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Libertad Religiosa Ahora

El auge del secularismo, junto con la desafiliación religiosa masiva, ha alterado la situación de los cristianos que trabajan para cumplir el mandato divino

David G. Bonagura Jr., profesor en el Seminario St. Joseph, de Nueva York:

“Pido, humildemente, que usted abandone la mentalidad de víctima”, me escribió recientemente un crítico; arguyendo, que el nuestro es un país laico. “El cristianismo no está siendo atacado, sino colocado en su lugar, como una religión entre muchas, en una república pluralista, multirracial y democrática”.

Para los cristianos que han sido llevados a los tribunales, multados, o que han perdido sus trabajos por adherirse a la moralidad bíblica —Jack Phillips, Kim Davis y las Hermanitas de los Pobres son ejemplos destacados— no es probable que la sensación de ser atacado sea una exageración. La moralidad bíblica, que hasta hace unos años era compartida por la mayoría de los estadounidenses, de repente se ha considerado una amenaza para el bienestar de los demás. Al otro lado del Atlántico, en Finlandia, una miembro del parlamento está siendo juzgada por incitación al odio, porque apoya la moralidad bíblica. De manera, que debe estar en juego algo más que, simplemente, pedir a los cristianos, en nombre del pluralismo, que se mantengan, como cualquier otro grupo, entre muchos otros.

El asunto, acerca de si los cristianos son las víctimas más recientes en Estados Unidos, se conecta con una paradoja más profunda: Jesucristo fue una víctima cultural y política —Caifás y Pilato lo dejan abundantemente probado. Pero la confusa cultura y la política fracturada de Roma sirvieron, sin proponérselo, a un propósito divino: hicieron de Cristo la víctima sacrificial ofrecida a Dios para el perdón de los pecados. Cuando nos arrodillamos en adoración ante Cristo, oramos apropiadamente: “Oh Víctima Salvadora, abre anchas las puertas del cielo, para nosotros [que estamos] abajo”.

La consecuencia lógica parece ser, que los cristianos también deberían ser tales víctimas: “Si a mí me persiguieron, a vosotros os perseguirán”. (Juan 15:20.) Por milenios, fuerzas culturales y políticas hostiles han quitado la vida a heroicos mártires cristianos, cuyas muertes dan testimonio del triunfo de Cristo sobre el mundo. Es por eso que la oración a la Víctima Salvadora continúa diciendo: “Nuestros enemigos avanzan por todos lados; Tu ayuda provee, Tu fuerza otorga.”

La Víctima, que resultó ser el Vencedor, ordenó a Sus seguidores que guardaran Sus mandamientos y que hicieran discípulos en todas las naciones. Esta es la misión cristiana, que se ha llevado a cabo en todo tipo de culturas y situaciones políticas, a veces como víctimas, a veces como vencedores.

Aunque Cristo predijo la persecución, los cristianos, por supuesto, preferirían vivir y evangelizar como vencedores. Un marco cultural y político propicio para el mensaje cristiano sirve como suelo fértil para la gracia divina, y el código moral cristiano ciertamente proporciona una base sólida sobre la cual una entidad política puede enmarcar sus leyes. Esta fue la situación durante la mayor parte de la historia estadounidense.

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El auge del secularismo, junto con la desafiliación religiosa masiva, ha alterado la situación de los cristianos que trabajan para cumplir el mandato divino. La presión de grupo y las expectativas sociales afectan la fe de una persona. Cuando estas influencias son indiferentes o incluso hostiles a la religión, los efectos en la fe de una persona pueden ser mortales. Considere la cantidad de cristianos que, después de haber pasado cuatro años fuera de casa en la universidad, ya no van a la iglesia, después de haberse graduado.

Con seguridad, gran parte de la culpa de la descristianización de Estados Unidos recae en el cristianismo institucional, con la Iglesia Católica al frente de la fila, por su fracaso en catequizar y estar a la altura de sus propias enseñanzas morales. La podredumbre interna, sin embargo, no provoca demandas y la cancelación de los miembros restantes del cristianismo. Sin duda, fuerzas hostiles fuera de la Iglesia han apuntado al cristianismo por negarse a ceder ante las demandas de la Revolución Sexual, que ahora ha llegado a su etapa de Reino del Terror.

El movimiento de libertad religiosa es una reacción defensiva que busca protección legal para las personas e instituciones cristianas que se niegan a conformarse con el zeitgeist progresista. No es una estafa destinada a habilitar una teocracia. Las objeciones a la libertad religiosa de los cristianos se pueden reducir, a menudo, a un solo principio: que la persona religiosa o la institución religiosa en cuestión —propietarios exclusivos, agencias de adopción, hospitales, escuelas, empleadores— pudieran recibir un amplio derecho a discriminar a las personas LGBTQ.

Y así, volvemos a la cuestión de la victimidad (Véase aquí el concepto de victimidad). Los religiosos conservadores se encuentran entre los críticos más vocales de una política de identidad que persiga promover la situación de grupos minoritarios como víctimas perpetuas de instituciones inherentemente racistas y sexistas. Irónicamente, el juicio cristiano conservador de la política de identidad refleja el juicio progresista sobre los cristianos: que la afirmación de la víctima es exagerada y que los grupos deben encontrar formas de llevarse bien con los demás —vive y deja vivir, en la vieja fórmula.

Discutir sobre qué grupo es “una víctima mayor” es inútil. Dejando a un lado la política de identidad, sabemos al menos que la batalla entre progresistas y cristianos por la revolución sexual continuará porque, como dijo recientemente el profesor de derecho de Harvard, Adrian Vermeule, “la tolerancia celebrada por los defensores del liberalismo parece ser más ciencia ficción, que hechos.» La Revolución ha decidido que no puede coexistir con el cristianismo, por lo que busca marginar la fe antigua.

El movimiento de libertad religiosa ha demostrado que los cristianos no permanecerán como víctimas pasivas en los asuntos temporales. Siempre conscientes de que “los hijos de este mundo son más astutos para tratar con su propia generación que los hijos de la luz” (Lucas 16:8), los cristianos han acudido a los tribunales, donde la batalla por el derecho de la moralidad bíblica, a existir, se ha estado desarrollando durante años —y seguirá haciéndolo.

Pero los cristianos comprometidos en la lucha, o viendo cómo se desarrolla esta, deben recordar la lección de la Víctima Salvadora y Sus mártires: a veces Dios permite que Sus hijos sean víctimas del mundo, para facilitar otro tipo de victoria. Diez días después del martirio de las carmelitas de Compiègne en 1794, el Reino del Terror francés llegó a su fin.

En medio de la batalla cultural y política, el propósito divino mayor es el ancla y la esperanza de los cristianos: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” (Juan 16:33).-

David G Bonagura Jr.
DOMINGO 13 DE FEBRERO DE 2022

Tomado/traducido por Jorge Pardo Febres-Cordero, de: https://www.thecatholicthing.org/2022/02/13/religious-liberty-now/?utm_source=The+Catholic+Thing+Daily&utm_campaign=61f0738a59-EMAIL_CAMPAIGN_2018_12_07_01_02_COPY_01&utm_medium=email&utm_term=0_769a104a90702

Sobre el Autor        

David G. Bonagura Jr. enseña en el Seminario St. Joseph, de Nueva York. Es el autor de Steadfast in Faith: Catholicism and the Challenges of Secularism [Firmes en la fe: el catolicismo y los desafíos del secularismo], y de Staying with the Catholic Church: Trusting God’s Plan of salvation [Permaneciendo en la Iglesia Católica: Confiando en el plan de salvación de Dios].

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