Rescatada la «biblia» española sobre el duelo: la Iglesia sancionó con dureza los «lances de honor»
Aunque el lance de honor es tan antiguo como la humanidad, en el siglo XIX vivió una época dorada antes de desaparecer en las primeras décadas del siglo XX. Una gran campaña social contra los duelos consiguió desacreditarlos hasta acabar con una práctica que la Iglesia ya había condenado en el Concilio de Trento, condena que reiteraría después por medio de pontífices más cercanos a su reverdecer.
En 1752, la bula Detestabilem de Benedicto XIV privó de sepultura eclesiástica a quienes muriesen en duelo, aunque antes de expirar se hubiesen arrepentido y confesado. Y Pío IX, en la bula Apostolicae Sedis Moderationi de 1869, decretó la excomunión de quienes se batieran en duelo y de quienes retaran o aceptaran el reto y todos sus cómplices, pena que en 1884 se especificó idéntica para padrinos, testigos, médicos e incluso sacerdotes que acudiesen al lugar a prestar sus auxilios espirituales a los heridos.
La gran «biblia» española del duelo data de 1900, obra de Julio de Urbina y Ceballos-Escalera, marqués de Cabriñana del Monte (1860-1937): Lances entre Caballeros, publicada por Ediciones Ulises/Renacimiento en edición de José María Lancho, Luis Español y Juan de Urbina.
Un texto que recoge toda la historia y la compleja reglamentación de los duelos a pesar de su condición ilegal, y que va precedido por sendos estudios introductorios de los editores, configurando así una obra imprescindible para comprender el papel que desempeñó esta institución desaparecida hace aproximadamente un siglo.
Luis Español, durante la presentación en el Senado de «La Revolución española vista por una republicana», de Clara Campoamor, una obra que ha rescatado del olvido, convirtiéndola en un bestseller sobre la Guerra Civil. Foto: Clara Sánchez.
Luis Español es un investigador de la Historia bien conocido por rescatar del olvido obras y personajes que no merecía esa marginalidad. Por citar dos ejemplos, ha biografiado a Julián Juderías y preparado una edición crítica de La Leyenda Negra (también nos ha recordado a dos campeones contra ella: Charles Lummis y Juan Cebrián) y dio a conocer para las generaciones actuales la severa reflexión sobre la Segunda República de Clara Campoamor, La Revolución española vista por una republicana.
-¿Por qué rescatar ahora Lances entre caballeros?
-A mí nunca me había interesado especialmente el duelo, pero cuando conocí a José María Lancho, que practica la esgrima, en la Biblioteca Nacional, hace veinte años, me habló del duelo, de cómo una actividad prohibida fue practicada por los mismos que la prohibieron. Publicamos algún artículo juntos y por separado, y un día le propusimos a Abelardo Linares publicar el Cabriñana… El libro es fascinante… Y le hemos dedicado una larga introducción, para contextualizar el fenómeno y para subrayar aspectos desconocidos del duelo… José María reivindica, con argumentos que a mí me han convencido, que el origen del duelo es español y andalusí para más señas… Y también hablamos del Marqués de Cabriñana. Su sobrino-nieto, Juan Cayetano de Urbina, aporta unos valiosísimos apuntes biográficos.
Julio Urbina, marqués de Cabriñana, participó en varios duelos y escribió la gran aportación de la bibliografía española a esta peculiar costumbre.
-¿Por qué revivió el duelo con tanta fuerza en el siglo XIX?
-Sin duda en el siglo XIX se potencia lo individual, la idea de que el destino de una persona está en sus propias manos, algo que tiene que ver con la autotutela que implica la aceptación del duelo. Se podría hablar incluso de un origen liberal del duelo moderno… Si ahora, el siglo XXI, es el de las restricciones, de las prohibiciones, del no podemos o no debemos, el siglo XIX alimentó todas las ambiciones…
-¿Cuál fue la actitud de la Iglesia?
-Cabriñana da una lista de sanciones eclesiásticas. Pero no insiste demasiado en la cuestión… Es jurista, pero no especialmente canonista. Y para qué vamos a engañarnos, a todos esos señores, católicos ejercientes, no les gustaba reconocer que el duelo era un pecado gordísimo… Una cosa es jugarte la vida y otra jugarte el alma… Podemos añadir que la Iglesia siempre ha estado en contra del homicidio -por mucho que lo aceptaran las partes- igual que estaba en contra del suicidio, aunque fuera producto del libre albedrío. Si hubo Papas como San Pío V que condenaron las corridas de toros, por sanguinarias, imagínate si no iban a condenar los duelos… Cuando Cabriñana publicó su libro, en 1900, hacía sólo diecinueve años que León XIII había publicado su Pastoralis Officci, donde lo califica como «aberración».
