Viaje al centro de la arrechera antipolítica
Controle su ego y sepa entender y diferenciar las a veces tenues conexiones entre verdad, hechos y opinión: Estos pseudo-analistas arrechos tienen normalmente egos a prueba de hechos
Marcos Villasmil:
Que Facebook -y otras redes sociales- están en el centro del debate mundial por sus excesos y defectos, que son abundantes, nadie lo puede dudar; máxime cuando vemos las más recientes denuncias, según las cuales un cambio de algoritmo en la red del señor Zuckerberg ha desatado un incremento de odio y de violencia, lo cual está favoreciendo a los movimientos populistas más extremos en todo el planeta.
Afecta asimismo la conducta “en red” de personas que consideraríamos normalmente sensatas, prudentes, juiciosas y discretas. Una verdadera transformación a la “Jekyll y Hyde” según la célebre historia de Robert Louis Stevenson, muchas veces llevada al cine, sobre un respetable doctor que se transformaba en un monstruo.
Está ocurriendo recientemente un fenómeno similar en medios como Twitter, entre personajes criollos -políticos o no- enloquecidos aparentemente por los efluvios ponzoñosos de una campaña electoral absolutamente sui generis.
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Me causó una gran sorpresa el intercambio tuitérico -que culminó en un bloqueo mutuo- entre dos señoras muy conocidas de la vida nacional, cultural y social. A esa batalla campal llegué por casualidad (las sigo a ambas, en especial cuando sus aguas comunicativas son más calmas), y sencillamente no lo podía creer. Cada una, para insultar a la otra, recurrió a afirmaciones falsas, arteras, malintencionadas. Al parecer no se daban cuenta que, al intentar insultar a la otra, se degradaban a sí mismas.
Me perdonará el lector que no dé los nombres de las autoras del desaguisado, porque no se trata de hacer una crítica a una persona en particular, sino a lo que ella personificaba en una ocasión en que la rabia superó todos los límites de sensatez y ponderación. Y porque lo destacable es que le está pasando a muchos.
Entremos ahora en eso que algunas almas cándidas todavía se atreven a llamar campaña electoral (en realidad lo que estamos viviendo los venezolanos, con creciente desdén, es un auténtico “bochinche”, que diría Miranda). Oigo por radio a un prominente candidato a gobernador de un estado importante -donde resido- que, quizá por su frustración al ser un candidato experto en derrotas (las suyas, sobre todo), y previendo que ahora que la división es la nota predominante en las fuerzas “unitarias” opositoras, centra su análisis radial en atacar a otro candidato opositor al mismo cargo. Casi no guarda tiempo para hacer una crítica a la dictadura, o a su rival chavista/madurista. Nada que ver. Lo único que importa es que el verdadero, el único candidato opositor es él.
Decir que el hombre ha perdido toda sindéresis es poco. Al igual que en el caso inicial de las dos señoras (todos ellos sufriendo claramente de algún tipo de estrés), convendría que pensase en usar ansiolíticos o antidepresivos, siempre bajo consulta y recomendación médica. Si no, corre el grave riesgo de perder aún más su equilibrio psicológico desde lo más básico, que es la adaptación a la vida diaria.
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Como prefiero conversar en arenas movedizas más conocidas como las de la política y la necesaria búsqueda de empatía y respeto cuando se es una persona con notoria presencia pública, comparto aquí algunas de las posibles reglas que podrían seguirse para no caer en similares actitudes rabiosamente anti-políticas:
-Hay que evitar los llamados ataques ad hominem: siempre será más efectivo atacar el mensaje antes que al mensajero.
-De no hacerlo, usted corre el peligro de darle el chance a su contrincante de desviar el asunto a discutir: ya no se trata de sus errores, sino de su honor, de que usted lo insultó, bla, bla, bla.
-No produzca generalizaciones que no sean empíricamente ciertas: por ejemplo, no se puede meter en el mismo barril, al calor de la arrechera, y sin vaselina alguna, a toda la clase política venezolana desde 1958 hasta hoy, bajo la concluyente información -citando un ejemplo- de que “todos los políticos venezolanos son “de izquierda”. Conviene aclarar que si bien buena parte de la clase política criolla ha exhibido por desgracia demasiados bríos estatistas –no hay que olvidar que hemos sido un petroestado, con un estatismo ritualizado- aunque todo socialista es estatista, no todo estatista es socialista. Piense, amigo lector, en aquellos sectores de la muy emprendedora clase empresarial criolla que han sobrevivido por décadas gracias a la teta estatal; algunos de nuestros grandes banqueros, por ejemplo.
-No solo regurgite críticas, también brinde alternativas, soluciones: no puede ofrecer pura negatividad sin oferta alternativa.
-Evite caer en la tentación de la victimología: alborotan el cotarro, como se dice en la madre patria, con sus ataques alocados y desbocados, y luego se ofenden si la fanaticada, ante sus exabruptos, los quiere bañar con cerveza como si estuvieran en un muy apasionado juego entre Caracas y Magallanes.
-No establezca raseros éticos extremistas: un opositor que no le haga caso al 100% de sus propuestas no es necesariamente un “infiltrado” o un “traidor”.
-No caiga en poses farisaicas: el rasgarse las vestiduras verbales, como si solo usted pudiera definir qué significa estar indignado y tuviera el monopolio de cómo actuar en consecuencia, tiene históricamente mala prensa. Recuerde lo que le pasó a Savonarola. Y eso que los florentinos eran una sociedad muy culta.
-Controle su ego y sepa entender y diferenciar las a veces tenues conexiones entre verdad, hechos y opinión: Estos pseudo-analistas arrechos tienen normalmente egos a prueba de hechos.
Quien se cree dueño de la verdad no tiene disposición a aceptar discutir sobre ella.
Estos señores –y señoras- olvidan (aquí seguimos a Hannah Arendt) que no hay opinión honesta que no se construya a partir de lo ocurrido, de los hechos, porque las opiniones parten de los hechos, no al revés. Nunca una opinión podrá ser confundida con la verdad. Es tan solo eso, una opinión, por muy arrecho que se ponga uno.-
El Venezolano/América 2.1