Francisco, rotundo: «Tengan cuidado con los hipócritas»
«Es una advertencia para todo tiempo y para todos, Iglesia y sociedad: no aprovecharse nunca del propio rol para aplastar a los demás, ¡nunca ganar sobre la piel de los más débiles!»
«Estemos alerta sobre las falsedades del corazón, sobre la hipocresía, ¡que es una enfermedad peligrosa del alma!»
«Es el clericalismo: estar sobre los humildes y explotarlos, golpearlos, para sentirse perfectos. Este es el mal del clericalismo»
La viuda se convierte, así, en «maestra de fe: ella no frecuenta el Templo para tener la conciencia tranquila, no reza para hacerse ver, no hace alarde de su fe, sino que dona con el corazón, con generosidad y gratuidad»
El Papa aboga por «una fe sin adornos externos, sino sincera interiormente; una fe hecha de humilde amor a Dios y a los hermanos»
Mediodía soleado en Roma, que ha vuelto a animar a miles de fieles a acompañar al Papa Francisco en el rezo de un Angelus en el que Bergoglio ha reflexionado sobre el «sorprendente contraste» que el Evangelio plantea entre las limosnas de los ricos y la ofrenda de la viuda pobre.
«Jesús mira lo que sucede en este lugar, el más sagrado de todos, y ve cómo a los escribas les gusta caminar para hacerse notar, ser saludados y reverenciados, y para tener lugares de honor». Unos hombres que «devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones». Junto a ellos, «una pobre viuda, precisamente una de las explotadas por los poderosos, echa en el arca del Tesoro del Templo todo cuanto poseía».
Mirar las escenas
«Jesús mira dos escenas. Y es precisamente este verbo –“mirar”- que resume su enseñanza: a quien vive la fe con duplicidad, a esos escribas, “debemos mirar” para no convertirnos como ellos; mientras que a la viuda debemos “mirarla” para tomarla como modelo. Detengámonos en esto: tener cuidado con los hipócritas y mirar a la pobre viuda».
Aquí se detuvo Bergoglio, reclamando «tener cuidado con los hipócritas, es decir estar atentos a no basar la vida en el culto de la apariencia, de la exterioridad, sobre el cuidado exagerado de la propia imagen». Y, sobre todo, «estar atentos a no doblegar la fe a nuestros intereses», como hacían los escribas, de ayer y de hoy, que «usaban la religión para atender sus negocios, abusando de su autoridad y explotando a los pobres».
«Es el clericalismo: estar sobre los humildes y explotarlos, golpearlos, para sentirse perfectos. Este es el mal del clericalismo», improvisó.
«Es una advertencia para todo tiempo y para todos, Iglesia y sociedad: no aprovecharse nunca del propio rol para aplastar a los demás, ¡nunca ganar sobre la piel de los más débiles!». Eso, y mantenerse «alerta, para no caer en la vanidad, para no obsesionarnos con las apariencias, perdiendo la sustancia y viviendo en la superficialidad».
Falsedades del corazón
«Preguntémonos: en lo que decimos y hacemos, ¿deseamos ser apreciados y gratificado o dar un servicio a Dios y al prójimo, especialmente a los más débiles? Estemos alerta sobre las falsedades del corazón, sobre la hipocresía, ¡que es una enfermedad peligrosa del alma!», insistió el Papa. «Gente con el alma doble», criticó, animando a seguir el ejemplo de la viuda.
«El Señor denuncia la explotación hacia esta mujer, que para dar la ofrenda, debe volver a casa sin siquiera lo poco que tiene para vivir. ¡Qué importante es liberar lo sagrado de las ataduras con el dinero! (No podemos servir a Dios y al dinero). Pero, al mismo tiempo, Jesús alaba el hecho de que esta viuda da al Tesoro todo lo que tiene. No le queda nada, pero encuentra en Dios su todo. No teme perder lo poco que tiene, porque tiene la confianza en el tanto de Dios, que multiplica la alegría de quien dona».
La viuda se convierte, así, en «maestra de fe: ella no frecuenta el Templo para tener la conciencia tranquila, no reza para hacerse ver, no hace alarde de su fe, sino que dona con el corazón, con generosidad y gratuidad».
Por ello, «sus monedas tienen un sonido más bonito que las grandes ofrendas de los ricos, porque expresan una vida dedicada a Dios con sinceridad, una fe que no vive de apariencias sino de confianza incondicional. Aprendamos de ella: una fe sin adornos externos, sino sincera interiormente; una fe hecha de humilde amor a Dios y a los hermanos».
Tras el rezo del Angelus, Francisco tuvo un recuerdo para ls noticias que llegan desde el Cuerno de África, «en particular desde Etiopía, sacudida por un conflicto que ha causado numerosas víctimas y una grave crisis humanitaria«. En este punto, renovó «mi llamamiento para que prevalezca la armonía, la concordia y el diálogo».
También recordó a las víctimas del accidente en Sierra Leona, y a los nuevos mártires capuchinos, beatificados ayer en Manresa.-