Beato Agustín Kazotic, Obispo de Lucera
El Beato Agustín Kazotic fue un obispo dominico nacido en Trogir, Dalmacia, Croacia en 1260. Ingresó muy joven a la Orden de Predicadores (dominicos), estudiando primero en Spalato, su región natal, y posteriormente en la Universidad de París, Francia, hacia 1286. Acabados sus estudios viajó a Hungría, donde entabló una profunda amistad con el cardenal Nicolás Boccasini, quien más tarde se convertiría en el Papa Benedicto XI.
En 1303, el Cardenal Boccasini consagró a Agustín como Obispo de Zagreb, capital de Croacia. Por aquel entonces, Zagreb era un territorio caracterizado por las pugnas entre facciones aspirantes al trono. La nobleza estaba dividida y la diócesis padecía los estragos producidos por la inestabilidad política y social. En ese contexto, el Obispo Agustín se convirtió en propulsor de la virtud y la paz entre los ciudadanos, destacando por su prudencia y tenacidad. Tuvo que aguardar cerca de 20 años para que aquellos enfrentamientos desaparecieran.
Luego, en 1318, Agustín tuvo que entrevistarse con el Papa Juan XXII -uno de los Papas del periodo de Aviñón- para solicitar su intervención en la solución del conflicto entre el rey de Croacia y el rey de Hungría, Carlos I. Por fortuna, aquella gestión dio los frutos esperados y Croacia pudo mantenerse en paz. Durante su estadía en Avignon escribió un tratado pastoral en el que condenaba la adivinación, la superstición y la brujería, pero recomendaba educar al pueblo en torno a estos problemas y no simplemente castigarlo.
Algunos años después, en 1322, el mismo Papa Juan XXII lo trasladó a la diócesis de Lucera, Puglia, Italia, donde desarrolló una gran obra en favor de los pobres y necesitados, así como en el fortalecimiento de la vida religiosa. Fundó varios conventos, algunos regentados por miembros de su Orden, los dominicos. Lucera era una ciudad que había sido el hogar de miles de musulmanes sarracenos deportados desde Sicilia.
Al Obispo Agustín Kazotic se le dio la tarea de reconstruir la presencia cristiana en dicho lugar. Bastó un año para que sus esfuerzos empezasen a dar fruto, lo que le acarreó enemistades entre los líderes de la población musulmana de la ciudad. Fue, precisamente, un sarraceno quien atentó contra su vida, golpeándolo y dejándolo mal herido. Falleció a causa de dicho ataque, el 3 de agosto de 1323.
Sus reliquias se encuentran en la Basílica de Santa María de la Asunción en Lucera, Italia. Su fiesta se celebra el 3 de agosto.-
ACI Prensa