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¿Sinodalidad, fraternidad o trabajo colaborativo?

Beatríz Briceño Picón:

Abrimos hoy con una pregunta  porque desde el 10 de octubre, fecha de apertura del Sínodo de la sinodalidad, mucha gente se pregunta qué se va a hacer en esa magna asamblea. Claro está que si escuchan al Papa y a quienes están trabajando descubren fácilmente de que se trata.  Hay percepciones diferentes porque unos piensan que al hacer un trabajo de equipo donde los laicos tengan el lugar que ocuparon en el primer milenio, estamos democratizando la Iglesia exageradamente y sienten miedo que la tratemos como una empresa humana.  Realmente ese no es un riesgo. La Iglesia sin Cristo por cabeza no es nada y con Cristo siempre está el Padre,  el Espíritu Santo y nuestra Madre.

Interesante es pensar que así como la Trinidad es familia con un amor infinito, la Iglesia también es familia de familias, donde la fraternidad de los hijos crece por el diálogo y el trabajo colaborativo. No basta con saberse hijos de Dios y hermanos por el bautismo. Esto hay que vivirlo, sentirlo y fomentarlo. Así vivieron los primeros cristianos, con un talante sinodal, en el  caminar de cada día.

Noviembre se abrió para nosotros con un esfuerzo de oración y estudio sobre la familia, como institución natural  elevada en nuestra fe cristiana a sacramento grande. Y este año nos encontró en un año especial dedicado a ella, que concluirá con un Congreso Mundial el 26 de junio de 2022. Y todo este quehacer en el camino de la sinodalidad es  un buen horizonte para poder resistir los atropellos de ideologías materialistas y marxistas que atacan nuestra fe y nuestra vida.

Sí, Iglesia sinodal, super hermanada, fratelli tutti, como dice Francisco, donde todos los fieles del pueblo de Dios -laicos, sacerdotes y religiosos- escuchen, dialoguen y hagan el debido discernimiento sobre la felicidad trascendente, la alegría cristiana, el compromiso bautismal, la llamada universal a la santidad, la nueva evangelización, la catequesis familiar, el servicio como modo de vivir, la catequesis parroquial para vivir la fe y crecer en humanismo integral y solidario; el acompañamiento espiritual durante toda la vida para lograr  madurez en todos los campos del quehacer terreno muy especialmente en la familia y otros trabajos en el mundo donde hay que tomar en cuenta el quehacer político que asegura el orden y la justicia en el campo social. Es evidente que una iglesia con mayor participación de todo el pueblo  de Dios, favorecerá las vocaciones de todo tipo, tanto de tejas  abajo como de tejas arriba.

En el campo político el Concilio Vaticano II enseñó que La Iglesia alaba y estima la labor de quienes, al servicio del hombre, se consagran al bien de la cosa pública y aceptan el peso de las correspondientes responsabilidades. Esta doctrina se repite en otros Documentos. En la Exhortación apostólica Christifideles laici se recoge ese deseo de la Jerarquía de que los fieles laicos no abdiquen de participar en la política a pesar de sentir que caminan en campo minado. Porque también allí los quiere Dios sirviendo a pesar de las acusaciones de idolatría del poder, de egoísmo y corrupción que con frecuencia son dirigidas a los hombres del gobierno, del parlamento y de quienes forman parte de partidos políticos.

Entonces volvamos a la Sinodalidad, fraternidad y trabajo colaborativo, todo junto en el mismo paquete, con muchas cosas más. Porque si no ahondamos en esos temas y ponemos un gran esfuerzo por ir rompiendo rutinas, actitudes clericales e individualismos, cotos cerrados, luchas de poder, y tomamos un camino más auténtico donde  nos identifiquemos más con el samaritano y el hijo pródigo que con el levita y el hijo fiel, envidioso e inmisericorde.

Toda la Iglesia debe escuchar y dialogar, todo fiel debe cambiar su corazón y convertirse, para lograr un mundo más humano y un camino sinodal más  acorde a las necesidades del tercer milenio.-

Beatriz Briceño Picón

Periodista UCV/CNP

Fundación Mario Briceño Iragorry

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