Opinión

El aburrido liderazgo político venezolano

¿Se pueden producir reemplazos de Gobierno insistiendo tercamente en hacerlo por vías y prácticas  democráticas inexistentes?

Egildo Luján Nava:

La calificación  de aburrida de la dirigencia política venezolana, bien sea gubernamental u opositora, y la afirmación de que ha sido execrada por la ciudadanía en general, no es ofensiva ni es gratuita. Simplemente, es. Y su condición demanda atención, comprensión y solución.

Ante los rostros de propios y extraños, además,  conforma una manifestación silenciosa que, en el fondo, no procura nada diferente a lo  que  representa para la historia la necesidad de parodiar la situación  real de un liderazgo político al que se le olvidó continuar pensando  en lo que significa la inquietud de para qué se constituyeron, de qué se están ocupando y si su existencia se justifica.

En todo caso, más allá de lo que ya no se sabe qué más atribuirle a dichos grupos de la oposición como del régimen anómico de Venezuela, lo cierto e indiscutible es que, cada uno por su lado, ninguno quiere entender ni aceptar  que la ciudadanía venezolana, en su gran mayoría, dejó de creer en ellos. Mientras que, como dice el dicho: » al mono, aunque lo vistas de seda, mono se queda».

Inclusive, tanto se han extendido los juicios en contra de lo que significa saberse ser parte de un país en donde hasta el agua no humedece que, en términos coloquiales, y parodiando el tema, todo ha llegado hasta tal nivel equivalente  de tratar hechos, identificar protagonistas y calibrar resultados que, palabras más o palabras menos, ya todo luce como referirse al típico individuo que, por irresponsable, infiel o parrandero, deja toda la carga de la conducción del hogar en hombros de la esposa, además de declararse  una carga adicional para ella, hasta provocar la inevitable «explosión de pareja».

Es decir, el «gran» conflicto que no es otro que ella, la nueva jefe de la casa,  ya obstinada y convencida de que «es mejor estar sola que mal acompañada»: Por lo que lo inteligente y más saludable para las partes comprometidas, es que se produzca la decisión de «maletearlo», y dejar ante los ojos, oídos y las manos del marido incrédulo la demostración integral de que  ya no se le quiere.

De igual manera,  que, aun no admitiéndolo, la verdad y los hechos evidencian que al marido incrédulo no le queda de otra que admitir que ya no se le ama, y que su futuro ha pasado a ubicarse en el coro de los sufridos, por haber perdido la condición del amado. De igual manera, que todo lo condenó al rechazo  por haber comprometido credibilidad, seriedad  y sinceridad.

El liderazgo opositor, en términos generales y en forma reiterativa, viene calificando al régimen de inepto, torpe, destructor e irresponsable. Y, cuando el espacio se le hace insuficiente, lo enriquece con el uso de muchos otros epítetos, sin querer admitir y entender que todo lo acontecido en el devenir de los últimos 23 años, obedece al mefistofélico plan que comprende la destrucción, división y sometimiento perverso del país.

Es decir, al hecho de lo que se ha ejecutado exitosamente, con base en un plan para  Venezuela, como de otro integral para el resto del continente. En este último caso, concebido deliberadamente de acuerdo  a los fundamentos de «ensayo y error» vividos en la Cuba de Fidel Castro durante más de 60 años, según un brutal sometimiento del tristemente castigado pueblo cubano.

Este ruin plan se puso en práctica en Venezuela, en obediencia al fomento del caos como de la confusión durante los gobiernos democráticos de las décadas de los años 80 y 90 del Siglo pasado. Especialmente para fomentar el desprestigio y terminar corrompiendo los partidos políticos democráticos, y suficiente para  lograr ganar el poder en unas elecciones nacionales, y lo cual se convirtió en hecho con la participación de Hugo Chávez. Es decir, con quien posteriormente lograría engañar a la mayoría popular del país, ofreciéndole una propuesta de gobierno que nunca cumplió.

Previo al logro exitoso del ensayo en Venezuela, en 1990, ya se había constituido el «Foro de Sao Paulo», la otrora perversa organización que encontraría en Venezuela parte de los fondos necesarios para financiar la toma de Centro y de Sur América con el mismo plan. En otras palabras,  saqueando, destruyendo instituciones y tiñendo de rojo fuego a casi toda América Latina. Y ante los ojos de los países del Continente, desafortunadamente, con el padrinazgo  de la implantación y ejecución de un plan eficiente para establecer  el comunismo en gran parte de Latinoamérica, y -por qué no decirlo- con el respaldo de las modalidades gubernamentales que, en gran parte, han establecido, administrado y vivido no pocos formas de gobierno democrático de la región.

