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Por qué y para qué

Alicia Álamo Bartolomé:

Yo conocí a Carlos Fraga hace muchos años. Ugo Ulive iba a dirigir mi comedia “América y yo”, protagonizada por Virginia Urdaneta y por mí, pero había un tercer actor, un galán masculino, Ugo le ofreció a Fraga este papel y aceptó. El galán tenía su agente teatral. Un día, antes del ensayo, Ulive me dice que hay un problema: el agente de Fraga exigía que en el programa se pusiera, después del nombre de la pieza, “y Carlos Fraga”, que es la manera de indicar en teatro una actuación especial no protagónica. ¿Y cuál es el problema?, pregunté. Ugo pensaba poner Virginia Urdaneta, Carlos Fraga en “América y yo” y Alicia Álamo. Pues pon Virginia Urdaneta, Alicia Álamo… y Carlos Fraga. Replicó: ¿No te importa? ¿Y por qué me iba a importar? Además de que la comedia era mía y mi nombre aparecía como autora, incluso completo, el Bartolomé no lo uso para la actuación -único caso- porque queda muy largo, mi idea de ser actriz y considerada como tal, no se trataba de la posición de un nombre en un programa, sino del trabajo en el escenario y ante un público, allí es donde un actor demuestra lo que es.

Carlos Fraga resultó ser un agradable compañero de trabajo, no tuvimos ningún roce por problemas de divismo u otras tonterías. Supe que era astrólogo y aunque a mí no me interesa la astrología como ciencia o práctica, como manifestación cultural sí me da curiosidad. Tenía los cursos en mi casa de difusión de cultura, le pregunté si me daría uno de divulgación sobre su materia y cuánto cobraría. Se quedó en pregunta, porque me contestó que cobraba Bs 500 por sesión y por persona, ¡yo cobraba esos 500 por trimestre por persona! Al profesor le pagaba lo mismo por mes. Económicamente era imposible y, además, me enteré que sus cursos eran para enseñar astrología. Eso no me interesaba. Prefiero la astronomía.

Pasó mucho tiempo y ahora veo un Fraga maduro, no astrólogo, sino con un interesante programa por televisión de ayuda para el comportamiento humano y la felicidad de vivir. Desgraciadamente no puedo seguirlo porque es a la hora de mi misa diaria por TV, pero cuando ésta termina temprano, paso al canal de Fraga y agarro aunque sean los últimos 5 minutos de su exposición. Me gusta. Su mensaje no es religioso, sin embargo, me parece profundamente cristiano, porque siempre habla en positivo de esperanza, optimismo y alegría de vivir. Impulsa a salir de una vida de mediocridad hacia otra productiva y útil. Me parece que hace bien a sus televidentes.

Muy interesante me pareció el resto de un programa suyo que capté en estos días, incluso, no sé si de reposición. Hablaba de los “por qué” y los “para qué”, en novedosa forma. Decía que la gente se pregunta, ante los acontecimientos desagradables de la vida -que tenemos todos: ¿por qué a mí? Cuestionamiento inútil, porque aunque averigüemos la causa de una caída, el incendio de la cocina o la muerte de un ser querido, eso nos da sólo el conocimiento de una causa fortuita pero no una solución. En cambio, si nos preguntamos, ¿para qué?, buscamos una razón necesaria. Nos suceden cosas para llegar a descubrir motivos de vida, fallas nuestras que podemos remediar, misiones que cumplir.

Por supuesto, yo no estoy repitiendo las palabras de Carlos Fraga, sólo trato de interpretar lo que él dijo. Probablemente lo haga mal, digo lo que yo entendí, lo que me dejó y pienso que es algo muy positivo. Recuerdo que cuando el terremoto de 1967, a un señor que había perdido su casa y alguno de los suyos, un familiar cercano le preguntó: ¿Y por qué a nosotros? Y él le contestó, con inmensa sabiduría: *¿Y por qué al vecino? *Es decir, no hay una razón escrita para que nos sucedan o no las cosas. En accidentes, unos mueren y otros no. Hay sobrevivientes, ¿por qué? Dios tendrá sus razones, no nos toca a nosotros escudriñarlas, nos toca a aceptarlas, no con resignación; me choca esa palabra y el verbo correspondiente, significan entrega sin horizonte, llorosa, sin lucha. Aceptar los sinsabores con serenidad y confianza es otra cosa. Es esperanza.

No nos dejemos abatir por los “por qué”, sino estimular por los “para qué”. Reaccionar y seguir adelante. Gracias, Carlos Fraga.–

De su columna en El Impulso

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