Testimonios

Mario Briceño Iragorry, formador de conciencias

Nos invita a reconocernos en cada una de las etapas de nuestro pasado (...) Este reconocimiento nos dará conciencia histórica

Libertad León González:

A los maestros de mi país.

A quiénes siempre recuerdo y valoro,

 mis estudiantes de educación,

hoy profesionales al servicio de la patria

 

No se exagera al afirmar que absolutamente toda la obra intelectual de Briceño Iragorry

 es didáctica. Ni una sola página carece de sentido pedagógico, por lo cual es maestro cabal.

Miguel Ángel Burelli Rivas

Es importante reconocernos como educadores con vocación. Eso implica pensar en el ser humano en su proceso de formación, desde la primera infancia. La calidad de la instrucción académica se vincula al ambiente familiar. Ambos han de conducir al niño a una prosecución formativa tan sólida como ambiciosa, para desempeñarse como individuo al servicio de una sociedad.

Don Mario Briceño Iragorry es un evidente ejemplo de humanista que demostró con vehemencia esta certeza. Bien, a pesar de la muerte temprana de su padre,[1] tuvo el abrigo y la orientación de su madre, Doña María Iragorry, de quien enfáticamente dijera Don Mario: “No hubo en el mundo mujer como mi madre”, “Los años más felices de mi vida los pasé en Trujillo, al lado de mi madre” (Briceño-Iragorry, 1951, p. 45 y 46). Miguel Ángel Burelli Rivas lo confirma en la Introducción general a las Obras Completas de Don Mario Briceño Iragorry, Doña María lo formó con: “la decencia de las costumbres y las virtudes esenciales valían más, tanto como una fortuna” (1988, Tomo I, p. XVI). Igualmente, Don Mario tuvo el particular ejemplo de sus tíos, mención especial su tío político, el Dr. Victorino Márquez Bustillos (Guanare,1858- Caracas,1941) y su tío Américo Briceño Valero (San Lázaro, Trujillo, 1877- Caracas, 1955).

Es, en consecuencia, el recinto familiar concebido, como la Patria chica, el primer ámbito de riqueza moral y espiritual con que contaba Don Mario Briceño Iragorry los primeros años de su vida. Y el amor por su terruño, la ciudad de Trujillo, los héroes de la patria, protagonistas de la Historia de su país, se constituirían en la Patria grande de sus ensueños y sus desvelos. Subraya el arraigo por su ciudad cuando afirma pertenecer a la “tierra de María Santísima”, frase tradicional y fecunda de su Trujillo natal. Estas significativas apreciaciones dan apertura a su libro Mi infancia y mi pueblo (1951).

En su formación escolar temprana tendrá como referencia sustancial de ejemplo y enseñanzas a Doña Ana, esposa de Don Eusebio Salas Ochoa de la escuela de primeras letras, el sabio maestro Rafael María Urrecheaga (1826-1907)[2], quien fuera su maestro en la Escuela de Varones.

En su ensayo “Así ha sido mi vida. Esbozo autobiográfico escrito en el exilio” (1945) recuerda las primeras lecturas realizadas sobre diferentes autores, más por la intuición que por puntual orientación. Sin embargo, tendrá en la amistad cultivada en sus años de la universidad, sólidas sugerencias y espacios de acercamiento a los grandes escritores para convertirse en lo que todos ya sabemos, un venezolano insigne, un intelectual de grandes virtudes en la diplomacia, la Historia, la conciencia de pueblo. Ciudadano ejemplar, de valiosa pluma en torno a las ideas educativas, morales y éticas.  Nombres como Julio Sardi, Mariano Picón Salas y Roberto Picón Lares lo guiarán en la lectura de los clásicos castellanos y encontrará en la literatura el camino que encauce su espíritu inquieto como intelectual.

Así surge, en un primer momento el periódico Ariel junto a otro grupo de adolescentes. Considera Domingo Miliani la importancia de esta etapa de Don Mario como un humanismo inductivo: “para abrirse gradualmente hacia una visión comprensiva de la crisis nacional de valores y llegar luego a una percepción universal del hombre.” (Miliani, 1989, p.20).

En el ensayo mencionado, “Así ha sido mi vida” muestra Don Mario la importancia y el contenido de sus textos, que han de ser recuperados en las aulas de nuestras escuelas y liceos. En tal sentido, el mismo Don Mario recomienda la lectura de los siguientes títulos de su autoría:

