El Domingo de Ramos ante la «Opinión Pública»
"Si hay una batalla que los poderes de este mundo buscan ganar, es la de la 'información'"
No todos aclaman a Jesús por el mismo motivo. Y hay otros que no solo no lo hacen, sino que conspiran y mueven por detrás, los hilos de la opinión pública, actividad tan indispensable para sustentar su poder religioso en tándem con el poder político para el control social.
Los críticos de Jesús son incapaces de ver las conexiones entre sus obras y el cumplimiento de las Escrituras. No quieren su mensaje desafiante, “tienen ojos, mas no ven; oídos, pero no escuchan”
Los hacedores de la opinión pública no son “neutrales”, son herramientas al servicio de los intereses de este mundo, gobernado actualmente por lo que el Papa Francisco llama “el paradigma tecnocrático”, transversal a todas las ideologías (también a las que ostentan una supuesta “superioridad moral”) y que alcanza a todos los ámbitos de la vida humana, desde su nacimiento hasta su muerte. Nada está librado al azar en su estrategia hologramática.
Una Iglesia verdaderamente sinodal es la que toca y conversa con cada uno, que busca llegar de verdad a las periferias, interesada por el destino del que está descartado por las “opiniones públicas del mundo o de misma iglesia”.
Jesús es aclamado en su entrada a Jerusalén. El frenesí emotivo del pueblo.
No todos lo aclaman por lo mismo. Y hay otros que no solo no lo hacen, sino que conspiran y mueven por detrás, los hilos de la opinión pública, actividad tan indispensable para sustentar su poder religioso en tándem con el poder político para el control social. En pocos días más, con una velocidad propia de las redes sociales actuales, preparan otra multitud para clamar por la crucifixión de Jesús y la impunidad de Barrabás, un modelo violento e inviable de liberación.
Como son especialistas en la letra de las Sagradas Escrituras, no dudan en buscar en ella la legitimación de sus intereses: “Es necesario que uno muera por el pueblo” (Ez 37 y Jn 11). Ignoran que los signos bíblicos deben ser interpretados con el Espíritu en que fueron inspirados. Los críticos de Jesús son incapaces de ver las conexiones entre sus obras y el cumplimiento de las Escrituras. No quieren su mensaje desafiante, “tienen ojos, mas no ven; oídos, pero no escuchan” (Sal 115).
Cuando alguien no quiere creer en la verdad de una idea o persona, exhibe una ignorancia deliberada, que lo distorsiona todo y justifica hasta la violencia. Es la raíz de todo negacionismo. A medida que los Evangelios se acercan a la Pasión de Jesús, vemos que esta ignorancia voluntaria y el odio cierran filas para influir en la opinión pública y exigir su muerte. Jesús está desafiando al sumo sacerdote, al templo y sus mercaderes, al orden público injusto y a esa ortodoxia religiosa anquilosada.
No todo agrupamiento es comunidad
Es tan fuerte el sentido gregario del ser humano, que necesitamos pertenecer para que nuestra individualidad no se pierda en la nada, para sentir que uno está “vivo”, ya sea en una iglesia, una nueva identidad sexual o un grupo de hooligans (todos con grandes diferencias). Pero no toda pertenencia es liberadora (ver la película “La ola” sobre un experimento real de masificación de un grupo de alumnos alemanes). Hay pertenencias que solo estimulan las emociones para servir a otros intereses que no promueven la verdad y la dignidad humana. Parece que todos tendemos a rendirnos a la tiranía de la estadística a tal punto que hoy estamos en el domingo de Ramos aclamando a Jesús y en cuatro días pedimos que lo crucifiquen o lo negamos hasta que cante el gallo.
George Orwell lo caricaturiza muy bien en “1984”. El gran hermano (símbolo del poder) reunía a la multitud en lo que se llamaba “el minuto de odio”, donde se producía una catarsis colectiva. Durante un minuto se alentaba a la masa a gritar e insultar con odio a quien el gran hermano había señalado como “chivo expiatorio” de todos los males sociales. Luego, la multitud regresaba aliviada…a seguir produciendo para el gran hermano.
