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Encuentros 29

 

Nelson Martínez Rust:

¡Bienvenidos!

Habiendo examinado las dos primeras interrogantes sobre la teología litúrgica: – 1º. ¿Qué se celebra? y 2º. ¿Quién celebra? – analicemos ahora la tercera:

3º.  ¿Cómo se celebra?

En la búsqueda de una respuesta se impone previamente las siguientes consideraciones: 1º. Puesto que Dios es un gran pedagogo, en su deseo de comunicarse con el hombre, se vale de signos y símbolos vinculados al hombre, los cuales están profundamente relacionados con “la Palabraque los explica y les brinda un significado. Por consiguiente, en toda celebración litúrgica se dan, al menos, dos de estos elementos. 2º. Esos elementos – signo, símbolo y palabra – tienen su fundamento, a su vez, en la obra de la creación al mismo tiempo que en las diversas manifestaciones de las culturas humanas (Sb 13,1; Hch 14,17; Rm 1,19-20). 3º. Su significado religioso se inicia con los acontecimientos acaecidos en el Antiguo Testamento y alcanza su revelación plena – fundamentación definitiva – “en” y “a través” de “los dichos”, “obra” y de “toda la persona” de Jesucristo y 4º. Estas realidades sensibles – signos, símbolos y palabra – brindan la oportunidad al creyente de aprovechar la acción amorosa de Dios para con los hombres – de recibir la gracia y la salvación -, y los hombres tienen a su vez la ocasión de reconocer el señorío de Dios sobre todo lo creado y así el poder tributarle el respectivo honor y gloria. De esta manera estos significantes expresan la presencia santificante de Dios, al mismo tiempo, que la gratitud del hombre hacia su creador.

Todo lo que hemos señalado lo podemos conseguir en las liturgias de las grandes religiones del mundo, las cuales brindan un hermoso testimonio de este sentido cósmico y simbólico de los ritos religiosos. La liturgia de la Iglesia católica, por esta misma razón, presupone, integra y santifica elementos procedentes de la creación y de las culturas humanas al mismo tiempo que les confiere la dignidad de ser signos de la gracia de la Creación Nueva que se realiza en la acogida de la persona de Jesucristo (Ez 37,19.22; Hch 8,8; Col 3, 10; Ap 21,5).

Jesús, en su predicación, asume con mucha frecuencia los signos de la creación para dar a conocer los misterios del Reino de los Cielos (Lc 8,10). Realiza curaciones y fundamenta su predicación en la ejecución de signos materiales o gestos simbólicos que vienen especificados o explicitados por medio de la Palabra (Mc 7,33-35; 8,22-25; Jn 9,6). De esta manera Jesús le da un sentido nuevo a los hechos y signos de la Antigua Alianza, de manera especial a los acontecimientos del Éxodo y de la Pascua Judía (Lc 9,31; 22,7-20) porque, no podemos ni debemos olvidar en ningún momento, que es Jesucristo el único y no otra cosa o persona el que le brinda un sentido y contenido a todos los signos litúrgicos.

Después de Pentecostés, el Espíritu Santo lleva a cabo la obra de santificación por medio de los sacramentos de la Iglesia. Los sacramentos, en ningún momento, anulan, sino que, por el contrario, purifican e integran toda la riqueza que se puede encontrar en los signos y símbolos del cosmos y de la vida social y los eleva al rango de ser trasmisores de la “gracia” originada en el Misterio Pascual de Jesucristo. Ellos cumplen a plenitud lo anunciado en el Antiguo Testamento al asumir la salvación obrada por Jesucristo, y al mismo tiempo, prefiguran y anticipan la gloria que nos espera en el cielo – dimensión escatológica de la liturgia -.

Teniendo en cuenta todo lo dicho hasta el momento, pasemos ahora a ver con cierto detenimiento algunos aspectos generales que nos ayudarán a comprender mucho mejor lo que diremos más adelante al tratar de los sacramentos en particular.

A.- Palabra y Acción

No olvidemos lo que hemos señalado en anteriores ocasiones: la fe se origina en un encuentro – ¿diálogo?  – personal entre Dios-Padre por medio de Jesucristo, por un lado, y el creyente por el otro lado. Ambos entablan una comunión de amor que se expresa por medio de acciones y palabras.  Es evidente que las acciones son ya un lenguaje en sí mismas, pero es preciso que la “Palabra de Dios” y la respuesta de fe del creyente acompañen y den vida a dichas acciones. De esta manera “la Palabra” explica el signo y, al mismo tiempo, el signo ilustra y es significante de lo que quiere decir “la Palabra”. Ésta es la razón por la cual “la liturgia de la Palabra” se torna indispensable en la celebración litúrgica ya que ella suscita y nutre la fe del creyente. Lo mismo debe decirse de la homilía, la cual prolonga la proclamación, también suscita la fe y prepara al creyente para la respuesta.

El Espíritu Santo no solo brinda una inteligencia de “la Palabra de Dios”, sino que estimula y acrecienta la fe, actualiza y realiza, para el hombre de “hoy”, las “maravillas” que vienen anunciadas por “la Palabra”. Es decir, el Espíritu Santo hace presente y comunica la obra del Padre llevada a cabo por su Hijo, Jesucristo.

B.- Canto y Música

Tanto el canto como la música desempeñan un papel de primer orden en cuanto que, al estar vinculados a la Acción y a la Palabra – nunca separados -, se transforman en signos (SC 112). Por consiguiente, debe tenerse muy presente tres criterios fundamentales en la utilización del canto: a. La belleza del canto – nunca por salir del paso -.  b. La debida participación de los fieles en el canto – no canta solo el coro o una persona, debe cantar la asamblea – y c. El carácter solemne de la celebración – se celebra algo muy grande. No debe banalizarse la celebración -. La Iglesia asume el gran tesoro del canto litúrgico, lo practica y lo propicia. San Agustín recomendaba el canto a sus fieles y, en gran medida su conversión, se debió a la salmodia de la Iglesia de su tiempo: “El que canta ora dos veces” (Enarratio in Psalmum 72,1). Y las Sagradas Escrituras no dejan de recomendarlo: “Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor” (Ef 5,19; Col 3,16).

C.- Imágenes Sagradas

La iconografía cristiana trasmite el mensaje del Evangelio. De esta manera “Imagen”, “Acción” y “Palabra” se esclarecen mutuamente (Cf. Las catedrales medievales). Al respecto citamos a Nicea: “Para expresarnos brevemente: conservamos intactas todas las tradiciones de la Iglesia, escritas o no escritas, que nos han sido trasmitidas sin alteración. Una de ellas es la representación pictórica de las imágenes, que está de acuerdo con la predicación de la historia evangélica, creyendo que, verdaderamente y no en apariencia, el Dios Verbo se hizo carne, lo cual es tan útil y provechoso, porque las cosas que se esclarecen mutuamente tienen sin duda una significación recíproca” (Concilio de Nicea II, año 787; Cf. Dz 600-603). ¿Cómo son nuestras celebraciones??

 

Valencia. Junio 19; 2022

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