Guste o no escuchar y aceptar que se diga, pero en la dirigencia política opositora no han querido entender ni admitir que eso ha sucedido así. La abundancia de calificativos como manera de hacer oposición, sin duda alguna, pone de manifiesto que las diferencias evidencian la ingenua creencia de oponerse  ignorando que no están luchando con demócratas. Y sí contra unos violadores de la Constitución, del Estado de Derecho, de los  principios morales y de los valores humanos de la sociedad.

Por otra parte, ¿ se pueden producir reemplazos de Gobierno insistiendo tercamente en hacerlo por vías y prácticas  democráticas inexistentes?. Además, ¿concurriendo a elecciones controladas y amañadas según la voluntad de un Consejo Nacional Electoral, un Tribunal Supremo de Justicia y demás poderes públicos  sometidos a la voluntad del régimen? De igual manera, ¿pensando en que vendrá un Ada Madrina desde el exterior, y que se ocupará de expulsiones, mientras se  ignora que en las relaciones entre países priva el INTERES de lo político  sobre lo humano?.

Hoy el concepto generalizado de la ciudadanía en Venezuela es que los partidos democráticos y sus dirigencias han fracasado en la tarea de restituir el ejercicio del derecho de libertad. Lo han querido hacer. Es cierto. Pero un esfuerzo durante ya 23 años, y acompañados de la Sociedad Civil, no ha resultado satisfactorio. Más que la creatividad, organización y conducción, han podido  el hambre, la miseria, los peligros y muchos sacrificios.

De igual manera,  también es verdad que, de su  liderazgo rector,  lamentablemente, han aflorado alacranes, múltiples acusaciones de corrupción, brincos de talanquera, manejos dolosos. Todo lo cual ha logrado que, entre  excepciones, haya podido salpicar a toda la dirigencia por igual. Ha sido un paso injusto, apuntalado por señalamientos de desprestigio y de  falta de credibilidad en todos ellos por parte de la mayoría ciudadana,  y la cual, desde luego, es la razón de la causa de la  «MALETEADA».

¿Y qué hacer, entonces?.  Desde luego, darle valor e importancia a las razones que existen y se usan como argumento, para que  no se continúe pretendiendo concurrir a procesos comiciales relacionadas con primarias y/o elecciones complicadas, con los mismos candidatos ya políticamente desgastados. De igual manera, que no se insista en concurrir a eventos pretendiendo que los mismos partidos cuestionados sean juez y parte. Sobre todo  en unas elecciones  primarias para seleccionar el candidato opositor que, evidentemente, y  por las razones expuestas, no gozaría de la popularidad ni de la confianza necesaria para salir airoso en cualquier proceso.

De igual manera, también es importante mencionar que el régimen y su liderazgo sufren del mismo desprestigio, concepto y  tratamientos, y que tampoco el pueblo soberano cree en ellos.

Lo oportuno, recomendable y aceptable para la gran mayoría de los venezolanos, incluyendo al chavismo arrepentido como a la abrumadora oposición, sería que la dirigencia de los partidos opositores den un paso atrás y se dediquen a unir y  reestructurar sus  respectivas organizaciones partidistas. Que las depuren y organicen para luego refundar y rescatar el país, y, adicionalmente, que  asuman sus deberes y razón de ser como dirigentes.

Se trataría de un paso con visión de futuro, capaz de  permitir que en esta situación, con la presta colaboración de sus llamadas «maquinarias políticas», conjuntamente con las organizaciones pertinentes y respetadas de la Sociedad Civil, incluyendo a las iglesias, gremios universitarios, organizaciones empresariales, sindicales y militares en retiro, entre otras, accionen para que, por CONSENSO,  y con base en prestigio, experiencia y conocimiento, escojan un candidato y un equipo respetable.

Es decir, a  una expresión capaz de rescatar y de pacificar el país. Y que goce de la credibilidad, como de la confianza de esa gran mayoría de venezolanos, incluyendo a opositores  que estén dentro y fuera del país, con miras a lograr  una mínima ABSTENCION, y cuya participación se sume a construir un triunfo electoral seguro, que no se pueda derrotar ni con la incorporación organizada de trampas.

DE NO SER ASÍ, POR  LAS DIVISIONES, LAS TRAMPAS Y EL «MALETEO» COMO CONSECUENCIA DE LOS ERRORES COMETIDOS, PERDEREMOS.

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