En la era de las emociones (leer Victoria Camps, “El gobierno de las emociones”) en la que vivimos, se ha vuelto mucho más rápida y efectiva la manipulación social. Si hay una batalla que los poderes de este mundo buscan ganar, es la de la “información”, la de la capacidad de influir en la opinión pública de modo tal que se pueda llegar a condicionar las decisiones. Hoy más que nunca es cierto que quien domina la información tiene en sus manos el mundo. Como el señor Bash de la película “No mires arriba”, que con algoritmos es capaz de predecir e influir en la conducta de cualquier individuo.
En esta competición por el posicionamiento mediático, conseguir una buena reputación puede llevar mucho tiempo y perderla puede ser cuestión de minutos. En la acelerada realidad actual, apenas tras una frase, una acción o un simple gesto malinterpretado son suficientes para manipular el imaginario social, despertar la ira «woke» y ser inmediatamente cancelado. Basta ver cómo se ridiculizan y mal interpretan muchos gestos del Papa Francisco en tantas partes, incluso en su país donde es presentado simplemente como un monigote de facciones políticas.
Los hacedores de la opinión pública no son “neutrales”, son herramientas al servicio de los intereses de este mundo, gobernado actualmente por lo que el Papa Francisco llama “el paradigma tecnocrático”, transversal a todas las ideologías (también a las que ostentan una supuesta “superioridad moral”, como dice Piketty) y que alcanza a todos los ámbitos de la vida humana, desde su nacimiento hasta su muerte. Nada está librado al azar en su estrategia hologramática.
Las redes sociales y otras plataformas digitales se han convertido en uno de los ámbitos privilegiados para condicionar y masificar la opinión pública, especialmente entre los más jóvenes, que constituyen la mayoría de la población mundial…y la minoría en las iglesias.
Jesús sabía todo esto. No lo seducía “el baño de multitudes”, al que nuestro ego es tan afecto. Sabía que es efímero y puede responder a motivos equívocos. Había postergado su viaje a Jerusalén. Sabía la que se venía porque sólo Él conoce lo que hay en los corazones y las sociedades. El conflicto era inevitable, no se puede servir a dos señores. O se construye el Reino de Dios o se perpetúan las tinieblas de este mundo…siguiendo como estamos.
La Esperanza cristiana nace de una experiencia personal
Solo una familiaridad con alguien tocado por la Gracia, nos preserva de los sesgos cognitivos de la masificación mediática. Como el ciego de nacimiento, que termina creyendo porque ha experimentado el amor sanador del Señor, por más que los escribas lo expulsen por su testimonio.
Por eso, una Iglesia verdaderamente sinodal es la que toca y conversa con cada uno, que busca llegar de verdad a las periferias, interesada por el destino del que está descartado por las “opiniones públicas del mundo o de misma iglesia”. No solo la que organiza más reuniones con individuos de «interés mediático». Es el «gatopardismo» de que todo cambie para que en realidad todo siga igual (Lampedusa). O como decía Juan Perón:” para que algo no funcione nada mejor que formar una comisión”. Tantas reuniones y llenar encuestas no sirven de nada cuando ya se saben de antemano los resultados y sólo se ha querido dar una pátina participativa y demagógica.
En la experiencia real y de contacto personal del amor misericordioso vivido por la mujer adúltera, Zaqueo, el ciego de nacimiento, etc, nace una Vida Nueva. Personas a las que el impacto con Jesús los ha transformado en los bienaventurados proclamados por Él.
Sólo personas que viven esta transformación pascual pueden formar un pueblo nuevo, una nueva comunión y solidaridad humana. Capaz de incidir en una cultura nueva, a la medida del Reino de Dios en camino.
RD