Testimonios

In memoriam: Carmen rojo de Guitérrez

He celebrado la eucaristía de estos días no por un difunto sino por quien vive para siempre porque es la promesa del Señor para los siervos buenos y fieles

Cardenal Baltazar Porras Cardozo:

 

El rostro apacible, la sonrisa a flor de piel, la palabra que acoge y la fe sincera, sencilla, pero profunda, aprendida desde niña en su lar nativo asturiano, acompañó durante su larga vida a Doña Carmen, con perdón, porque nunca quiso títulos sino su simple nombre, es el mejor recuerdo que guardo de quien junto con su esposo Manuel, atravesaron un día ya lejano el océano para venir a abrevar en tierras venezolanas. Aquí levantaron la familia con el trabajo tesonero, con la ilusión de amasar con el sudor de cada día, los hijos que adquirieran las virtudes que traían, se formaran bien para ser personas útiles abiertas al servicio de quienes tocaran a sus puertas.

 

Gocé y disfruté del cariño y las atenciones que prodigaba a borbotones cada vez que compartía en el lar familiar junto a sus hijos Manuel y Maricarmen, con los nietos, con los amigos, entre ellos con sus paisanas con las que jugaban de vez en cuando a las cartas. Su yerno Raimondo la llamó siempre mamá, signo del amor y cuidado que tuvo por ella. Mimó a sus nietos con esa amplitud con la que los abuelos consienten a los retoños de sus hijos. Nunca le oí hablar mal de nadie, porque siempre encontraba el lado bueno de las cosas. Sus vecinos y amistades de Mucuchíes donde levantó a sus hijos la recordaban con aprecio y gratitud. Es la virtud de la gente sencilla y honesta dispuesta a compartir con quien tocaba a sus puertas lo que tuviera. Es la generosidad de los sencillos y humildes de quienes es el reino de los cielos.

 

He celebrado la eucaristía de estos días no por un difunto sino por quien vive para siempre porque es la promesa del Señor para los siervos buenos y fieles. En lo poco fuiste fiel entra en el gozo de tu Señor. En compañía de su amado Manuel cuya ausencia le dejó un gran vacío asumido en el silencio y entre lágrimas con la entereza de la mujer fuerte que describe la Biblia.

 

Disfrutar del oasis de la ternura y el cariño sincero, sin cortapisas y sin esperar nada a cambio es una lección necesaria en los tiempos que corren en los que las amistades fingidas buscando intereses bastardos es lo que abunda, es lo que nos debe seguir las huellas de quienes en lo sencillo y sin apariencias nos regalan lo mejor de sí, la trasparencia y la trascendencia que nos lleva al Altísimo y al servicio a los demás. Descanse en paz, querida mamá Carmen y desde el cielo protege con la intercesión de María Santísima a los tuyos que fueron muchos más que tus seres queridos. Que así sea.-

19-2-24

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