-Esas sanciones, ¿se llevaban a efecto o eran teóricas?
-Me consta algún caso, como el del marqués de Pickman, muerto durante un duelo, en 1904, cinco años después de la edición del libro de Cabriñana. La familia lo enterró en el panteón familiar, pero el arzobispo Spínola exigió el traslado al cementerio civil. Se organizó un verdadero motín de los obreros de la casa Pickman y de la prensa anticlerical protestando contra la decisión del prelado; lo cuenta con todo detalle Miguel Martorell, autor de un estupendo libro Duelo a muerte en Sevilla, que estoy leyendo estos días.
-Si se sancionaba, es porque algunos católicos lo practicaban…
-El duelo es, como la violencia y la guerra, un tema ante el que el pensamiento cristiano experimenta una fecunda crisis. Del pacifismo radical de los primeros cristianos a las cruzadas, hay mil años de reflexión acerca del derecho a defenderse o a tomar la iniciativa… ¿Cómo defenderse sin infligir dolor o la muerte a otro? ¿Cómo reaccionar ante el insulto, ante cualquier tipo de agresión?
«Lances entre caballeros«: una obra y unos estudios introductorios definitivos para comprender la importancia histórica del duelo y de su desaparición.
-En la introducción se cuenta el gran impacto social que tuvo un duelo concreto para desacreditar esta práctica: el que enfrentó a Benigno Varela, director de «El Evangelio», supongo que católico, y Juan Pedro Barcelona, director del «Aragón», medio republicano…
-Ahora mismo no sabría decirte si El Evangelio era un “diario” confesional, pienso que era más bien radical y quizá anticlerical, si tenemos en cuenta que Varela apoyaba a Nakens, la encarnación del anticlericalismo español, y que lo del Evangelio no hay que entenderlo literalmente. Quedan contados ejemplares de ese medio…
-¿Qué sucedió?
-Se trató de un duelo nacido de una discusión sobre otro duelo… Varela era un habitual de las salas de esgrima y de los duelos, y le gustaba exhibir su destreza. Los dos contendientes eran amigos, se conocían de siempre y eran oriundos de Zaragoza, donde se verificó el duelo el 8 de septiembre de 1906. Por lo visto, se adelantó Varela -el gatillo de las pistolas de combate podía ser muy flojo- y le acertó a su adversario cuando éste todavía estaba de espaldas. La herida fue grave y, como siempre en aquella época sin antibióticos, daba igual que el paciente mejorara: al final se declaraba la correspondiente septicemia y moría. Los jueces del lance estimaron que no se habían cumplido las condiciones mínimas, que aquello era un asesinato puro y duro, y hasta una asociación contra el duelo quiso ejercer de acusación popular.
-¿Por qué tuvo este caso más impacto que otros?
–Juan Pedro Barcelona era un periodista admirado y una persona muy conocida en la Zaragoza de 1906. Mariano de Cavia le dedicó un gran artículo biográfico.
-¿Hubo entonces juicio por asesinato?
-Lo curioso de la historia es que mientras Varela estaba en prisión, el gran periodista Gómez Serrano, otro duelista habitual, que en aquel momento estaba en París, contó que había cenado con Varela, que éste se había fugado de la cárcel y había llegado a Francia, huyendo de la justicia. Una historia alucinante, y más si tienes en cuenta que Varela seguía en prisión…
-¿Qué pasó con él?
-Sobre Varela yo no sabía nada hasta que leí, hace unos días, el magnífico artículo biográfico que le dedica Javier Barreiro, autor también de su entrada en el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia. Al final salió bien librado Varela de la muerte del desdichado Barcelona, pero estuvo más veces en la cárcel por delitos de imprenta. Eso te da una idea de cómo las gastaban en aquel tiempo: si hacías unos versos satíricos contra un poderoso, te metían en chirona; si matabas a otro con ocasión de un duelo, y aunque no hubieras respetado las consabidas reglas, no forzosamente te caía encima una pena… Lo que sí es cierto es que la muerte del periodista sirvió la propaganda contra el duelo.
-¿Qué condujo a la desaparición del duelo en España y en Europa?
