Víctor Manuel Fernández: «Hay una obsesión de algunos católicos por ridiculizar y acallar a su propio Papa»
"Fratelli tutti en esta guerra fría: hora de tomar una decisión"
«En esa especie de ‘guerra fría’ en la que estamos, intervienen apasionadamente los mismos católicos, con una especie de obsesión por ridiculizar y acallar a su propio Papa»
» El ‘sálvese quien pueda’, irracional y suicida, le ganó al ‘nadie se salva solo’. El gran sueño ‘pospandemia’ parece ser únicamente el de lanzarse a una descontrolada carrera de consumo, de viajes, de huida»
«Esta megatendencia individualista ha afectado aun la mentalidad de muchos católicos, que terminan viendo al Papa como un enemigo que se opone a las propias convicciones políticas. Así se advierte que la pasión política puede más que la pasión por el Evangelio»
«¿Hasta dónde puede llegar ese fanatismo disfrazado de ‘recta doctrina’?…En muchos católicos, la pasión política puede más que la pasión por el Evangelio»
«Esto nos muestra hasta qué punto era necesario este grito profético que es Fratelli tutti, que viene a completar la Doctrina Social de la Iglesia con una contundencia tal que ya no es posible esconder su potencia desestabilizado.
Estamos en una especie de “guerra fría”, fuertemente ideológica, que se traslada a la lucha política de los distintos países. Se juega particularmente en los medios y sobre todo en las redes sociales, donde no falta una buena cuota de trolls e influencers. Lo paradójico es que en ella intervienen apasionadamente los mismos católicos, con una especie de obsesión por ridiculizar y acallar a su propio Papa.
El tiempo que pasamos en pandemia está mostrando secuelas importantes en la psicología de las personas y en el estilo de vida. Lejos de pensar en la humanidad como familia, unos pocos países acumularon y aun desecharon vacunas, mientras muchos otros sobreviven con un escaso porcentaje de vacunados, de manera que quedan activos múltiples focos que son caldo de cultivo de nuevas variantes del virus. El “sálvese quien pueda”, irracional y suicida, le ganó al “nadie se salva solo”. El gran sueño “pospandemia” parece ser únicamente el de lanzarse a una descontrolada carrera de consumo, de viajes, de huida. Además han crecido movimientos radicalizados y una renovada fobia hacia los pobres y los extranjeros, como si fuesen los culpables de los grandes problemas de los pueblos.
La bomba contracultural
En este contexto, Fratelli tutti cae como una bomba contracultural, como una insolencia irracional y molesta. Porque su invitación a reconocer el valor inalienable de cada persona humana y su llamado a un amor universal que arrope a los últimos, está lejos de un romanticismo sin consecuencias. Implica, por ejemplo, una defensa de los inmigrantes, pues es inaceptable “que el lugar de nacimiento o de residencia de por sí determine menores posibilidades de vida digna y de desarrollo” (121), ya que “si en realidad el mundo es de todos, no importa si alguien ha nacido aquí o fuera de los límites del propio país” (125) y “cada país es asimismo del extranjero” (124).
También incluye inevitablemente el rechazo de la pena de muerte y de una justicia vindicativa, propone una concepción diferente de la vocación empresarial y tantas otras cuestiones que hoy perturban a las mentalidades inclinadas al individualismo liberal con sus dogmas. Por otra parte, el planteo de fondo no es más que el de la Doctrina Social de la Iglesia, que mana de las más hondas convicciones del Evangelio. ¿Acaso podríamos decir otra cosa para adaptarnos a lo que parece políticamente correcto?
¿Hasta dónde llegó la ideología?
El problema es que esta megatendencia individualista ha afectado aun la mentalidad de muchos católicos, que terminan viendo al Papa como un enemigo que se opone a las propias convicciones políticas. Así se advierte que la pasión política puede más que la pasión por el Evangelio. Es muy difícil ya colocar una frase en el propio Facebook sobre la compasión, la generosidad, la defensa de los más débiles, y más aún si se la acompaña de una cita del Papa Francisco, sin que aparezcan algunos católicos embravecidos gritando con letras de molde: “¡Populistas! ¡Irracionales! ¡Comunistas! ¡Tontos!”.
