Islam y democracia: cómo hemos cambiado
No todos somos de Vox y a algunos nos preocupa la conversión de la Constitución en un bien privativo que se aplique por barrios y credos

Josu de Miguel/El Mundo, Madrid:
Habrán visto que las fotos que estos días acompañaban a los artículos y columnas sobre la moción de Jumilla se ajustaban al dogma orientalista. El musulmán aparece vestido con su chilaba y su kufi. Faltaba la cachimba para completar el cuadro de una semiótica periodística que a veces ha hecho la concesión de mostrar a una mujer con velo conduciendo una furgoneta. La denuncia de esa mirada colonial también deja espacio para otras fallas morales ocultas. Porque nadie parece querer caer en la cuenta de que en las imágenes hay otro problema constitucional: en las celebraciones musulmanas públicas solo vemos rezar a hombres.
A comienzos de la década de 2000 discutimos mucho sobre la compatibilidad entre islam y democracia. Nos dijeron que ese no era el debate correcto si nos declarábamos liberales. Porque a una minoría pobre y explotada no se le ponen en cuestión sus creencias, incluso aunque éstas puedan chocar con la igualdad que queremos para las mujeres blancas y españolas. Por ejemplo, el año pasado el Tribunal Constitucional amparó a una mujer que fue rechazada en la Pontificia, Real y Venerable Esclavitud del Santísimo Cristo de La Laguna, asociación religiosa de «caballeros» constituida en el siglo XVII. La doctrina queda más o menos así: habrá discriminación por razón de género cuando no se admita a mujeres en asociaciones que ostenten una posición «dominante» en el campo cultural, social o profesional.
Trasladar esta doctrina al asunto de la cesión de foros públicos para ejercer la libertad religiosa es tramposo, lo sé. Pero si filtro sus evidentes sesgos y me tomo en serio su filosofía de fondo, diría que no se pueden ceder espacios municipales a cosmovisiones que promuevan la derogación privada de derechos centrales para la democracia, como es el caso de la igualdad entre sexos. Recuerden que el Alarde municipal de Irún tuvo que abrir paso a las mujeres. Y es que, aunque la moción de Jumilla esté impulsada por un nativismo ajeno a la sociedad española, conviene advertir que no todos somos de Vox y que a algunos nos preocupa la conversión de la Constitución en un bien privativo que se aplique por barrios y credos. La advertencia no parece banal y resulta extrapolable a otros ámbitos.-
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Miércoles, 13 agosto 2025