Lecturas recomendadas

Jesús y el divorcio

Jesús fue absolutamente claro a este respecto cuando le respondió a algunos fariseos que quisieron ponerlo a prueba

Rosalía Moros de Borregales:

El Sermón del monte constituye, sencillamente, una guía práctica para una vida de integridad, sin cargas mentales que nos agobien; en otras palabras, es el camino para los que andan en la búsqueda de la felicidad, no de la que proviene de los acontecimientos externos, sino esa que nace en el corazón. Así pues, en este discurso Jesús trata los temas más importantes y trascendentes de la vida; porque para vivir una vida extraordinaria es necesario vivir lo ordinario con excelencia.

Ciertamente, el divorcio no podría escaparse de este discurso del Maestro, ya que el matrimonio, aunque tenga en la actualidad y haya tenido tantos detractores a lo largo de la historia, es y seguirá siendo un fundamento insustituible de la sociedad. Entonces, nos relata el evangelista Mateo que Jesús dijo: “También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio”. Mateo 5:31-32.

La etimología de la palabra divorcio nos muestra que en nuestra preciosa lengua castellana, el verbo divorciarse proviene del latín divortium que expresa la idea de dar marcha atrás, de volverse al estado anterior al actual. Compuesta por el prefijo di– o dis- el cual se refiere a separación, discrepancia y disolución. De tal manera que divorcio es separar lo que está unido, disolverlo para volver al estado previo de la unión.

En nuestro Código Civil venezolano, según su artículo 185 son causales únicas de divorcio: el adulterio, el abandono voluntario, los excesos, sevicia, es decir, el trato cruel y, las injurias graves que hagan imposible la convivencia como el intento de corrupción o prostitución del otro cónyuge o a los hijos, las adicciones, sea alcohólica u otras y las perturbaciones psiquiátricas graves. Todas causas, totalmente justificadas, promueven la preservación de la vida y de la salud mental.

En el antiguo Israel, Moisés les dio directrices específicas acerca de la unión matrimonial y las causas de su disolución. Los capítulos 22 y 24 del libro de Deuteronomio explícitamente señalan las causales de la llamada carta de divorcio que el hombre podía darle a la mujer, pero no la mujer al hombre. “Si un hombre toma a una mujer, se casa con ella y luego no le gusta porque la descubre haciendo algo detestable, podrá echarla de su casa si él le escribe un certificado de divorcio”. Deuteronomio 24:1. Curiosamente, también podemos encontrar en estas instrucciones que en el primer año de casados no le estaba permitido al hombre ir a la guerra, sino debía quedarse en su casa para alegrar a su mujer, dice literalmente. En resumidas cuentas, Moisés estaba tratando de ayudar a los israelitas a tener un buen matrimonio, pero, la dureza de sus corazones no les permitía hacer conforme al deseo de Dios.

El Génesis nos expresa que Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza, creó al varón y a la mujer. Y los bendijo diciendo: “Tengan muchos hijos para así poblar el mundo y ejercer control sobre él: gobiernen sobre de los peces del mar, de las aves del cielo y de toda criatura que se arrastra por el suelo”. Génesis 1:27-28. En otras palabras, la concepción de Dios sobre la unidad matrimonial fue, desde el principio, de un varón con una hembra. Y a ellos les concedió el mundo y todo lo que en él hay para vivir en plenitud. Sin embargo, debido a la dureza de los corazones, la idea primaria de Dios fue distorsionada y se introdujo en el mundo el divorcio, entre otros asuntos.

Jesús fue absolutamente claro a este respecto cuando le respondió a algunos fariseos que quisieron ponerlo a prueba, según nos relata Mateo en el capítulo 19: “Algunos fariseos se acercaron a él tratando de ponerlo a prueba, y le dijeron:—¿Está bien que un hombre se divorcie de su mujer por cualquier motivo? Jesús respondió:—¿No han leído que el Creador desde el principio “hizo al varón y a la mujer”? Y dijo: “Por esta razón el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su esposa y los dos serán un solo ser”. Así que ya no son dos, sino uno solo. Por tanto lo que Dios ha unido, que ningún ser humano lo separe. Ellos le preguntaron:—¿Entonces por qué Moisés permitió al hombre divorciarse de su esposa firmando un certificado de divorcio? Jesús les dijo:—Moisés escribió este mandamiento debido a la dureza de sus corazones, pero en el principio Dios no permitió el divorcio. Mateo 19:1-12.

