Mons Fernando Castro Aguayo:
Este asunto es importantísimo: da dignidad a los que nos rodean. No me refiero a escuchar chismes ni peroratas de político barato y arribista. Se trata de detenernos y tratar de comprender a quienes nos rodean.
Todos sufrimos. Sin embargo, las compañías de publicidad pueden a veces hacer de un bellaco el paradigma de la sinceridad; pueden hacer de un despilfarrador una persona que vive en austeridad. Un ladrón se puede vender como un emprendedor y así mil hipocresías más.
El papa Francisco ha convocado un “Sínodo de la Sinodalidad”. Esta iniciativa se traduce en una frase: “Caminar juntos”. Consiste en saber que tenemos un gran potencial de encontrar los aspectos que nos unen, aquellos a los que todos aspiramos. Supone una gran apertura a Dios y a los demás. Entender que lejos de fanatismos, amedrentamientos, intereses egoístas a veces arrolladores, hay en el ser humano una capacidad impresionante de reconocer lo más básico y fundante de la persona.
Por ejemplo: el amor a la vida es algo innato en el corazón; igual, el amor a la familia. Por eso, destruir la familia es realmente atacar lo básico en el ser humano. Igual atentar contra la vida es siempre una herida social y personal, de difícil curación. Todo lo bueno, nos une.
Conocer a Jesucristo, prepararse para recibir los sacramentos, leer la Palabra de Dios, nos ayudan a adquirir una capacidad de comprender de acompañar y de escuchar que manifiesta la caridad, el amor de Dios en el corazón.
Quizá cuando escribo esto pienso que alguno diría que uno es ingenuo. Nunca uno se arrepiente del bien que se hace, igualmente nunca faltan personas que se aprovechan del bien que hacen los demás para ganar “indulgencia con escapulario ajeno”. Son los mentirosos y “aprovechados”.
El Papa propone un camino de escucha y encuentro que determinará luego llevará a acciones concretas que cada uno, organizadamente o no, podra emprender. El amor se manifiesta en la constancia. Por tanto, se trata de actitudes y obras que siempre deben encarnar los cristianos y los hombres de buena voluntad.
Fernando Castro Aguayo