Carta abierta a Miguel Diaz-Canel, Presidente de Cuba
Presidente,
A nadie, salvo a los psicópatas, les gusta ser percibidos como los inductores del terror. Eso fue lo que cambió abruptamente el domingo 11 de julio. Regresaron, volando del más allá, Esteban Ventura y Conrado Carratalá, dos famosos asesinos de Batista, y se confundieron con los revolucionarios. Se modificó sustancialmente el relato. Los revolucionarios pasaron de ser los protagonistas de una historia gallarda de resistencia frente a la adversidad, a ser percibidos como lo que son: unos abusadores que les pegan, hasta matarlos, a jóvenes desarmados que pedían libertad.
El estallido social se veía venir. El Movimiento San Isidro y la canción Patria y Vida fueron los puntos de inflexión. Su gobierno, Presidente no supo responder.
Como siempre han hecho, dieron un do de testículo sin advertir que las circunstancias son otras. Fue un error no conversar con esos jóvenes.
Los cubanos llevan décadas subalimentándose en casas semiderruidas por la incuria de sus gobernantes. Con frecuencia, tienen que evacuar sus viviendas porque se vienen abajo. La educación y la sanidad son del tercer mundo, (menos para los “mayimbes”, claro). Las ropas, los zapatos y los teléfonos móviles son objetos tan preciados que te pueden matar para quitarte unos tenis o un celular. El transporte es del cuarto mundo. Internet va y viene al criterio de los jefazos. Y, sin embargo, nada pasaba.
¿Qué ocurrió el 11 de julio? Sucedió que Fidel murió a fines del 2016 y Raúl, aparentemente, se había retirado. Sucedió que casi se acabaron los alimentos. Las manipulaciones oficiales con la moneda terminaron de hartar a la sociedad porque era una estafa tras otra.
Nada irrita más al trabajador que le paguen en una moneda sin poder adquisitivo y le vendan en una divisa que vale 20 o 30 veces más que su magro salario. Sucedió el calor del espantoso verano cubano y la ausencia de abanicos eléctricos y mucho menos de aires acondicionados.
Sucedió la pandemia del Covid 19. Ustedes, Presidente, gestionaron muy mal esa crisis. Las vacunas “Abdala” ni siquiera tienen el visto bueno de las autoridades sanitarias cubanas o venezolanas. Sólo han llegado a un porcentaje minúsculo de la totalidad de los habitantes de la Isla, mientras 12 millones de vacunas han ido a parar a Venezuela. Se han atrevido a decir que su eficacia es del 92%, tras tres dosis. ¿Por qué ese 92%? ¿Para no ser menos que la vacuna rusa? Con la vida de las personas no se juega, Presidente. La secretividad no es una virtud en estas cuestiones. Ya sabe, porque lo dijo Martí, que no se manda una República, como si fuera un campamento militar.
Estas confiscaciones comenzaron durante el gobierno de Eisenhower y se intensificaron en los mil días de Kennedy. Pero cuando Obama restableció relaciones en el 2014 y trató de allanar el camino entre ambas naciones, lo acusaron de imperialista y de tener intenciones ocultas de anexar a la Isla, tendencia que, supuestamente, estaba presente en Estados Unidos desde comienzos del siglo XIX, a partir de la presidencia de Thomas Jefferson.
Usted, Presidente, si no quiere provocar un golpe militar, tiene que abrirse al diálogo con la sociedad. Ya se han dado de baja miles de personas. Los más conspicuos son los artistas que todos conocemos: Chucho Valdés, los Van-Van, Leo Brouwer (sobrino-nieto de Ernesto Lecuona) y Silvio Rodríguez (se lo está pensando).
Pero hay un general, Viceministro del Ministerio del Interior, llamado Jesús Manuel Burón Tabit, muy disgustado con el cariz que han tomado los atropellos en Cuba, de acuerdo con Juan Juan Almeida y publicado en ABC de Madrid. Aunque si este no fuera, otro lo sustituiría.
Raúl, a sus noventa años, está muy viejo y ha vivido para complacer a Fidel. No tiene remedio. Incluso, después de enterrado el Comandante gravita sobre todos ustedes. ¿Qué dijeron en las reuniones? Se preguntaron qué hubiera hecho Fidel Castro. Pero Fidel no entendía nada del mundo actual, y murió entretenido dedicado a la producción de Moringa. Podía vencer, pero no convencer. La democracia sirve, entre otras cosas, Presidente, para evitar la violencia. Es verdad que usted puede perder el poder, pero de qué le sirve el gobierno si usted es universalmente repudiado. La revolución cubana fue ejemplar en sus comienzos, pero el proceso fue rechazado paulatinamente. Los últimos vestigios de lozanía los perdió el 11 de julio pasado. A partir de entonces han quedado como asesinos y matones. Ese rol, Presidente, no le gusta a nadie. Continuarán las deserciones.
Carlos Alberto Montaner *Periodista y escritor @CarlosAMontaner Vicepresidente de la Internacional Liberal |