Por esta razón, al hablar de divorcio, es necesario comprender el significado bíblico de la expresión “dureza de corazón”, dado que es debido a esta condición del corazón humano que el divorcio fue introducido y sigue ocurriendo hoy en cifras que asombran. En Venezuela en el año 2022 hubo 81.302 divorcios. En España, de cada 10 matrimonios, 7 terminan en divorcio. Según Statista (2020) en Estados Unidos hubo en ese año 630.500 divorcios. En México las cifras de divorcio se duplicaron en la última década. El único país del mundo aparte del Vaticano en el cual el divorcio es ilegal es Filipinas.

Al leer las Sagradas escrituras encontramos que la expresión “dureza de corazón” es presentada por Dios como la causa de un gran número de maldiciones y tragedias en la vida de Israel. Ahora bien, no es una expresión exclusiva del Antiguo testamento, puesto que nuestro Señor la usó y también los apóstoles en las distintas epístolas que dejaron como testimonio de las enseñanzas recibidas por el Maestro. Alguien que fue descrito como duro de corazón fue el faraón de Egipto, quien deliberadamente no obedeció el mandato divino de liberar al pueblo judío esclavizado en Egipto. Éxodo 7:13-22.

Un proverbio del rey Salomón nos dice: “Bienaventurado el hombre que siempre teme a Dios; mas el que endurece su corazón caerá en el mal”. Ineludiblemente, todos aquellos que de una u otra forma han persistido en una actitud de un corazón endurecido, dándole la espalda a Dios y a sus mandamientos, han terminado experimentando el mal en sus vidas. Endurecer el corazón significa cerrar los oídos para escuchar lo que Dios dice. Significa desobedecer voluntariamente sus preceptos y actuar de acuerdo a los deseos mezquinos del ego. La dureza de corazón conlleva a la injusticia, a la mentira, al engaño y a la destrucción.

Más aún, el profeta Zacarías nos revela que debido a una actitud obstinada del corazón humano en contra del buen actuar y del buen vivir, el mismo Dios endurece los corazones y enceguece la vista. Zacarías expresa la dureza del corazón como la de un diamante: “Y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que el SEÑOR de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros; vino, por tanto, gran enojo de parte del SEÑOR de los ejércitos. Y aconteció que así como él clamó, y no escucharon, también ellos clamaron, y yo no escuché, dice el SEÑOR de los ejércitos. Zacarías 7:12.

También el apóstol Juan nos dice que muchos de los religiosos de la época endurecieron su corazón contra Jesús: “Pero, a pesar de haber hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él, para que se cumpliera la palabra del profeta Isaías que dijo: Señor, ¿quién ha creído a nuestro mensaje? ¿A quién se ha revelado el brazo del Señor? Por eso no podían creer, porque Isaías dijo en otra ocasión: Él ha cegado los ojos de ellos y endureció su corazón, para que no vean con los ojos ni entiendan con el corazón, ni se conviertan, y yo los sane”.

Este es el problema que se presenta a cada hombre y mujer cuando endurece su corazón en la unión conyugal. Luego de haberse unido a otra persona por amor, abandona el compromiso, cambia una vida real por la novedad del placer momentáneo,  somete al cónyuge bajo la violencia y destruye la preciosa unión del matrimonio. Por esa razón, existe y seguirá existiendo el divorcio. Por lo tanto, discierne la condición de tu corazón, porque un corazón endurecido es una tierra seca, árida, en la cual no puede crecer la semilla del amor.

“Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios”. Hebreos 13:4.-

Rosalía Moros de Borregales

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