¿Por qué quiso la Virgen quedarse en Chiquinquirá?
Así nació una de las advocaciones marianas más queridas en América Latina
La historia comienza en el año 1560, cuando el español Antonio de Santana recibió el encargo de administrar Suta (Boyacá). Fue él quien solicitó al fraile dominico Andrés Jadraque una imagen de la Virgen María, para colocarla en la capilla de la región.
Fue así cuando Fray Andrés fue a Tunja y encargó a Alonso de Narváez que le pintara una copia de la imagen de la Virgen María. Esta pintura se hizo en un lienzo de algodón de 1,26 x 1,13 cm., tejido por los indios, utilizando mezcla de tierra de colores y zumo de yerbas y flores. Al ver que a los lados de la imagen quedaba mucho espacio decidió pintar al lado derecho a San Antonio de Padua y al lado izquierdo pintó a San Andrés.
Esta imagen fue colocada en la capilla donde Fray Andrés catequizaba a los indios. Cuando éste fue enviado a otro convento la imagen quedó abandonada y con el tiempo la capilla se deterioró, hasta el punto de dañar la imagen. El cuadro, por tal motivo, fue usado para otros quehaceres domésticos puesto que había perdido su belleza.
En 1577 muere Antonio de Santana y su esposa decide retirarse a la aldea de Chiquinquirá y llevar consigo el lienzo que era usado para los servicios domésticos. Al pasar los años, María Ramos, cuñada del difunto, decide vivir también en Chiquinquirá y ahí encuentra el lienzo abandonado y en muy mal estado.
Marko Vombergar | Aleteia | I.MEDIA
María se quiso quedar en Chiquinquirá
“¿Hasta cuándo, rosa del cielo, habéis de estar tan escondida? ¿Cuándo será el día en que os manifestéis y os dejéis ver al descubierto para que mis ojos se regalen de vuestra soberana hermosura, que llene de alegría mi alma?”, repetía María Ramos con frecuencia. Hasta que el 26 de diciembre de 1586 fue testigo de una luz fulgurante que salía del cuadro e invadía la capilla. Toda la pintura estaba renovada completamente, aunque permanecieron los agujeros que tenía.
Alzando el cuadro se distinguía aún el rostro de la Madre Santísima que permaneció encendido todo el día; hasta quedar la imagen tal como hoy se contempla. La noticia se propagó velozmente y fueron muchos los que acudieron a ver la imagen renovada.
Actualmente, son muchos los que peregrinan al Santuario y se postran ante el cuadro de María para pedir su intercesión.
Una invitación al recogimiento
Este cuadro ante el cual san Juan Pablo II consagró a Colombia bajo los cuidados de María, estuvo en varias capillas desde el prodigio ocurrido. Finalmente se ubicó en el Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, que desde sus inicios ha sido encargado a los dominicos. Año tras año recibe la visita de los peregrinos.
En él se descubre el rostro de María que destaca por su modestia y ligera sonrisa, sus ojos entrecerrados mueven al recogimiento. Aparece con un velo blanco que cubre su cabeza y viste un manto celeste, una túnica rosada. Un rosario cuelga de las manos de María y del Niño Jesús. Con la derecha Él tiene un hilo que pende del pie de un pajarillo.
A la derecha de María, está san Antonio de Padua, quien sostiene un libro. Sobre él está el Niño Jesús con el mapamundi en sus manos. Con la derecha sostiene una palma. A la izquierda está san Andrés leyendo la Sagrada Escritura y cogiendo la cruz del martirio.
María sostiene en sus brazos al Niño Jesús invitándonos a acogernos a Él, quien puede remediar todos nuestros males.
Aleteia Colombia – publicado el 09/07/18