Iglesia Venezolana

Homilía Mons. Raúl Biord Castillo en la Misa Crismal

Renuevan sus promesas nuestros sacerdotes y diáconos,

Homilía Mons. Raúl Biord Castillo en la Misa Crismal

2 de abril de 2023

 

Hoy estamos reunidos como diócesis en la santa Catedral de La Guaira. Somos una iglesia local que peregrina en la costa central de Venezuela, entre el mar Caribe y las altas montañas de la cordillera: la diócesis de La Guaira. Celebramos la misa crismal que es la eucaristía diocesana por excelencia, pues estamos reunidos delante de Dios, en nombre de Cristo y con la fuerza del Espíritu para renovar nuestra fe, consolidar nuestra comunión y recibir la bendición para la misión que desde hoy iniciamos en la Semana Mayor. Estamos reunidos, “juntos”, como reza el título del Plan Pastoral. Es que el Señor nos reúne en la comunidad que se llama iglesia. No somos individuos aislados, sino miembros de un pueblo. A cada uno de nosotros le ha sido concedido el favor de Dios a la medida de los dones de Cristo, como dice san Pablo al escribir a los Efesios,  y por eso los exhorta, a vivir de una manera digna de la vocación a la que hemos sido llamados,  con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándonos unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Bien sabemos que hay “ un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a la que hemos sido llamados. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos” (cf. Ef 4, 1-7).

Vamos a bendecir el santo crisma y los demás óleos. Con el crisma se ungen los recién bautizados en la cabeza, los confirmados son sellados con una cruz en la frente, y se ungen las manos de los presbíteros, las nuevas iglesias y altares en su dedicación. El crisma nos recuerda que por el bautismo todos estamos ungidos, consagrados a Dios, somos templos del Espíritu, miembros del pueblo de Dios, formamos parte del Reino de Dios. Participamos del sacerdocio de Cristo, de su profecía y de su realeza. Estos oficios no son propiedad exclusiva de los ministros ordenados. Todos en la iglesia debemos ser profetas porque denunciamos las injusticias, lo que es contrario al plan de Dios, y anunciamos el Reino de amor y justicia. Todos ejercitamos el oficio sacerdotal, porque estamos consagrados y debemos consagrar nuestras vidas, nuestras familias, nuestra actividad: es decir se la ofrecemos a Dios por medio de la oración, del sacrificio, del testimonio, de las buenas obras para inscribirla en la esfera de su santidad. Todos estamos comprometidos en la construcción del Reino de Dios, ya presente entre nosotros, pero que necesita ser extendido a todos los confines y periferias de nuestro corazón y del mundo entero. El bautismo nos capacita para ser discípulos misioneros de Jesús: discípulos porque estamos a la escucha del maestro; misioneros porque enviados a proclamar el kerigma, a anunciar el mensaje salvador de Jesucristo, para que muchas personas se encuentren personalmente con Él, se conviertan y vivan su fe en comunidades fraternas.

Con el óleo de los catecúmenos ungimos el pecho de los que se preparan y disponen al bautismo. Nos recuerda el gran compromiso de prepararnos para el bautismo a través de procesos serios de iniciación en la fe. Lo hemos planteado en el Plan Pastoral. El segundo momento del proceso de evangelización corresponde a la catequesis, comprendida como una iniciación en la vida cristiana. Tiene por finalidad ayudar a aquellos que han hecho una opción por Cristo a conocer, vivir, celebrar y testimoniar el misterio de la fe, como discípulos misioneros en y desde la comunidad cristiana. Esto nos pide fortalecer la iniciación cristiana de inspiración catecumenal, como nos enseña la iglesia universal en el Directorio para la Catequesis, y el Concilio Plenario Venezolano y nuestro Plan Pastoral. Puede ser que muchos de nosotros estemos bautizados (sacramentados), pero no evangelizados: de aquí la necesidad de una catequesis para aquellos que han recibido los sacramentos, pero aún no están suficientemente evangelizados o catequizados, o para los que desean reanudar el camino de la fe.

Es un serio compromiso que hemos asumido en el Plan Pastoral: una decidida opción por el kerigma y la catequesis. El proceso evangelizador privilegia la lectura y meditación de la Sagrada Escritura. Debemos conocer mejor la Biblia para conformar nuestra vida con la Palabra de Dios. Por eso hemos publicado en la diócesis una versión latinoamericana del Nuevo Testamento. Y en esta primera etapa de socialización del Plan Pastoral realizaremos varios retiros kerigmáticos y bíblicos.  De la iniciación a la vida cristiana que viven, celebran y anuncian la fe en y desde la comunidad cristiana surgirán nuevas vocaciones de catequistas, agentes de pastoral, servidores de la familia, líderes juveniles, religiosas, diáconos y sacerdotes. Serán regalo de Dios, pero cosecha de una siembra pastoral.