-La voluntad de desprestigiarlo. Cuando el príncipe carlista Alfonso de Borbón y Habsburgo lanza su campaña contra el duelo, contará con numerosas adhesiones. El duelo conservaba su prestigio entre personas jóvenes, pero había ya muchos duelistas consumados, muchos viejos que estaban cansados de tanta tontería… Eso sí, un gobierno podía caer por culpa de una bofetada, como sucedió con el incidente entre Sánchez Guerra y un general que detalla Romanones en sus memorias…
-En la introducción explican ustedes el papel que jugó la prensa contra el duelo…
-La mejor forma de desprestigiar una institución consiste en ridiculizarla, lo que consiguió por ejemplo Wenceslao Fernández Flórez con su cuento Lances entre caballeros en que explicaba que no se apuntaba a ninguna liga antiduelista porque aquello era ridículo…Empieza así el cuento: “He recibido una circular invitándome a formar parte de una asociación que se ha impuesto el deber de perseguir el duelo. No me he inscrito. Igual conducta adoptaría si se pretendiese alistarme para combatir contra los escitas o para hacer oposición a la política de Trajano”.
-El origen de muchos duelos eran los -digámoslo así- «conflictos amorosos». ¿Qué papel tuvieron las mujeres en el final de esta costumbre?
-Hay un factor que no tenemos nunca en cuenta, y es que el siglo XX es, también, el del ascenso de la mujer en el orden social. Y a la inmensa mayoría de las mujeres los duelos no les hacían maldita la gracia. Los discursos sobre el honor y el duelismo son algo muy masculino, muy estúpido. A ninguna madre le hace gracia que le expliquen que su hijo ha muerto o se ha quedado medio tonto de un balazo en la cabeza, o mutilado, por culpa de un desafío generalmente absurdo y con pretextos pueriles. Muchos escritores denunciaban el duelo como un asesinato ritual.
-¿Por ejemplo?
-Acuérdate del final de La Regenta de Clarín, cuando el infeliz del Regente se tiene que enfrentar en duelo al seductor de Ana, Álvaro Messía, un gusano picaflor que mata al marido ofendido, al meterle un balazo en la vejiga…
-Antes ha mencionado la implicación del rey carlista Alfonso Carlos I, pero también lo hizo su rival dinástico, Alfonso XIII. ¿Tanto era el clamor contra el duelo que en esto sí coincidían?
-La verdad es que a la campaña contra el duelo lanzada por el pretendiente carlista se acabarían uniendo incluso personalidades liberales… En cuanto al propio rey Alfonso XIII, siempre fue activista contra el duelo. El rey fue una figura extraordinaria en el ámbito de las iniciativas humanitarias: nunca se le agradecerá bastante a Alfonso XIII su actitud durante la Primera Guerra Mundial, organizando la oficia pro-cautivos en Palacio, al margen de los Gobiernos, a la que Juan Pando dedicó el más bello de los libros, Un rey para la esperanza…
-En el estudio introductorio se apunta un tema interesante: las leyes de protección al honor o la penalización del adulterio parecen ser consecuencia de la supresión del duelo. ¿Cosas que hoy se consideran «retrógradas» fueron «avances» para evitar la sangría del duelo?
-La ley tiene que responder a una necesidad. Cuando las personas sufren una agresión, si les quitamos el derecho a defenderse, el derecho a la autotutela, tenemos que defenderlas de algún modo. La penalización del adulterio tiene más que ver con la protección de la institución familiar que con la del propio honor. Hoy la palabra “honor” no está de moda, se prefiere hablar de “respeto a la integridad moral”.
-Y otro asunto sugerente: ustedes distinguen entre la «ideología caballeresca» y el concepto de honra, y la ideología y el concepto de honor. ¿Podría explicar la diferencia?
-El honor es mi propia dignidad. La honra es la estimación ajena, la que me dan los demás. Yo puedo carecer de honor a mis propios ojos, porque conozco lo podrido de mi corazón y lo hipócrita de mi actitud, pero conservar mi honra de cara a los demás, que no tienen ni idea de lo miserable que puedo llegar a ser… O, al revés, puedo ser un hombre de honor, con una profunda dignidad y autenticidad, sin recibir la menor honra por parte de los demás. La ideología caballeresca consiste en ir batiéndose para adquirir honra, reconocimiento. Una cuestión interesante sería hablar del honor de los mártires.
-¿En qué sentido introduce ese concepto?
-Opino que un santo, sobre todo un mártir, es puro honor, es alguien que lo arrostra todo por sus convicciones, por su fe; sin embargo, de los demás sólo recibe humillaciones, dolor y escarnio. Por eso la Iglesia honra a los mártires, es una forma de reparación de la honra perdida y de exaltación del verdadero honor…
-La imitación de Cristo…
-A Cristo no parece que le preocupara la honra y sí más el honor, puesto que recomienda huir de las honras, de la exhibición de la caridad, de buscar el sitio de honor en la mesa; Cristo recomienda la humildad y la discreción. El mayor honor es el de Dios, bien absoluto, pero cuando lo clavan a un madero, le quieren arrebatar toda su honra, la cruz es una pena infamante. Como ves, da para mucho…
01 julio 2021