Devociones y tradiciones

Hoy celebramos al Beato Luis Variara, el sacerdote que enfrentó a la enfermedad con la alegría

Hoy recordamos al Beato salesiano Luis Variara. “Dios vela sobre su congregación y se sirve hasta de los instrumentos más inútiles para obrar cosas grandes”, dijo alguna vez este beato italiano, humilde servidor de los leprosos.

Luis Variara fue el fundador de las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y María, una congregación religiosa femenina de derecho pontificio dedicada a la pastoral en hospitales y leprosarios, y, en menor medida, a la educación. Su fiesta se celebra cada 15 de enero.

Don Bosco y Miguel Rúa

El Beato Variara nació en 1875 en Asti (Italia). A los doce años ingresó al Oratorio de Valdocco y conoció a San Juan Bosco en la etapa final de su vida.

En una ocasión, Luis y sus amigos jugaban en el patio cuando llegó el “Santo de los jóvenes”. Apresurado, trató de escabullirse entre la multitud para verlo y saludarlo. Justo antes de que se fuera, vio cómo los ojos de Don Bosco lo miraron fijamente. El pequeño Luis, en ese momento, tuvo la seguridad de que había conocido a un hombre santo y que este había visto algo en él, algo que solo Dios le podría mostrar.

Después de aquel encuentro, Luis se interesó mucho en la labor de los salesianos. Con el tiempo se sintió atraído por su carisma y pidió ser admitido en la Orden. Realizó su profesión religiosa ante el Beato Miguel Rúa, quien aquel día tuvo un gesto que le resultó muy significativo: Rúa le susurró un juego de palabras al oído. Le dijo: “Variara, no varíes”.

Colombia: en la ciudad del dolor

Más tarde, Luis conocería al P. Unía, misionero entre los leprosos de Agua de Dios en Colombia. El hermano Luis se trasladó con él allí y se puso al servicio de una población de 2 mil habitantes, de los cuales 800 padecían la terrible enfermedad.

En Agua de Dios organizó una banda musical de niños y jóvenes con lepra. Su intención era generar y fortalecer un clima de alegría santa aunque fuese en medio de una “ciudad del dolor”. El hermano Luis pronto sería ordenado sacerdote (1898) y se convirtió en un gran director espiritual.

En el trabajo pastoral con la juventud se topó con algunas muchachas que decían tener inquietudes vocacionales, y como ninguna congregación aceptaba una candidata que padeciera lepra o que sea hija de leprosos, se le ocurrió organizarlas y encaminarlas sin dejar que la enfermedad sea un muro insalvable para vivir su vocación.

Así, el Padre Luis decidió fundar la Congregación de las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, institución que hoy permanece activa en varias naciones de Europa y América.

Un fruto maduro de la Iglesia

En 1905 inauguró el asilo “P. Miguel Unía”. Por ese tiempo, el beato empezó a vivir lo que sería un largo período de sufrimientos, incomprensiones y calumnias. Estos dolores lo acompañarían hasta su muerte. Tuvo que dejar Agua de Dios por obediencia y fue enviado a trabajar a otras ciudades colombianas y a Táriba, Venezuela, lejos de su obra.

Su salud empeoró de forma preocupante y fue llevado a Cúcuta (Colombia) para que se repusiera. Allí empeoró y partió a la Casa del Padre el 1 de febrero de 1923, con solo 49 años de edad.

Años después sus restos mortales fueron trasladados a la capilla que las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María tienen en Agua de Dios. Fue beatificado por San Juan Pablo II en 2002.-

Aciprensa

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