¿Hasta dónde puede llegar ese fanatismo disfrazado de “recta doctrina”? De hecho ya llegó a su climax. Quiero dar un ejemplo contundente para mostrar hasta qué punto esta violenta avanzada nos ha lavado el cerebro y nos ha vuelto obsesivos.
Tiempo atrás un domingo (Domingo XXVI del Tiempo Ordinario) muchos sacerdotes omitieron o suplantaron la segunda lectura. ¿Por qué? Porque podía ofender a muchas personas y ser interpretada políticamente. Se trataba de Santiago 5, 1-6 que dice cosas como estas: “Vosotros ricos, llorad y dad alaridos… Vuestra riqueza está podrida… Habéis acumulado riquezas… El salario de los obreros que segaron vuestros campos y que no habéis pagado está gritando… Habéis vivido sobre la tierra lujosamente… Habéis engordado para el día de la matanza”. Claro, leer un texto así en la Misa, por más que lo explicáramos, podía confirmar que la Iglesia protege a los populistas ociosos que pretenden vivir del Estado sin trabajar, o que no valora el esfuerzo de los emprendedores, etc. etc.
¿Cuál fue la reacción ante la presencia de este texto en el Leccionario? Que se hizo todo lo posible por esconder la Palabra de Dios, por acallarla, por disimular su sentido directo y preciso, o directamente se optó por reemplazarla o quitarla.
No debería llamar la atención entonces que se haya hecho lo mismo con Fratelli tutti, aun dentro de la propia Iglesia. Bien dijo Francisco que “se trata de otra lógica” (127). Es un llamado profético irritante que brota del Evangelio y que nos sumerge en una lógica que el mundo ya no puede siquiera tolerar.
Excusas “católicas”
Para justificar su rechazo ante Fratelli tutti, algunos supuestos pensadores católicos han afirmado que este llamado al amor universal es “new age”, o que reniega de la metafísica, o que responde al “Nuevo Orden Mundial”, o que es imposible un amor universal porque sólo hay fraternidad entre los bautizados, y otros argumentos que harían retroceder al Magisterio católico al menos 600 años atrás. Sin embargo, aunque esta encíclica es un ejercicio de diálogo aun con los no creyentes, Francisco se encargó de explicar que la propuesta no es en modo alguno light o carente de fundamentos sólidos.
Por ejemplo, para evitar entenderla como una defensa de la dignidad humana sin sustento metafísico, afirma lo siguiente: “Si hay que respetar en toda situación la dignidad ajena, es porque nosotros no inventamos o suponemos la dignidad de los demás, sino porque hay efectivamente en ellos un valor que supera las cosas materiales y las circunstancias, y que exige que se les trate de otra manera. Que todo ser humano posee una dignidad inalienable es una verdad que responde a la naturaleza humana más allá de cualquier cambio cultural” (213).
O para evitar caer en el universalismo superficial e ideologizado de algunos movimientos mundiales explica: “Tampoco estoy proponiendo un universalismo autoritario y abstracto, digitado o planificado por algunos y presentado como un supuesto sueño en orden a homogeneizar, dominar y expoliar” (100). A los católicos que le acusan de proponer una fraternidad sin Dios, les dice que “los creyentes pensamos que, sin una apertura al Padre de todos, no habrá razones sólidas y estables para el llamado a la fraternidad” (272).
Y si lo que afirman es que prescinde de las convicciones cristianas, les dice que “si la música del Evangelio deja de sonar… habremos apagado la melodía que nos desafiaba a luchar por la dignidad de todo hombre y mujer… Para nosotros ese manantial de dignidad humana y de fraternidad está en el Evangelio de Jesucristo” (277).
No hay marcha atrás
Pero no hace falta seguir, porque igualmente hallarán otras excusas para sostener que sólo se dejarán inspirar por Francisco cuando él asuma la forma mentis y la opción política de ellos. Sin embargo, no lograrán detener lo que implica asumir un rostro eclesial que ya no puede desprenderse de la dimensión social del Evangelio.
Esto nos muestra hasta qué punto era necesario este grito profético que es Fratelli tutti, que viene a completar la Doctrina Social de la Iglesia con una contundencia tal que ya no es posible esconder su potencia desestabilizadora. ¡Larga vida a Francisco!.-
| Víctor Manuel Fernández, arzobispo de La Plata