Opinión

Colombia tampoco comprará el mejor cañón francés

¿Cómo explicar esos virajes? ¿Por qué éstos ocurren a última hora, tras meses de arduas negociaciones? ¿De dónde vienen realmente esas contraórdenes?

Eduardo Mackenzie:

El gobierno de Gustavo Petro sigue haciendo el ridículo en Europa. Radio France Internationale recordó el inesperado desmentido dado por el ELN al anuncio de que el jefe de Estado colombiano había llegado a un acuerdo de “cese al fuego bilateral” con ellos. La nada derechista RFI calificó ese desliz de Petro de “falsa nota”.

RFI citó un editorial de El País donde el diario caleño advierte: “La paz total a la que aspira el presidente Gustavo Petro y su gobierno no se puede obtener a cualquier precio”. RFI retomó el otro elemento crucial de ese editorial donde señala que el citado gobierno no puede dejar “la puerta abierta al crimen organizado, exponiendo al peligro a la población que vive en los territorios afectados e impidiendo que las fuerzas de seguridad hagan su trabajo”.

Pero eso no es todo. El ridículo fue acentuado por el nuevo fracaso del presidente Petro en la compra de armamento francés para las Fuerzas Militares de Colombia. No me refiero a la fracasada compra de los caza-bombarderos Rafale, que ya abordé en otro artículo (1) sino al asunto, no menos crucial y casi simultáneo, de los cañones de alta precisión Caesar.

Este 3 de enero, en efecto, la prensa especializada francesa reveló que el gobierno colombiano había descartado, a último minuto,  la compra del sistema de artillería autopropulsada y de larga distancia Caesar. La víspera, sin embargo, esa compra de artillería había sido anunciada oficialmente por Colombia (2), inspirada seguramente por Lituania, un país con un PIB seis veces menor que el de Colombia, pero vecino de Rusia, que compró, en diciembre pasado, 18 cañones Caeser  por 159.5 millones de dólares.

Por su parte, una revista española, Infodefensa, informó el 2 de enero que tal compra parecía segura pues el General Carlos Moreno, miembro del Estado Mayor del Ejército de Colombia, “viajó a Francia para las negociaciones con Nexter, pues juzgaba que la compra de cañones Caesar era la más racional en la medida en que, más allá de la consideraciones operativas, iba a permitir ‘estandarizar los sistemas de 155 y 105 mm’ y optimizar el apoyo de los mismos”. Un artículo de la revista  francesa Zone Militaire Opex 360 precisó: “En razón de la inversión prevista, 102 millones de dólares, podría deducirse que se trataba entonces de 18 cañones con el correspondiente entrenamiento, logística y munición”.

Los cañones Caesar, de 155 milímetros, fabricados por la empresa Nexter, son capaces de disparar seis tiros por minuto y alcanzar con gran precisión blancos a 40 kilómetros de distancia. Esa artillería ha ganado un merecido renombre por su buen desempeño en la guerra contra el Estado Islámico y ahora en Ucrania. Desde que la invasión rusa comenzó, el gobierno de Emmanuel Macron envió 12 unidades al gobierno de Volodymyr Zelensky y va próximamente a entregar 8 más, fuera de dispensar formación a unos 40 artilleros ucranianos en el sur de Francia. El cañón va montado sobre un camión blindado todoterreno 6×6 u 8×8 con autonomía de 600 kilómetros. Su motor le permite circular y cambiar de posición a 80 km/h luego de disparar y antes de ser localizado por los radares enemigos. Cada unidad camión-cañón puede ser aéreo-transportado por un Hércules C130 o un A400M Atlas.

Sin embargo, el gobierno de Gustavo Petro hizo saber que había anulado la compra de los Caesar. Alegó que el fabricante había subido el precio un 12%. Una revista especializada europea afirmó que Bogotá, tras anular la negociación con Nexter,  optó sin tardar por comprarle 18 unidades de un cañón israelí Atmos 2000, de Elbit Systems, que tiene una cadencia de tiro inferior al cañón francés, aunque el alto mando militar colombiano prefería el Caesar por su gran eficacia.

La extraña y reiterada manera de Petro de comportarse en esas negociaciones no ha caído bien en Francia. La forma en que renunció a los cañones Caesar ocurre después de la súbita anulación, por razones poco claras, de la adquisición de una docena de cazas-bombarderos Rafale de la firma Dassault.

¿Cómo explicar esos virajes? ¿Por qué éstos ocurren a última hora, tras meses de arduas negociaciones? ¿De dónde vienen realmente esas contraórdenes?

Hay varias posibilidades. ¿De Putin, que detesta sobre todo a Francia por su papel en la defensa de Ucrania contra la agresión rusa? ¿De Nicolás Maduro que no quiere que Colombia anule la desventaja que tiene frente a Venezuela en defensa aérea? ¿De Lula que quiere beneficiarse haciendo que Colombia compre aviones suecos de combate Gripen fabricados en Brasil en lugar del óptimo avión francés Rafale? ¿De Nicaragua y Cuba que intrigan para que Colombia no avance en la modernización real de su defensa militar sobre todo en los aires y en los mares?

Empero, las contrariedades en las dos operaciones de compra-venta de material militar pesado de Francia a Colombia podrían tener orígenes de signo diferente, los cuales podrían haberse sumado a los anteriores.

¿Del gobierno francés que no confía en Gustavo Petro “el guerrillero presidente”, como lo llama el diario Le Figaro? ¿De las empresas Dassault y Nexter que no creen en la estabilidad financiera de Colombia bajo un régimen que se muestra enemigo de la empresa privada y obra en favor del decrecimiento, es decir de la ruina deliberada del país? ¿De Washington que habría vetado la compra del Rafale para favorecer sus aviones F16? ¿De los cuatro anteriores que no ven la lógica del nuevo presidente que rechazaba hasta hace unos meses todo tipo de gasto militar y de repente hace creer en Francia que comprará aviones y cañones?

Tales son los temas que los entendidos europeos formulan en estos momentos en sus foros de discusión sobre lo que podría estar pasando no solo con las frustradas compras de Colombia sino con las relaciones comerciales y diplomáticas entre Colombia y Francia.

El tema de los cañones Caesar es importante. Sin embargo, muy poco o nada dice al respecto la prensa colombiana. Ello llama la atención. ¿Por qué ese silencio? En Europa, en cambio, circulan artículos sobre eso en francés, inglés y español. La actitud de Petro ante el affaire de los Caesar es idéntica a la del affaire de los Rafale: negocia dos excelentes opciones, anuncia las compras  y después, súbitamente, rompe los dos procesos. Eso muestra ya sea una indiferencia peligrosa de Gustavo Petro por los asuntos de la defensa militar de Colombia, o la incapacidad de Petro para dirigir el Estado colombiano.

Por lo que dicen con no poca tibieza algunos diarios de Bogotá, los altos mandos de las fuerzas armadas se enteraron por la prensa o, peor, por las redes sociales, que no había el tal “cese al fuego bilateral” con el ELN. Me pregunto si el país ignora completamente lo que ocurrió con la compra de dispositivos de artillería moderna,  eficiente y de largo alcance. Tal método de gobierno, basado en hacer las cosas a espaldas de la ciudadanía y hasta del Congreso, de los ministros y de los mandos militares, es inaceptable. ¿O es que hay maniobras “de alto vuelo” que los colombianos de a pie y los medios no debemos siquiera vislumbrar?

(1).- http://www.lalinternaazul.info/2022/12/29/aviones-rafale-para-colombia/

(2).- https://www.thedefensepost.com/2023/01/02/columbia-caesar-artillery-system/

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