Lecturas recomendadas

¿Nos vamos a morir?

 La muerte es cierta: ocurrirá, pero es incierta: no sabemos ni cómo, ni donde, ni cuándo.

Rafael María de Balbín:

 

El ser humano tiene un profundo deseo de pervivir, de vivir en plenitud, de vivir para siempre. Y se encuentra de frente con el obstáculo de la muerte. Se aparta el alma del cuerpo y éste se corrompe miserablemente. La liturgia del miércoles de ceniza nos lo recuerda: <<Recuerda, hombre, que eres polvo y al polvo volverás>>.

La muerte es cierta: ocurrirá, pero es incierta: no sabemos ni cómo, ni donde, ni cuándo.

Ante todas las incertidumbres aparece la afirmación del Credo: «Creo en la resurrección de la carne». ¿Qué significa esto? “El término «carne» designa al hombre en su condición de debilidad y mortalidad. «La carne es soporte de la salvación» (Tertuliano). En efecto, creemos en Dios que es el Creador de la carne; creemos en el Verbo hecho carne para rescatar la carne; creemos en la resurrección de la carne, perfección de la Creación y de la redención de la carne” (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, n. 202).

La resurrección de la carne implica que hasta lo más débil de nosotros ha de pervivir “La expresión «resurrección de la carne» significa que el estado definitivo del hombre no será solamente el alma espiritual separada del cuerpo, sino que también nuestros cuerpos mortales un día volverán a tener vida” (Idem, n. 203).

Algo tan portentoso sólo Dios puede hacerlo. “Así como Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos y vive para siempre, así también Él resucitará a todos en el último día, con un cuerpo incorruptible: «los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación» (Jn 5, 29)”  (Idem, n. 204).

Evitar el envejecimiento y la muerte está más allá de las fuerzas humanas, pero nos conforta la esperanza de la resurrección. “Con la muerte, que es separación del alma y del cuerpo, éste cae en la corrupción, mientras el alma, que es inmortal, va al encuentro del juicio de Dios y espera volverse a unir al cuerpo, cuando éste resurja transformado en la segunda venida del Señor. Comprender cómo tendrá lugar la resurrección sobrepasa la posibilidad de nuestra imaginación y entendimiento” (Idem, n. 205).

No es una fábula de la imaginación, una reencarnación, sino la realidad contenida en una promesa. ”Morir en Cristo Jesús significa morir en gracia de Dios, sin pecado mortal. Así el creyente en Cristo, siguiendo su ejemplo, puede transformar la propia muerte en un acto de obediencia y de amor al Padre. «Es cierta esta afirmación: si hemos muerto con Él, también viviremos con Él» (2 Tm 2, 11)” (Idem, n. 206).-

(rbalbin19@gmail.com)

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