El retrato: Henrique, Juan, Leopoldo, María Corina
Soledad Morillo Belloso:
Henrique, Juan, Leopoldo, María Corina. Que se entienda bien, escribo sus nombres en estricto orden alfabético. Queridos por muchos, repelidos por otros. Necesarios los cuatro. ¿Indispensables? Pues ninguno. (…) Los años han pasado. Y créanme, ninguno de ustedes es «muchacho». Todos ustedes pintan arrugas y canas.
Henrique, Juan, Leopoldo, María Corina. Que se entienda bien, escribo sus nombres en estricto orden alfabético. Queridos por muchos, repelidos por otros. Necesarios los cuatro. ¿Indispensables? Pues ninguno. Porque nadie es indispensable. Cada cual con sus fortalezas y su guacal de debilidades. Los cuatro con posibilidades de pasar a la historia como constructores (y hasta como héroes), o como cuatro torpes que por irrelevancia y por no comprender el momento que les tocó afrontar serán triturados por la historia. Les ha tocado muy difícil. Lo sé. Y sí, han tenido que sudar tinta china. ¿Saben qué? No voy a sentir lástima por ustedes. Por ninguno. ¿Por qué? Porque la vida es así. Se nos pone enfrente y hay que torearla como viene. Muchas veces no permite escoger ni el camino ni los compañeros de ruta. Ustedes tienen una misión, una única y dificilísima misión: recuperar la democracia para Venezuela.
Ustedes, los cuatro, quieren gobernar este país, sueñan con ponerse la banda presidencial. Está bien. Es legítima su aspiración. Cada uno de ustedes está convencido de que es la pepa del queso, que es la mejor opción y que su presidencia le daría al país y a los ciudadanos el presente y el futuro que merecen. Está bien. Pero hay un pero, un descomunal pero: para que alguno de ustedes sea Presidente de la República primero tiene que haber Nación, República, Estado. Tiene que haber libertad y al menos algo que se parezca a democracia. Y para que eso ocurra, lo saben bien, hay que salir de este túnel oscuro, sucio, maloliente, plagado de bichos y alimañas y que tiene en el fondo un matorral que se nos enreda en los pies y nos impide avanzar. Si cada uno de ustedes pretende liderar a su modo, pues continuará el desastre. No saldremos del túnel y ustedes y sus aspiraciones se volverán parte del fango.
La gente no solo está harta de las calamidades que cada día son peores y que ustedes conocen de la ‘a’ a la ‘z’. Sabe bien que la culpa de todo es de este régimen. Pero también está hastiada de verlos a ustedes en fotos individuales. Quiere la foto de los cuatro juntos. Y la comunidad internacional y los aliados lo ven como una exigencia lógica y no entienden que no sea así.
Los conozco, a unos más que a otros, pero a los cuatro. Sé de memoria sus cualidades y virtudes y también sé muy bien de qué patas cojean. Por desgracia, la política moderna ha decantado en la necia medición de «fans» y «followers». No puedo decirles cuán estúpido me parece eso. Pero es una corriente mundial que, como todas las corrientes, pasará y será sustituida por otra modalidad ojalá menos idiota. Yo no soy «fan» de ninguno de ustedes. Soy una luchadora involucrada y comprometida con una causa, la democracia en Venezuela, y creo, más bien sé, que esa también es su causa, la de los cuatro. Y por eso pongo de lado mis preferencias personales.
Los años han pasado. Y créanme, ninguno de ustedes es «muchacho». Henrique, tú naciste el 11 de julio de 1972, vas a cumplir 49 años; Juan, tú naciste el 28 de julio de 1983, ya vas a llegar a los 38 años; Leopoldo, naciste el 29 de abril de 1971, tienes 50 años; tú, María Corina, naciste el 7 de octubre de 1967, vas a cumplir 54 años. Ninguno es ya «joven», bajo ninguna clasificación. Todos ustedes pintan arrugas y canas. Y ninguno, por cierto, tiene ni una pizca de ingenuidad. Hace rato que dejaron atrás la edad de la inocencia. A estas alturas de sus vidas, la inmadurez no es excusa, es irrelevancia, majadería intolerable.
Sé muy bien qué los separa. Los cuentos los sé, y los viví. Sé las cosas que han ocurrido entre ustedes, qué los ha distanciado y conozco las disputas que sienten son insoportables. Pues no lo son. O al menos no pueden darles ustedes más importancia y peso que a la enorme misión que tienen como encomienda.
Hay un Acuerdo de Salvación Nacional. No es una propuesta perfecta y su negociación supone tener que tragarse varios nísperos verdes. El país lo sabe y está dispuesto a aceptarla aunque se tenga que tomar varias pepas de omeprazol. Pero si ustedes juntos la apoyan, si los cuatro le dan el espaldarazo a Blyde, a quien conocen muy bien, si empujan el acuerdo con fuerza y unidad, hay posibilidades de despejar el matorral dentro del túnel para poder salir de él. Y respirar. Y seguir luchando.
Seguramente hay voces que los instan al separatismo, que les llenan la cabeza de bulos o, peor, de peroratas con ese lenguaje pastoso disfrazado de palabrerío dizque profesional. ¡Cómo lamento que no esté Luis Christiansen. Él no era condescendiente, no tenía agendas ocultas y se las cantaba clarito! No oigan babiecadas. Ninguno de ustedes va a llegar sin los otros tres. Créame, hay gente en el régimen y en la falsa oposición que sale ganando con este distanciamiento de ustedes y que hará cualquier cosa para garantizar que no se saquen la foto juntos. No sean los bobos que caigan en esas trampas.
Sin ese retrato de ustedes cuatro, es decir, de la unidad, ustedes se volverán estampitas desleídas. Así que vístanse bonito y procedan. Ya luego, en algo que se parezca a democracia, vendrá el tiempo de competir. Y será el pueblo, recuperada su libertad, el que decida a cuál de ustedes ponerle la banda presidencial.
Dios los inspire y los bendiga. De ustedes depende la buena página que podamos escribir en el libro de nuestro futuro.-
América 2.1