Testimonios

Vargas: rector magnífico y lección de civilismo

José Ignacio Moreno Leon

El 13 de julio de 1854 dejó de existir en Nueva York José Maria Vargas, quien fuera rector de la Universidad de Caracas y prócer civil que supo enfrentar  con hidalguía la anarquía imperante en la  Venezuela de su época, además de haber sido el primer presidente constitucional no castrense de la naciente republica soberana de Venezuela separada de la Gran Colombia desde 1830.

Incorporado a la causa de la independencia desde 1812, este médico y sabio venezolano, quien inclusive fue encarcelado por los realistas, dio grandes aportes de patriotismo y cultura durante esos agitados tiempos, habiendo sido traductor y gran divulgador entre los líderes del movimiento independentista de “El Contrato Social” de Rousseau.

Luego de su viaje a Europa para profundizar los estudios de medicina, Vargas retornó al país en 1825 y designado por el Libertador como rector, a partir de 1827, para reorganizar la maltrecha y anacrónica Universidad de Caracas, en la que realizó una magnífica gestión académica y administrativa para transformar esa institución en una universidad moderna, reconocida como prestigioso centro de estudios superiores, con una sólida base económica que aseguró su autonomía. Dichas reformas permitieron el desarrollo de la actual Universidad Central de Venezuela.

Como cientifico, Vargas desempeñó igualmente una intensa labor en el ámbito de la medicina, la botánica y la química. Fue fundador de la Sociedad Médica de Caracas y de la Catedra de Cirugía, y el primer científico en descubrir las potencialidades energéticas de los hidrocarburos y en pronosticar, en 1839, la importancia fiscal para el país de ese recurso, cuyos primeros hallasgos como asfalto o betún fueron encontrados en el sitio de Pedernales, entonces cantón del Bajo Orinoco.

El 3 de octubre de 1839, en un histórico documento presentado al Secretario de Hacienda y Relaciones Exteriores -16 años antes que Benjamin Silliman informara a financistas de los Estados Unidos sobre las importantes propiedades y aplicaciones del petróleo- el sabio Vargas, luego de analizar muestras de una sustancia mineral hallada en el sitio de Pedernales, y que calificó como asfalto o betún de Judea, destacaba que la misma iba a ser de mayor importancia que la plata y el oro por el valor fiscal que podía generar su explotación.

Pero la prolifera labor de este ilustre sabio no se limitó al ámbito científico y académico, ya que simultáneamente con esas actividades, Vargas se incorporó activamente a la política como miembro del Congreso Constituyente de 1830, en el que fue un fogoso parlamentario e inclusive llegó a discrepar en ocasiones con planteamientos del Libertador, a pesar de lo cual este, por el reconocimiento y confianza que le profesaba lo designó ese mismo año como su albacea testamentario.

La actitud antimilitarista que se venía desarrollando en la naciente República, como reacción ante el papel protagónico que habian asumido los caudillos militares de la independencia, con sus ambiciones políticas y de poder, originó que quienes creían en la necesidad y conveniencia de fortalecer el ámbito civil respaldaran a la prestigiosa figura de José María Vargas para convertirlo, a pesar de su renuencia en el primer presidente civil, quien ejerció esas funciones como un gran civilizador, desde el 9 de febrero de 1835 hasta el 8 de julio de ese mismo año, cuando un cuartelazo impulsado por Pedro Carujo -el mismo oscuro castrense que en 1828 estuvo implicado en el intento de asesinato de Bolivar en Bogotá-, lo derrocó por la fuerza de las armas, al impulso de la llamada “revolución de las reformas”, comandada por el general Mariño que pregonaba el retorno de los militares al poder y el rescate de sus privilegios, tras lo cual el ilustre sabio fue conducido preso a la Guaira y posteriormente expulsado al exilio a la isla de Saint Thomas.

El brusco derrocamiento del presidente Vargas sumió al país en el desorden, hasta que Josè Antonio Paez logró dominar la situación y restituir a Vargas en la presidencia, cargo en el que permaneció hasta abril de 1836, cuando renunció ante el Congreso para luego desempeñarse, sin sueldo, como Director General de Instrucción Pública y posteriormente como senador.

A 168 años de la muerte de José Maria Vargas sigue teniendo un gran valor educativo y civilista su repuesta al golpista Carujo, cuando este, al apresarlo le señala en un violento arrebato militarista: “ el mundo es de los valientes”  a lo que el sabio le contesta con firmeza e hidalguia: “no, el mundo es del hombre justo”.-

Anàlisis Libre Internacional 

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