Con el óleo de los enfermos, éstos reciben alivio en su debilidad. Los sacerdotes administran la unción a los enfermos, los ministros de la comunión llevan la eucaristía, alimento del alma, a estos hermanos que no pueden venir a las celebraciones. Nuestra diócesis está comprometida con el campo de la salud: comenzando por el Hospital San José, fundado por el venerado Padre Santiago Machado en 1888; la Fundación San Pedro Apóstol (Charitas) en Maiquetía, fundada por Mons. Francisco de Guruceaga en 1976; el dispensario Sagrado Corazón de Jesús en La Páez, recién inaugurado, y pronto abriremos nuevos dispensarios en Caraballeda y rehabilitaremos los de Pariata y La Aviación. Los bancos de medicamentos siguen prestando su servicio entre los hermanos más pobres. Con mucha unción los proyectos SAMAN y TENGO de Caritas atienden a los niños más vulnerables en situación de desnutrición, y el proyecto José Gregorio Hernández alimenta la esperanza a más de 3000 niños a los más de 30 comedores parroquiales.

La presencia de los capellanes en el Hospital del Seguro Social, el Periférico de Pariata y la Maternidad, lleva consuelo a los enfermos atendidos en estos grandes centros de salud del estado. En diciembre, hemos celebrado la misa delante del edificio que será el nuevo Hospital de Catia la Mar, bendiciendo la estatua de su epónimo, el doctor José Gregorio Hernández, médico de los pobres y primer beato venezolano. Todos: gobierno, las iglesias católicas y evangélicas, la sociedad, las asociaciones benéficas, debemos comprometernos en el fortalecimiento del sistema de salud, para que llegue a todos especialmente a las comunidades más alejadas.

Hoy renuevan sus promesas nuestros sacerdotes y diáconos, ellos son cooperadores del obispo en su misión de ser pastores del pueblo de Dios, anunciando el Evangelio y sirviendo a los hermanos, para bien del pueblo de Dios. Recemos el Seminario San Pedro Apóstol y por las vocaciones al sacerdocio. Necesitamos más sacerdotes. Que el dueño de la mies nos regale más servidores, sacerdotes, diáconos y religiosas.

Al final de la misa, vamos a dar la bendición a 17 grupos de misioneros, que hoy enviamos a algunas de las comunidades ubicadas especialmente en la montaña y en la costa, y a las dos cuasiparroquias. Estarán en las comunidades de Pericoco y Petaquire de la parroquia de El Junquito; Palo de Vaca, Las Lapas, Aguacatal, El Raizudo, La Alegría y San Esteban de la parroquia de La Peñita; El Arbolito, El Topo del Palmar, Media Legua y El Paulino de la parroquia de Tarmas; en Corralito de la parroquia de Carayaca; en La Esperanza de la parroquia Las Tunitas; en Chichiriviche, Las Salinas y Arrecife de la parroquia de Vista al Mar; en Chuspa, Guayabal, Caruao, Todasana, Osma y Oritapo de la parroquia de La Sabana; en Guaracarumbo; en las cuasiparroquias de Los Roques y Ciudad Chávez.

Este grupo de misioneros está conformado por sacerdotes, diáconos, religiosas, seminaristas, jóvenes y familias misioneras. Son más de 100 misioneros, y por primera vez la mayoría son de nuestra diócesis de La Guaria, destacándose varias familias misioneras: esposos y sus hijos que van de misiones. Agradecemos a Dios porque estamos cumpliendo una orientación de nuestro Plan Pastoral que nos pide la “Promoción de familias y jóvenes misioneros, asegurando una presencia pastoral en las comunidades más alejadas: montaña y costa”. (Plan Pastoral, Orientación 16, acción 6).

El compromiso misionero es la conclusión del proceso evangelizador como lo propone nuestro Plan Pastoral: “Se parte de la misión que inicia con el primer anuncio que lleva al encuentro con Jesucristo, sigue una iniciación cristiana a través de una catequesis de itinerarios que lleva a la inserción en una comunidad eclesial, organizada en distintas pastorales y servicios, donde cada uno descubre en su vocación el envío misionero del Resucitado. “La diócesis como comunidad de discípulos misioneros, evangelizada y evangelizadora, está llamada a crecer en madurez, integración y renovación pastoral, para caminar como pueblo anunciando a Cristo a las personas y comunidades. El papa Francisco nos invita a ser una iglesia en salida, cercana, sencilla, misericordiosa, que exprese la sinodalidad a través del diálogo y el encuentro, que promueva la reconciliación y el perdón como sacramento de unidad, que sea luz y fermento en una sociedad dividida” (Plan Pastoral).

Hoy como en la sinagoga de Nazaret resuena en nosotros la misión mesiánica anunciada por el profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros la libertad; para proclamar el año de gracia del Señor;para consolar a los afligidos… Ustedes se llamarán: «Sacerdotes del Señor», dirán de ustedes: «Ministros de nuestro Dios». Jesucristo, el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, a través de su vida, muerte y resurrección, se ha cumplido a plenitud esta misión de salvación. Nosotros sus discípulos nos comprometemos a ser sus testigos, a anunciar el paso de Dios por nuestra vida, a acompañar a todos al encuentro con Jesús Nazareno, crucificado y resucitado, vida del mundo.

Vayamos pues a vivir la Semana Santa, a predicar el Evangelio, vayamos, pero vayamos juntos… Que así sea.-

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