II Seminario Internacional Teología. Mons. Azuaje: Una fe no entendida es una fe débil
«Participamos para cambiar. No podemos salir iguales, todo aquello que edifica y que es compartido en la comunión de la Iglesia nos hace avanzar en las responsabilidades asumidas en ella»: son palabras del Presidente del Episcopado Venezolano y Arzobispo de Maracaibo, Monseñor José Luis Azuaje Ayala, entrevistado por Vatican News, refiriéndose a la importancia de participar en el II Seminario Internacional de Teología que tendrá lugar bajo el tema: «La Renovación Eclesial en Clave Sinodal y Ministerial», del 7 al 10 de septiembre de 2021, de forma virtual. El pastor señala la necesidad de «entender de qué se trata el futuro que tendremos y cómo cada uno puede contribuir a crearlo». «Nadie se puede sentir excluido, la palabra no la tienen los expositores profesionales y especialistas, sino el Espíritu Santo en cada bautizado que tiene siempre algo que decir, algo que aportar», afirma.
En el primer seminario, que tuvo lugar en 2019, se abordó el tema de «Reforma de estructuras y conversión de mentalidades en la Iglesia hoy». Monseñor José Luis Azuaje Ayala se refiere, para iniciar, a los inicios de este camino formativo:
R.- El Papa Francisco, desde que dio inicio a su ministerio petrino, nos ha invitado a asumir una profunda renovación integral de y en la Iglesia, asumida desde una conversión personal, pastoral y eclesial, lo que implica un cambio de mentalidad en los cristianos con opciones prioritarias: la opción misionera, la opción preferencial por los pobres, la opción por una Iglesia pobre para los pobres; todo ello desde la centralidad en Jesucristo y en la dignidad del ser humano que no vive de forma aislada, sino en plena interrelación con todo lo existente, de allí su propuesta de integralidad, porque todo está conectado en la historia.
Para que esto se dé, se necesitan profundas reformas estructurales que venzan la actitud autorreferencial de la Iglesia, al mirarse tantas veces a sí misma en defensa de sus posiciones, que contradice el espíritu pastoral del Concilio Vaticano II, por lo que es necesario una Iglesia que deje de contemplarse a sí, para contemplar a Jesús que camina en medio de su pueblo, de tal forma que logre desinstalarse y salir al encuentro de los hombres y mujeres que con sus propias experiencias de vida, testimonian el valor de la existencia relacional y la experiencia de la esperanza en situaciones de injusticias.
Cuando hablamos de renovación eclesial, hablamos de la renovación de todos los miembros del pueblo de Dios, de una Iglesia con rostros diversos, con variadas experiencias de vida; no se trata sólo de mover cosas de un lado para otro, sino de desechar y dejar atrás acciones, tradiciones y programas que ya no sirven para la evangelización en el tiempo actual; es decir, superar el “siempre se ha hecho así”, o el “más de lo mismo”, para entrar en la dinámica de proponer nuevas realidades pastorales que den respuestas a los desafíos actuales, principalmente a este momento tan doloroso como es el de la pandemia y el de las injusticias de nuestros pueblos debido a la violencia organizada, la corrupción, la inequidad, el empobrecimiento, el populismo que resquebraja los valores democráticos y a ideologías sectarias que van haciendo presencia en nuestros pueblos.
¿Cuál es la importancia de la formación teologal para todos los cristianos, en particular en el camino sinodal que está por iniciar?
R.- Una fe no entendida es una fe débil, que se queda en los sentimientos, en las emociones y no penetra al ámbito de las decisiones de vida. Reconozco que como humanos necesitamos también los afectos, pero hay que trascender para darle sentido al creer, para poder decir como Pablo, “creí, por eso hablé” (2Cor 4,13), abrir el compás del nutriente cognoscitivo sabiendo que «la suerte futura de la humanidad está en manos de aquellos que sean capaces de transmitir a las generaciones venideras razones para vivir y para esperar» (GS, 31); y esto no se improvisa.
En la Iglesia nos hemos quedado cortos en plantear una seria formación teológica a los cristianos, no solo catequética, que es una buena labor, sino que hay que apuntar más allá, a un nivel de formación teologal donde se exprese vivamente la revelación de Dios que ha querido hacer historia compartida con la humanidad, el sentido de la encarnación de un Dios que se ha anonadado, que se hace hombre, que humaniza todo su entorno, que ha servido a los pobres y ha dedicado su vida a liberar de las ataduras del pecado y de las injusticias a hombres y mujeres, que le ha dado sentido a la historia llevándola más allá de lo contingente, abierta a la resurrección.
