La «falsa y rancia» referencia a la Edad Media como una época oscura, refutada por los medievalistas
«Volver a la Edad Media» se ha convertido en un cliché para sugerir atraso y opresión, en una maniobra propagandística interesada para desprestigiar al cristianismo que inspiró y empapó es periodo de mil años. Pero la realidad histórica es justo la contraria. Andrea Venanzoni recorre los mejores trabajos de grandes historiadores medievalistas y lo demuestra en un reciente artículo en Il Foglio:
Viva la Edad Media, injustamente maltratada por los influencers
Inevitable e inmarcesible, después de cada controversia política o cultural aparece el temido comodín semántico de la «vuelta a la Edad Media«. El último, en orden de tiempo, ha sido la retahíla de reacciones indignadas de influencers, vedettes, músicos y políticos que, tras el rechazo al proyecto de ley Zan, han declarado que sin esa ley Italia está destinada a volver a la edad oscura. Reconozcámoslo: esta cantinela oleográfica, falsa y rancia sobre la Edad Media como época de oscuridad y maldad generalizada, de negación de los derechos y de atraso social y cultural ha superado todos los límites convirtiéndose en carne de Reel de Instagram y acabando por perder cualquier connotación de verdadera controversia cultural.
Pluralidad institucional
Si en origen, como recuerda un maestro del derecho como Giovanni Tarello en su Historia de la cultura jurídica moderna, la feroz polémica de la Ilustración y de los philosophes contra la Edad Media era esencialmente una batalla contra el particularismo jurídico y cultural, contra la segmentación del conjunto social, visto y considerado como un presagio de desigualdad, actualmente, en la miserable época de la corrección política y la cultura de la cancelación, la visión global de la Edad Media se ha reducido a un esbozo, a un boceto falseado.
En términos menos evolucionados: hemos pasado, diluyéndonos en las intenciones polémicas, de Voltaire y Diderot a Fedez [rapero] y Chiara Ferragni [influencer de moda]. La Edad Media es ahora una invención, una marca político-comercial como el esmalte de uñas, un holograma, una copia que no tiene origen en ningún original en el que uno se imagina que las únicas actividades permitidas eran la opresión social, la tortura y probablemente la quema de mujeres indeseables disfrazadas de brujas, a fin de poder hacer sobre ello un vídeo símil-histérico en TikTok.
Es imposible intentar señalar, como retrata admirablemente Paolo Grossi en El orden jurídico medieval, la riqueza cultural e institucional de la Edad Media como momento histórico de sedimentación de una peculiar conciencia de la relación entre derecho, orden particular, cultura y sociedad: y mientras intenta aplicar la enseñanza de Santi Romano sobre la pluralidad de órdenes jurídicos también a la Edad Media, Grossi señala cómo el mismo particularismo aborrecido no era tanto una confusa red de relaciones jurídicas que tendía a la limitación de prerrogativas, como el reconocimiento de la coexistencia de órdenes distintos que buscaban su propia armonía en la pluralidad.
Una era rica en vida intelectual y garantías
Y no hay más que hojear las maravillosas páginas de Genio del Medioevo de Jacques Le Goff, un texto ya antiguo sobre la intensa y vital versatilidad del debate intelectual en la Edad Media, para comprender que realmente no había nada oscuro en aquellos siglos.
Y otro gran historiador como Marc Bloch, en su monumental La sociedad feudal, dedicó todo un capítulo al renacimiento intelectual en la segunda edad feudal.
Por otro lado, desde el punto de vista social, incluso el mencionado y tremendo feudalismo había establecido, con su descentralización y sus ideas contractualistas, mecanismos de protección y garantía de los subordinados frente a los señores, en los que un núcleo duro de lo que hoy llamaríamos derechos no solo sobrevivió sino que jugó un papel muy importante, como el propio Bloch señala al analizar las peculiaridades del desarrollo del Señorío.
La Edad Media nos ha dado: las catedrales, las fortalezas, los poemas, los códigos jurídicos y los reglamentos urbanísticos, el establecimiento de las primeras escuelas sanitarias, las universidades, la circulación de personas e ideas, el desarrollo en red de la lex mercatoria, una herramienta conceptual cuya relevancia persiste estimulada en los intersticios vacíos del Estado de la globalización, como han señalado Maria Rosaria Ferrarese y Francesco Galgano en sus trabajos sobre las instituciones de la globalización y sobre la lex mercatoria.
Muchas mujeres importantes
Incluso en lo que respecta a la condición de la mujer, verdadera bestia negra del debate actual, como si el pasado pudiera y debiera deconstruirse metodológicamente recurriendo a los paradigmas y artilugios conceptuales del presente, la Edad Media está ampliamente salpicada de extraordinarias figuras femeninas que, lejos de ser hacinadas en fétidas mazmorras o quemadas en la hoguera, marcaron su época a través de la inventiva, el valor, el arte y el mercado. Mujeres santas, mujeres mercaderes, mujeres protagonistas de bellas y poéticas obras de arte, cantos épicos, pinturas, incluso mujeres rebeldes, como ha reconstruido recientemente Maria Serena Mazzi en su obra Mujeres en fuga. Vidas rebeldes en la Edad Media.
En general, la condición de la mujer en la Edad Media era mucho menos terrible de lo que cierto discurso dominante con conciencia social nos quiere hacer creer. De hecho, abundaban los tratados de derecho privado y público que asignaban a las mujeres no solo obligaciones vinculantes, sino también fuertes derechos, como se ha demostrado ampliamente en las actas recopiladas de la conferencia La condición jurídica de las mujeres en la Edad Media. Además, desde Matilde de Canossa hasta Juana de Arco, desde Santa Rita hasta Leonor de Aquitania, son muchas las mujeres excepcionales cuyas hazañas e importancia nos han sido transmitidas, rompiendo así por completo el mito de la mujer invisible, sumisa e intangible.
La historiadora Régine Pernoud ha dedicado un fresco magistral a reexaminar la condición de las mujeres en la «edad oscura»: se titula La mujer en el tiempo de las catedrales y demuestra de forma indudable la adquisición de fuertes posiciones de autonomía, independencia y poder por parte de muchas mujeres.
Por consiguiente, sería justo que -no digo Fedez- los presuntos comentaristas o los igualmente presuntos intelectuales, después de sufrir alguna derrota, eligieran bien sus referencias y metáforas cuando tengan ganas de lanzarse a polemizar y se olvidaran de la Edad Media, su riqueza y libertad. Al menos así conservarían algo de dignidad personal.
Traducción de Elena Faccia Serrano.