Opinión

Sin pelos en la lengua

Cardenal Baltazar Porras dedica su más reciente Crónica Menor a reflexionar sobre el "arma de doble filo" que representa la democratización de la información en los tiempos actuales. A su juicio, se hace necesario, cada vez más, formarse críticamente, aprender a discernir, para no ser pasto fácil de quienes saben manipular a la gente, creando confusión y cambio de pensamiento en personas y grupos.

Cardenal Baltazar Porras Cardozo:

La tecnología digital avanza a ritmos vertiginosos convirtiéndose en un arma de doble filo. Por un lado, la importancia de la posibilidad de democratizar la información porque no queda en manos de los grandes medios dando pie a que cualquiera tiene a la mano el expresar su parecer, muchas veces de forma anónima, lo que rompe los cauces a opinar sin tapujos a la sombra del anonimato y de la ausencia de responsabilidad social. Pero, si bien es cierto lo anterior, no lo es menos que existen grupos de presión, laboratorios de opinión para generar matrices según intereses particulares. Se hace necesario, cada vez más, formarse críticamente, aprender a discernir, para no ser pasto fácil de quienes saben manipular a la gente, creando confusión y cambio de pensamiento en personas y grupos.

El reciente viaje del Papa Francisco a Canadá despertó comentarios para todos los gustos. Con razón, el Pontífice calificó su peregrinación de penitencial. Los problemas se asumen directamente, sin cortapisas. Pero también con verdad. Sobre el trato de los misioneros a los indígenas norteños hay muchos claroscuros. Pedir perdón, reconocer los fallos es una virtud que no se admite con facilidad. Pero no basta. Hay que discernir. En primer lugar, hay que situar las cosas en su contexto histórico y cultural. Algunas de las respuestas fueron objeto de responder a represalias por la agresividad y ataques de alguna etnia indígena. No se debe afirmar sin más que la bondad está de una parte y la otra es simplemente agresora. En segundo lugar, el Papa se preguntó delante de las autoridades si hoy día la situación es distinta o la segregación o minusvalía del nativo original sigue siendo la de un ciudadano de segunda. No faltaron quienes vieron que el ponerse un penacho indígena era signo de aceptar cultos paganos, desvirtuando el sentido de lo católico. ¿Por qué las muchas imágenes del papa polaco, en la que no tuvo empacho en colocarse objetos propios de las culturas que visitaba no generaron la misma respuesta? Es clara señal que detrás de la escena actual están presentes otros intereses como los de descalificar al Papa porque critica al capitalismo y por tanto es comunista, o cuando celebra o preside ceremonias con aires populares o en compañía de representantes de otras religiones, se le tilda de estar destruyendo la liturgia anterior al Concilio, considerada por ellos como la auténtica. Si Francisco habla de ecología integral, se rasgan las vestiduras porque el Papa es panteísta…

En palabras del propio Papa: “¡Cuánta necesidad tenemos de escucharnos y dialogar, para alejarnos del individualismo imperante, de los juicios apresurados, de la agresividad desenfrenada, de la tentación de dividir el mundo en buenos y malos!”. Ante el drama de la situación denunciada en Canadá, afirmó: “Es trágico cuando algunos creyentes, como ocurrió en ese período histórico, no se adecuan al Evangelio sino a las conveniencias del mundo. Si la fe cristiana ha desempeñado un papel esencial en la conformación de los más altos ideales de Canadá, caracterizados por el deseo de construir un país mejor para todos sus habitantes, es necesario, admitiendo las propias faltas, comprometerse juntos a realizar aquello que sé que todos ustedes comparten: promover los derechos legítimos de los pueblos originarios y fomentar procesos de sanación y reconciliación entre ellos y los no indígenas del país”.

Pero, hay que preguntarse también por el presente. Siguen vigentes comportamientos del pasado, con ropajes actuales: “Si en su momento la mentalidad colonialista se desentendió de la vida concreta de los pueblos, imponiendo modelos culturales preestablecidos, tampoco faltan hoy colonizaciones ideológicas que contrastan la realidad de la existencia y que sofocan el apego natural a los valores de los pueblos, intentando desarraigar sus tradiciones, su historia y sus vínculos religiosos. Se trata de una mentalidad que, presumiendo de haber superado “las oscuras páginas de la historia”, da cabida a la así llamada cultura de la cancelación, que juzga el pasado sólo en función de ciertas categorías actuales. Así se implanta una moda cultural que estandariza, que vuelve todo igual, que no tolera las diferencias y se centra sólo en el momento presente, en las necesidades y los derechos de los individuos, descuidando a menudo los deberes hacia los más débiles y frágiles; los pobres, los emigrantes, los mayores, los enfermos, los no nacidos… Son ellos los olvidados por las sociedades del bienestar; son ellos los que, en la indiferencia general, son descartados como hojas secas para ser quemadas”.

Otra de las críticas que está en boga es preguntarse por los silencios ante la situación actual por los ataques desaforados del régimen de Ortega en Nicaragua. Cuándo y cómo hablar o callar. El silencio mediático no significa, necesariamente, estar ausente. Al contrario, permiten utilizar otras vías, no sólo diplomáticas, para no entrar en un debate público que perjudica a la feligresía toda que allí vive y padece crecientes represalias. En el espíritu de responsabilidad compartida, el Celam y los episcopados del continente, junto a otras instancias eclesiales y civiles, han hablado, cada una según su rol específico. Esto mismo está sucediendo con situaciones límites en Asia, Medio Oriente y África. Y en la actualidad ante el conflicto bélico generado por Rusia contra Ucrania.

“Hoy, ante la locura sin sentido de la guerra, necesitamos de nuevo calmar los extremismos de la contraposición y curar las heridas del odio. Una testigo de algunas trágicas violencias del pasado dijo recientemente que «la paz tiene su propio secreto: no odiar nunca a nadie. Si se quiere vivir no se debe odiar nunca» (Entrevista a E. Bruck, en Avvenire, 8 marzo 2022)… “Sólo trabajando juntos, mano a mano, es como podemos hacer frente a los apremiantes retos de hoy”.

Las críticas son bienvenidas, pero que estén bañadas no con el afán de confrontación y descalificación, sino con el espíritu de buscar juntos, la respuesta más adecuada a las necesidades reales de la gente que sufre los desmanes del poder.

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