Este camino comprensivo tenemos que hacerlo todos juntos, de forma sinodal, caminando juntos, sintiéndonos hermanos, dejando distinciones que nos separan y hasta humillan, sabiendo que somos servidores los unos para con los otros en la construcción de un nosotros. Es el momento en el que hay que sacar a relucir los compromisos del pacto de las catacumbas, de aquel otoño del ’65, principalmente para el sector jerárquico, porque no es hora de presentar títulos ni de sentirnos salvadores, sino salvados a través de la humildad de la Iglesia, como signo universal de salvación, que se abre a Jesús pobre y servidor de todos. Desde esta base es creíble la palabra de Dios y el testimonio de la Iglesia, caminando juntos, en igualdad de condiciones, laicos, religiosos, religiosas, sacerdotes, diáconos y obispos; haciendo que el clericalismo vaya esfumándose, así como las pretensiones de poder de algunos grupos de Iglesia cerrados en sus tradiciones y posesiones. Hay mucho que hacer por delante. Insisto, la imagen que nos motiva es la de Jesucristo pobre y servidor entre los pobres.
¿Puede hablarnos de los temas que abordarán los expositores?
R.- El punto focal, a mi entender, es que para que se dé una renovación eclesial, es decir, de todo el pueblo de Dios, debemos caminar juntos y asumir como criterio de vida el servicio a todos, sin distinción. El primer servicio de la Iglesia a la humanidad es evangelizar, como bien lo ha expresado San Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi, “Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa” (n. 14). Esta es una síntesis clara y certera de la misión de la Iglesia que hoy el Papa Francisco propone como un gran sueño, al afirmar: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación” (EG,27).
Por eso los temas a reflexionar son de sumo interés en este momento que inicia la preparación del Sínodo de la Sinodalidad y también la Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe. Estos temas se refieren a la Sinodalidad en América Latina y El Caribe, en una Iglesia laical, asumiendo la participación de los laicos en la gobernanza eclesial, que hasta ahora ha sido muy clerical y sin mucha apertura, a pesar de los grandes carismas que están inmersos en el pueblo de Dios, por lo que queda un reto pendiente: la toma de decisiones en la Iglesia, tema que será reflexionado el tercer día. Este seminario nos pondrá a reflexionar también sobre el servicio de nuestras Conferencias episcopales y diócesis en clave sinodal, apuntando siempre a una labor de construcción del reino de Dios que tiene asidero en una Iglesia comunidad de comunidades.
Todo esto se podrá realizar si hay conciencia de la necesidad de que la Iglesia se renueve, haga un giro copernicano y no se mire a sí misma, sino que tenga una actitud de salida, con la participación y corresponsabilidad de todos en un caminar juntos, de forma sinodal, por lo que se hace necesario la reforma del ministerio ordenado fundamentada en la Sagrada Escritura como revelación y en la reflexión teológica; para ello es necesaria la contribución de las universidades y las instancias formativas en la Iglesia, que generen procesos de investigación y reflexión teológico pastoral que implique una toma de conciencia de los cambios pertinentes en una nueva época.
Las contribuciones de este seminario serán, ciertamente, de suma importancia en el camino sinodal convocado por el Papa Francisco, y el objetivo del próximo seminario será ofrecer algunas claves teológicas, eclesiológicas y pastorales sobre el significado y la práctica de la sinodalidad.
¿Por qué participar?
R.- Hay que participar para ejercer el principio de la sinodalidad; es decir, caminar todos juntos, manifestar la comunión que debe haber en las instancias eclesiales; pero, como estamos en un proceso reflexivo-creativo, para entender de qué se trata el futuro que tendremos y cómo cada uno puede contribuir a crearlo. Nadie se puede sentir excluido: la palabra no la tienen los expositores profesionales y especialistas, sino el Espíritu Santo en cada bautizado que tiene siempre algo que decir, algo que aportar desde sus propias palabras, cultura, sentidos, comprensiones, para adelantar un cúmulo de proposiciones que ayuden a hacer más viable el mensaje del Evangelio en medio del pueblo de Dios, un pueblo que es sujeto, que evangeliza, que es santo, que es fiel. Hace apenas unos días se cerró el tiempo de escucha hacia la Asamblea Eclesial, fue una experiencia de diálogo, de escucha, de intercambio muy fructífero donde, podríamos decir, el pueblo de Dios habló y escuchó.
