Henri Didon, el religioso dominico que acuñó el lema olímpico: «Citius, altius, fortius»
“Citius, altius, fortius” (más rápido, más alto, más fuerte). Así es el lema oficial olímpico que ha vuelto a resonar a lo largo de las últimas semanas con motivo de los Juegos Olímpicos de Tokio 2021.
La expresión se la debemos al padre Henri Didon (1840-1900), dominico francés recordado gran pedagogo y pionero del movimiento deportivo internacional
Didon era director del colegio dominicano en Ile de France, una región alrededor de París, donde organizó competiciones deportivas y pronunció las tres palabras latinas que darían lugar al lema
“Citius, altius, fortius” (más rápido, más alto, más fuerte). Así es el lema oficial olímpico que ha vuelto a resonar a lo largo de las últimas semanas con motivo de los Juegos Olímpicos de Tokio 2021. La expresión se la debemos al padre Henri Didon (1840-1900), dominico francés recordado gran pedagogo y pionero del movimiento deportivo internacional. Este año, el comité olímpico decidió añadir una cuarta palabra, “juntos”, a la divisa acuñada por el dominico, famoso en su época y apenas conocido en la actualidad a pesar de ser uno de los principales precursores de los juegos olímpicos modernos.
Para Didon, “citius” hacía referencia al espíritu, a los estudios; “altius”, a la elevación del alma en el camino hacia Dios; y “fortius”, al dominio del cuerpo, conformado por el deporte. Pero, ¿dónde se sitúa el origen del lema?, ¿cuál es su historia? Tal como explicaba hace unos días el portal suizo Cath.ch, en 1891, el padre Didon era director del colegio dominicano en Ile de France, una región alrededor de París, donde organizó competiciones deportivas. Fue en el discurso al final del acto cuando pronunció las tres palabras latinas que darían lugar al lema; las hizo bordar en la bandera de la escuela e inscribirlas en el frontón de la institución, también fueron utilizadas en forma de canción por los alumnos del centro.
“Tres meses antes de aquel hecho”, apunta Cath.ch, “Pierre de Coubertin había venido a pedir el apoyo de Dido para convencer a las escuelas religiosas de que aceptaran los partidos deportivos contra las escuelas laicas. El dominicano se convenció fácilmente y, pocos días después de la reunión, creó una asociación deportiva oficial dentro de su escuela”.
Después de aquel encuentro, pasaron tres años hasta que el lema se hizo oficial en el marco del Primer Congreso Olímpico, que tuvo lugar en 1894 en la Sorbona de París. Y dos más hasta los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, celebrados en Atenas. El dominico francés acudió a la capital griega acompañado por un numeroso grupo de estudiantes de la escuela que dirigía, Albert-le-Grand, y ofició la misa en los juegos.
Un amor de infancia
Formado en Roma y ordenado sacerdote en Aix-en-Provence a los 22 años, Didon había dado cuenta de su talento deportivo estando en el seminario menor de Rondeau, en Grenoble, donde en 1855, ganó tres títulos en las «Olimpiadas de Rondeau», celebradas cada cuatro años. Recordando esta experiencia, varias décadas después, estableció juegos deportivos en Arcueil y participó en el movimiento deportivo de la época.
Su vocación religiosa se despertó durante un viaje al monasterio de la Grande Chartreuse, cerca de Grenoble y en septiembre de 1856 tomó el hábito con los dominicos. Promovido a teólogo, Henri Didon tuvo una vida intensa: fue un orador de talento que predicó en capitales europeas como Londres, Lieja y el propio París, más tarde fue capellán militar durante la guerra franco-prusiana de 1870; quedó atrapado con el ejército francés en el asedio de Metz; cayó enfermo y se refugió en Ginebra tras la capitulación de Francia.
Defensor de la unidad nacional al terminar la guerra, predicó por una «regeneración de Francia», cosa que provocó que el arzobispo de París le valió una sanción impuesta por parte del arzobispado de París, por la que tuvo que exiliarse en en Córcega en 1880. En la isla mediterránea escribió un libro sobre la vida de Jesús, una obra de 1.000 páginas muy bien recibida en Francia y en el extranjero y cuyos derechos fueron utilizados para financiar las obras de la escuela Albert-le-Grand, en particular las instalaciones de gimnasia, o los viajes escolares.
En 1891, llevó a 75 estudiantes a Roma, donde fueron recibidos por el Papa. En el colegio Arcueil, el padre Didon insistió especialmente en los valores del deporte. “Creo que los ganadores del fútbol tienen muchas posibilidades de ser los ganadores del mañana en las competiciones intelectuales”, dijo. Sabía que el deporte escolar tenía fuertes adversarios, a quienes calificaba como “eternos reaccionarios”.
Tras un viaje de estudios a Gran Bretaña entre 1898-1899, donde Didon observó el sistema educativo inglés, fue invitado a comunicar sus conclusiones al gobierno francés. Fue allí, ante la comisión de educación, donde explicó sus orientaciones pedagógicas. Henri Didon murió repentinamente el 13 de marzo de 1900 en Toulouse. Entre los numerosos homenajes que se le rinden, la Unión de Sociedades Deportivas Atléticas Francesas saluda a «este monje liberal que fue el primero en abrir las puertas de una casa religiosa a los deportes atléticos».-
02.08.2021 Jordi Pacheco-Religión Digital