Opinión

El castrocomunismo y su nefasta influencia sobre Venezuela

Gehard Cartay Ramírez:

Este es un tema, aunque parezca insólito, del que no se ha ocupado -como debería- el sector analítico del país y, menos aún, la mayoría de la dirigencia opositora.

Algo extraño, sin duda. Porque habiendo sido la relación entre Venezuela y Cuba un tema histórico de importantes repercusiones, antes y ahora, resulta insólito –insisto– que no se haya producido una mayor y más contundente insistencia en su análisis y denuncia. Más insólita aún resulta la falta de reacción de un grueso sector de los venezolanos ante un invasor depredador como lo ha sido y lo sigue siendo el régimen castrocomunista cubano.

Se trata también de algo ilógico, porque desde 1959 la influencia de la denominada Revolución Cubana ha resultado, de una forma u otra, absolutamente nefasta para Venezuela. Parece mentira que desde aquel pequeño país y en distintos momentos, varios sucesos hayan tenido repercusiones desgraciadas para nosotros, condicionando, para mal, reciente historia venezolana. Y no sólo la nuestra: en América Latina y África, su descarado intervencionismo también lo ha demostrado.

En Venezuela, desde que el castrocomunismo asumió el poder en Cuba hemos sufrido su influencia perversa. Aquello comenzó tan temprano como el 25 de enero de 1959 cuando Fidel Castro –a escasos días de haber tomado el poder– hizo su primer viaje fuera de Cuba y vino a Caracas, donde fue recibido clamorosamente. En tal ocasión, habló con Rómulo Betancourt, ya presidente electo y próximo a tomar posesión de su cargo. Le pidió entonces la friolera de 300 millones de dólares. Betancourt le dijo que no, y Castro, por lo visto, no lo olvidó jamás.

Hay que recordar, así sea fugazmente, esa historia, que algunos olvidan y otros desconocen: a principios de los años sesenta, Castro y su régimen encandilaron a un sector ultraizquierdista de la juventud venezolana, adscritos al Partido Comunista (PCV) y al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), desprendimiento de AD, que luego pretendió imitar aquí la guerrilla castrista triunfante en Cuba.

Pocos años después, a partir de 1962, el dictador cubano comenzó a entrenar y financiar a las guerrillas en Venezuela para implosionar la naciente democracia venezolana y cumplir el imposible proyecto de convertir al continente latinoamericano en otra Sierra Maestra. A mediados de 1963 el gobierno de Betancourt anunció que había capturado en Punta Magoya, en las playas de Falcón, una gran cantidad de armamento de guerra, proveniente de Cuba. En este empeño intervencionista transcurrieron varios años y en mayo de 1967 el castrocomunismo propició una invasión armada por Machurucuto, Estado Miranda, formada por milicianos cubanos y guerrilleros venezolanos. En todo caso, esa aventura terminó siendo otro intento inútil, derrotado por las fuerzas militares leales al régimen democrático.

Anteriormente, sin embargo, habían ensayado la vía del golpe de Estado, acompañado de insurrecciones militares como El Barcelonazo (junio de 1961), El Carupanazo (mayo de 1962) y El Porteñazo, (junio de 1962), producto de la infiltración comunista en la institución castrense. Esas aventuras fracasaron por la decidida actuación de la mayoría institucionalista de las Fuerzas Armadas Nacionales. Al final, fracasadas las guerrillas y las sublevaciones militares, optaron por el terrorismo urbano, con una secuela lamentable de muertes de civiles inocentes. También fueron vencidos en aquella aventura criminal. Posteriormente, sectores revisionistas del PCV y del MIR plantearon el abandono de tales prácticas y el regreso a la lucha democrática y electoral.

Se produjo luego un obligado receso en los intentos castrocomunistas por dominar a Venezuela. Más tarde se normalizarían las relaciones entre ambos países, al punto de que en 1989 Fidel Castro sería la gran atracción en la segunda toma de posesión presidencial de Carlos Andrés Pérez. Por cierto que también condenaría la intentona golpista de Chávez en 1992 y enviaría a CAP un meloso telegrama de solidaridad.

Las relaciones entre CAP y Castro constituyen otro capítulo que habrá que estudiar a fondo, porque pareciera que aquel también fue seducido por Castro a partir de los años setenta. Todavía en 1998 –en plena campaña electoral–, defendía al dictador cubano: en un programa con Marcel Granier señaló que Estados Unidos y Chávez tenían un acuerdo para aislar a Castro (¿?). Los interesados pueden ver el siguiente video en Youtube y constatar aquel hecho extravagante.-

La Gran Aldea/América 2.1

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