Así era doña Carmen Valverde
Carlos Canache Mata
Después del asesinato de Leonardo Ruiz Pineda, líder de la resistencia, perpetrado por la dictadura de Marcos Pérez Jiménez el 21 de octubre de 1952, se ha acostumbrado, ese día de cada año, realizar, a su memoria, un oficio religioso en la Catedral de Caracas. Asisten a la ceremonia, dirigentes y militantes de Acción Democrática y personas vinculadas a este partido, como también representantes de otras organizaciones políticas y de diversos sectores sociales. Recuerdo que un 21 de octubre de fines de la década de los años sesenta, la ofrenda luctuosa al líder contó con la presencia de doña Carmen Valverde, quien fue esposa de Rómulo Betancourt, durante sus dos ejercicios presidenciales, habiendo cumplido, con dignidad y sencillez, su rol de Primera Dama del país.
Concluida la ceremonia, minutos después salgo de la Catedral, atravieso diagonalmente la Plaza Bolívar, dirigiéndome al Palacio Legislativo, y, para mi sorpresa, en la esquina de Las Monjas veo a doña Carmen haciendo cola en espera de hacer una llamada desde un teléfono público. Me le acerco, me dice que va a llamar a su hija Virginia para que viniera a buscarla. Le manifiesto que desistiera de esa comunicación telefónica, ya que el chofer del automóvil que tenía asignado como Primer Vicepresidente de la Cámara de Diputados –cargo que entonces yo ocupaba- podía llevarla a su residencia. Con una gran humildad me expresó que eso iba a ser una molestia que no quería causarme. Le respondo que no había tal molestia, que yo iba a trabajar en mi oficina y, que el automóvil, estacionado en el lado norte del Capitolio –se lo señalo con el dedo- no lo iba a necesitar sino horas más tarde. Ella persiste en su propósito de hacer la llamada telefónica. Sólo pude vencer su insistencia cuando, con el mayor respeto, tomándola por el brazo, la aparto de la cola telefónica y la llevo al automóvil, diciéndole al chofer que la conduzca a la dirección que ella le indique.
Esa era Doña Carmen Valverde, una venezolana de excepción que, en buena hora, Costa Rica nos había regalado.-