  • Lecturas venezolanas (1926) con lecturas sobre literatura nacional para niños de 5to y 6to grado, también utilizado en secundaria y en su época por los normalistas. Hay allí lecciones sobre la Patria, el Escudo de Armas, la Bandera; la naturaleza, el árbol, la Sierra Nevada de Mérida, El Ávila; selección de textos, poemas y reflexiones de autores venezolanos, muchos de ellos próceres de la Patria.[3]
  • Tapices de Historia Patria (1933) para dictar cátedra de Historia Patria.
  • El Caballo de Ledesma (1942), ensayo que exalta la figura de Alonso Andrea de Ledesma (Villa de Ledesma, España 1535 – 29 de mayo de 1595) como símbolo anti-imperialista y ejemplo de defensa de la dignidad humana hasta el sacrificio, señalado así por Don Mario.
  • Casa León y su tiempo (1946), Premio Municipal de Literatura, libro político, acucioso y fundamental para conocer los orígenes de la oligarquía criolla en Venezuela.
  • El Regente Heredia o la Piedad Heróica (1947), Premio Nacional de Literatura, muestra las virtudes que ha de tener el hombre político.
  • Mensaje sin destino. Ensayo sobre nuestra crisis de pueblo (1951). Al cual nos referiremos más adelante.

Finalmente, el maestro sostiene:

Escolios de Mensaje sin destino, son Alegría de la Tierra, Introducción y defensa de nuestra Historia, La traición de los mejores, Aviso a los Navegantes y Dimensión y urgencia de la idea nacionalista, trabajos todos encaminados a levantar el tono de la venezolanidad y de la hispanoamericanidad. (Briceño-Iragorry, óp. cit., p. 113 y 114).

 

Un mensaje vigente

El punto de atención fundamental del ensayo, Mensaje sin destino de Don Mario Briceño-Iragorry es lo que él denomina la crisis de pueblo en función histórica. Crisis en cada época para enfrentar la realidad, pero también para enseñarnos a estar alertas al destino que nos aguarda.

Nos invita a reconocernos en cada una de las etapas de nuestro pasado, podemos decir, desde las diferentes épocas de nuestra Historia, aceptando que los procesos de cambio en el transcurrir histórico son indisolubles, la historia es continua con los aciertos y desaciertos de cada etapa. Reconocernos como venezolanos pasa por conocer nuestro pasado, identificarnos con una realidad que es el resultado de diferentes épocas y que todos hemos contribuido a concretar la realidad que hoy afrontamos.

Este reconocimiento nos dará una conciencia histórica, de pueblo, capaz de configurarnos como hombres íntegros. De continuar a espaldas de nuestro pasado y sin resguardo de nuestras tradiciones, difícilmente forjaremos como ciudadanos y, en particular, como educadores, caminos que nos conduzcan al bienestar individual y social. El llamado de Don Mario es muy claro: “sin conciencia histórica no hay sensibilidad para distinguir lo que atente contra los intereses colectivos.” (Briceño- Iragorry, 2009, p.87). Diremos entonces, la conciencia histórica encauza la conciencia política.

En su libro Lecturas venezolanas (1926) titula la primera parte con el nombre: Patria, para invitarnos a revisar puntuales lecturas que nos identifican como venezolanos. Tales lecturas son, entre otras: “Mi delirio sobre el Chimborazo” de Simón Bolívar, comienzo onírico del Libertador sobre el sueño de independencia de los países Latinoamericanos; “Resumen de la vida del General Sucre”, “Testamento del Libertador”, “La Patria” de Gonzalo Picón-Febres (1860-1918), lectura en la que se resumen todos los aspectos que han de servir para aferrarnos a identificarnos con ella:

La Patria es el amor porque en ella está el sepulcro venerado de nuestros abuelos, (…) La patria es la tierra donde salimos a la luz porque de esa tierra es que gustamos con deleite el pan jugoso y regalado fruto (…) La patria son las costumbres (…) el idioma(…) el sentimiento religioso.” (Briceño Iragorry, 1926, p.36).

Esta exaltación a la patria tiene en el poema de Antonio Arráiz (1903-1962) llamado “Quiero estarme en ti” la más intensa expresión del romanticismo de la época: “Quiero quedarme aquí, firme y siempre, sin un paso adelante, sin un paso hacia atrás, (…) Quiero ser de ti misma, de tu propia sustancia como roca” (óp. cit., p.119), poesía creadora de conciencias. La segunda parte de Lecturas venezolanas está dedicada a exaltar la naturaleza y la tercera parte a las actividades sociales. En este sentido, en la escritura de Briceño Iragorry se fusiona el interés por la historia y la literatura para lo cual serán el ensayo y la crónica las formas predominantes en su escritura.

El maestro Isidoro Requena en su libro Trujillo en sus novelas (1992), se detiene en reconocer las expresiones del liberalismo romántico en Venezuela en tanto: “defensa de lo individual de los sentimientos, de la moral. Alentó tesis nacionalistas de Patria -tierra, etnias y cultura. Cimentó su tesis sobre diversos pilares: la masonería, el espiritismo, el socialismo utópico, el catolicismo” (Requena, 1992, p.37). Nos invita, el maestro Isidoro Requena, a leer la novela de Mario Briceño Iragorry, Los Riberas (1957), para Burelli Rivas representa la síntesis de la vasta obra de Don Mario Briceño Iragorry.

