Lecturas recomendadas

Derechos para el Desarrollo

Las iniciativas para el desarrollo deben tener en cuenta la centralidad de la persona humana

Rafael María de Balbín:

“La solidaridad universal, que es un hecho y un beneficio para todos, es también un deber” (S. PABLO VI. Enc. Populorum progressio, n.17). Los derechos presuponen siempre unos deberes: sin ello serían simplemente arbitrarios. Los derechos humanos no se fundamentan simplemente en un consenso social, que puede o no producirse en un momento dado. Se basan en lo que es conveniente para las personas, según su común naturaleza humana, y que viene señalado por la ley moral natural. Y compartir los recíprocos deberes pone en acción las iniciativas humanas de mejoramiento.

El crecimiento demográfico de la humanidad no es un asunto baladí, porque afecta a bienes humanos esenciales como la vida y la familia. “No es correcto considerar el aumento de población como la primera causa del subdesarrollo, incluso desde el punto de vista económico” (BENEDICTO XVI. Enc. Caritas in veritate, n. 44). Más bien es clara la crisis de algunas naciones por la disminución forzada de la natalidad.

El verdadero desarrollo del hombre implica respetar los valores humanos en el ejercicio de la sexualidad, que no es un mero instrumento de placer o de juego, ni una instrucción técnica para proteger de contagios infecciosos o del peligro de procrear. El antinatalismo es un signo de fatiga moral y de falta de confianza en el futuro, con desconocimiento de la hermosura de la familia y del matrimonio como despliegue de la persona en el don de sí. Así “los Estados están llamados a establecer políticas que promuevan la centralidad y la integridad de la familia, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, célula primordial y vital de la sociedad” (Ibidem).

Desde hace ya  años se viene hablando de la responsabilidad social de la empresa y de la ética empresarial. Pero no cualquier consideración es propiamente ética, sino solamente aquella que sea “una ética amiga de la persona” (Ibidem, n. 45). Es lo que enseña la Doctrina social de la Iglesia: la dignidad de la persona humana, creada a imagen de Dios, guiada por las normas morales naturales. Toda la economía y las finanzas son una actividad humana, y deben ser éticas en su totalidad, no sólo en algún aspecto marginal de beneficencia.

En su Encíclica Benedicto XVI recomienda la existencia de empresas que ocupen una zona intermedia entre el profit y el non profit, que sin excluir el beneficio económico se orienten hacia objetivos humanos y sociales. Las iniciativas para el desarrollo deben tener en cuenta la centralidad de la persona humana, donde las personas y los pueblos sean protagonistas de su propio progreso, con programas flexibles, que reclaman las valoraciones prudenciales y excluyen las fórmulas prefabricadas.

Son también importantes los deberes del hombre en relación con el propio ambiente natural. En la naturaleza el hombre debe advertir las huellas de Dios, su verdad y su amor, administrándola de una manera responsable y equilibrada. Ciertamente la naturaleza no-humana carece de la dignidad de la persona humana, pero no es un conjunto de datos fácticos, manipulables con la violencia del capricho.

La naturaleza “tiene un carácter normativo incluso para la cultura (Ibidem, n. 48). La naturaleza debe contribuir al bien del hombre, especialmente en el uso de los recursos no renovables solidariamente con los países más pobres. “En nuestra tierra hay lugar para todos” (Ibidem, n. 50), pero hay que pensar en las nuevas generaciones. Hay que tener en cuenta la desertización, el empobrecimiento de grandes sectores, el daño causado por las guerras, la escasez de agua.

“El modo en que el hombre trata al ambiente influye en la manera en que se trata a sí mismo, y viceversa” (Ibidem, n. 51). Cuando se respeta la ecología humana en la sociedad, también la ecología ambiental se beneficia: si se respeta y promueve el derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural; si se rechaza la concepción artificial, el aborto procurado, la eliminación de ancianos e incapacitados, la investigación con embriones humanos. La verdad y el amor no se pueden producir, sólo se pueden acoger. La vocación al desarrollo humano integral tiene a Dios, Verdad y Amor, como su única fuente.-

(rbalbin19@gmail.com)

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