También participamos para cambiar. No podemos salir iguales, todo aquello que edifica y que es compartido en la comunión de la Iglesia nos hace avanzar en las responsabilidades asumidas en ella. Por ejemplo, en este tiempo de pandemia y de tanto sufrimiento estamos llamados a ejercer la dimensión social de la evangelización para dar sentido al sufrimiento desde la Cruz de Cristo, desde su presencia en medio del pueblo, sufriendo con él y muriendo con él, pero también dando esperanza porque no todo termina en la Cruz, sino que trasciende a la Resurrección.
Participamos porque nos sentimos Iglesia, congregación, sujetos activos. Tiene que pasar el tiempo donde unos decían y otros obedecían: hoy todos compartimos desde el “sensus fidei” nuestra responsabilidad bautismal. Abrirse al otro, acercarnos, hacerlo uno con uno, nos hace más humanos y más hermanos. Una Iglesia en salida no se construye en un escritorio, se construye en la calle, en la vida, en la experiencia cotidiana, en la experiencia espiritual del día al día, sin ritualismos, sino en la humildad de las expresiones de nuestro humilde pueblo, en la práctica de la religiosidad popular, con una mística encarnada en la cotidianidad del pueblo, sobre todo de las periferias. Esto nos da una pauta de conversión: si antes todo iba de las catedrales a las periferias, ahora el camino es a la inversa, de las periferias a las catedrales; por eso el Papa Francisco nos dice que prefiere una Iglesia herida y manchada por salir a la calle y estar en medio de la gente, sirviéndola, particularmente la más pobre, que una Iglesia centrada en sí misma (cf EG 49).
Como conclusión diría que es necesario tener una conversión teologal, es decir, revisar profundamente desde la revelación, la imagen de Dios que tenemos cada uno, para darnos cuenta si es realmente el Dios que Jesús nos reveló; de ahí podemos pasar a una conversión eclesial para darnos cuenta si la Iglesia en la que creemos y servimos es la Iglesia de Jesucristo que hoy se expresa desde el Concilio Vaticano II; para pasar a una conversión pastoral donde nos damos cuenta de nuestra responsabilidad misionera desde el bautismo y no como delegación temporal de cualquier instancia de Iglesia; estar claros y convencidos que no son los otros, sino un nosotros, los sujetos de la evangelización, un nosotros que es pueblo; de esta forma pasamos a la conversión de estructuras, porque siempre son elaboraciones para tiempos determinados y se hace necesaria la renovación de las mismas para evitar la autoreferencialidad y la inercia.
Con la finalidad de colaborar con los procesos formativos, y en el marco de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe y el próximo Sínodo de los Obispos, el Seminario ha sido organizado por el Instituto Nacional de Pastoral de Venezuela (INPAS) de la Conferencia Episcopal Venezolana, la Facultad de Teología de la Universidad Católica Andrés Bello de Venezuela (ITER-UCAB) y la Facultad Eclesiástica de la Escuela de Teología y Ministerios de Boston College (STM), con el patrocinio del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y la Confederación Latinoamericana de Religiosos/as (CLAR). Se contará con la participación del Cardenal Mario Grech, Secretario General de la Secretaría del Sínodo de los Obispos, y los dos Subsecretarios, la Hna. Nathalie Becquart XMCJ y Mons. Luis Marín de San Martín OSA. También presente Mons. José Luis Azuaje, Arzobispo de Maracaibo y Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, el Cardenal Baltazar Porras, Arzobispo de Mérida y Administrador Apostólico de la Arquidiócesis de Caracas, Monseñor Héctor Miguel Cabrejos OFM, Presidente del CELAM y la hermana Gloria Liliana Franco ODN, Presidente de la CLAR.
Es posible seguir el eveneto en los canales de YouTube Formación Continua Boston College o INPAS Venezuela en los siguientes horarios de inicio cada día:
3 pm en el Norte de México/California
4 pm en Costa Rica/Honduras/El Salvador
5 pm en Colombia/Perú/Panamá/Ecuador
6 pm en República Dominicana/Bolivia/Paraguay/Venezuela
7 pm en Argentina/Brasil/Chile/Uruguay
Vatican News