Nos invita, en otro aspecto, Don Mario, a reconocer nuestro egoísmo en tanto que nos cuesta honrar a los otros, cuando de valorar los aciertos se trata, bien por desconocimiento, bien por diferencias de poco sustento. Luego, el autor afirma: “la historia no ha realizado entre nosotros su verdadera función de cultura y el pueblo vive aún en la linde mágica de la liturgia de efemérides.” (óp. cit., p. 96). No se trata solo de celebrar fechas patrias en nuestras escuelas y liceos, se trata de reconocernos en el pasado, otorgando el significado de lo que hoy somos como país en el presente.

Como venezolanos y como educadores debemos crear conciencia de país. Carecemos y seguimos careciendo de una “minoría egregia” –idea de Don Mario inspirada en el pensamiento de Ortega y Gasset- que amplíe las posibilidades de transformación de la realidad que vivimos. La confrontación entre masa y minoría de la filosofía orteguiana resuelta en el hombre medio que difunda el pensamiento de esa minoría egregia.

El mensaje del ensayo briceñiano también está dirigido a reconocer el funesto desempeño económico “hipertrofia de la riqueza” del país. Escuchemos al autor:

Cuando éramos una modesta comunidad de agricultores y criadores, y aun cuando fuimos una pobre colonia de España, nuestra urgente y diaria necesidad de comer la satisfacíamos con recursos del propio suelo. Hoy el queso llanero ha sido sustituido por el queso Kraft, la arveja andina por el frijol ecuatoriano, la cecina de Barcelona por carnes del Plata y de Colombia, el papelón de Lara y de Aragua por azúcares cubanos (…) (óp. cit., p.100).

No existe orientación sensata sobre la distribución y comercialización de los recursos del país, despilfarrados en “banal festín”; prevalece la ausencia de un “provechoso y honesto sentido de venezolanidad” (Ibídem) con la permisiva injerencia del extranjero en los recursos de la nación.

El llamado de Don Mario al pueblo es a la reflexión “sobre sí mismo, sobre su deber y su destino.” (óp. cit., p.105). Los educadores debemos estar conscientes de nuestra misión ilimitada como multiplicadores de ideas, de propósitos conducentes a fortalecer la humanidad de nuestros discentes.

El mensaje de Don Mario Briceño Iragorry, apreciados educadores, es un mensaje alentador, sin olvidar el pensamiento crítico y orientador de su discurso. Ese pensamiento de gran trujillano y venezolano ejemplar, formador de conciencias, debe ser incluido en la planificación curricular y de proyectos educativos como fortaleza de las acciones académicas emprendidas en nuestros centros educativos.

Referencias:

[1] De noche, mi padre me explicaba las constelaciones y me enseñaba la diferencia entre las estrellas parpadeantes y los dormidos luceros. Aprendí a distinguir muchas constelaciones por su nombre y fácil me era diferenciar a Casiopea de las dos Osas, y a precisar el rojizo cintilar de Aldebarán entre el conjunto del Toro. Mi padre sentía placer en preguntarme el nombre de los astros y las variantes de la Vía Láctea, delante de las personas mayores. Tal era su gusto y el que en mí había hecho nacer por la indagación del firmamento, que, en los exámenes de 1908, últimos que rendí en su presencia, me obsequió la “Astronomía Popular”, de Camilo Flammarión, cuyo segundo epígrafe, puesto por el traductor español, lo copié para encabezar el primer artículo periodístico que publiqué en 1911: “El mundo marcha, quien se detenga será aplastado y el mundo continuará marchando. Es de Balmes, filósofo cristiano, que conocía el imperio del progreso.” En: Briceño Iragorry, Mario. Obras Completas, Tomo I, p.82).

[2] Creo que de Urrecheaga apenas se han salvado los catálogos de la lengua timoto-cuicas que envió a Arístides Rojas, (después utilizados por Alfredo Jahn), y unas traducciones del alemán, que se conservan en la Sección Rojas de la Academia de la Historia. En el Ministerio de Fomento debe de estar la descripción de un invento suyo para aprovechar como fuerza motriz el oleaje marino. Hasta la edad avanzada de su muerte, creo que por 1907, la cabeza de Urrecheaga era la biblioteca de Trujillo. En: (Briceño Iragorry. Obras Completas, Tomo I, p.53).

[3] La Fundación Bibliofep recomienda entre otros los siguientes títulos de Don Mario Briceño Iragorry: Ornamentos fúnebres de los aborígenes del Occidente de Venezuela (1927).

La fundación de Maracaibo e Historia de la fundación de la ciudad de Trujillo (1829), cuyo título definitivo fue Los fundadores de Trujillo (1930). En: https://bibliofep.fundacionempresaspolar.org/dhv/entradas/b/briceno-iragorry-mario/ (Consultado el 17 de enero de 2023).

lenlibertad30@gmail.com

Diario de Los Andes/15/05/2023

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