tradición tebana. Por ello es identificada como el equilibrio o la concordia.

En tal sentido, podríamos afirmar que la belleza es un conjunto de muchas cosas que deben estar en armonía para que pueda ser sentida en su máximo esplendor, es esa conexión interior que se ve de forma tangible en el exterior. Esa armonía que podemos sentir hasta los huesos cuando comprendemos que es el resultado del amor de todas las cosas. Amor de quien ama con olvido de sí mismo penetrando en el significado del mundo. Amor que define la ciencia mística y permite ser iluminado por una luz interior. La belleza, señala Valle Inclán, es una misteriosa intuición de la unidad y sus caminos, inevitablemente, conducen a Dios.

Recuerdo en este momento una historia que cuenta Antonio Pérez Esclarín en uno de sus libros, en la cual el maestro es presentando como un escultor que trabaja sobre una piedra y cómo, poco a poco, con paciencia y amor, va dándole forma a esa piedra para transformarla en una obra artística, hermosa y maravillosa. Dentro de los estudiantes hay una obra de arte que ansía salir para embellecer al mundo. El maestro esculpe, pero, al mismo tiempo, es esculpido, pues en él también arde esa belleza que ansía salir. En cada ser humano arde un fuego que transforma al alma, es una chispa. Una chispa que armoniza y le permite, según Santo Tomás de Aquino, compartir “algo de lo que es propio de la naturaleza de los ángeles” y que define como synderesis o parte superior del alma humana.

Ese algo es lo que debe salir al exterior. Ese algo que es producto de la armonía interior que debemos descubrir, es camino expedito para poder edificar la civilización tan acariciada por Dios y su Iglesia. La Educación es camino certero para tal fin. Y aunque casi siempre las condiciones del educador son adversas, hay que insistir porque, en la medida en que esculpe, es esculpido.-

Paz y Bien

 

*Profesor y escritor

Maracaibo – Venezuela

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