La Feria del Libro y su atrincheramiento político en la Asamblea
Crónica con fotos originales y textos propios, sobre la Feria del Libro 2021 en la Asamblea Nacional, un escenario que calza con el proyecto de segregar política y culturalmente, bajo el adoctrinamiento del partido único.
Sergio Monsalve. Director Editorial de Observador Latino:
Fuimos a la Feria del Libro en el Congreso Nacional, para comprobar su atrincheramiento sectario.
El evento expone una edición de cartas publicadas de Alex Saab, transcripciones de entrevistas entre José Vicente Rangel y Hugo Chávez, panfletos de difamación contra Mario Vargas Llosa, y pare usted de sufrir con la politización cultural del país, a favor de la campaña política del PSUV, de cara a las próxima elecciones.
Hemos asistido a las Ferias del libro del régimen, desde hace 20 años, atestiguando cómo pasaron de permitir el ingreso de expositores independientes, a la situación actual donde solo admiten propaganda tóxica y adictiva.
Por ejemplo, entre la lista de libros omitidos y directamente censurados, deben figurar las recientes investigaciones de autores disidentes como Alonso Moleiro(“La Nación Incivil”) y Félix Allueva(“El acecho de una silenciosa exclusión”), cuyos títulos manifiestan el descontento y el malestar de vivir bajo un sistema de represión intelectual.
En el centro, observo a policías en la rutina de la matraca, justamente al lado del Centro Simón Bolívar, quien como afirma Américo Martín en el libro “Los Peces Gordos”, condenaba al peculado con la «pena capital», para evitar el relajo de la corrupción y desviación de los fondos públicos.
Hoy, en nombre del libertador de la patria, los uniformados “recaudan” para sus jefes, extorsionando a los conductores e infractores, mientras la Feria del libro glorifica a saqueadores del erario y del tesoro, como Alex Sabb, preso en Estados Unidos por sus delitos y latrocinios.
Veo a un Puente Llaguno cerrado y bloqueado en su acceso automotor, por piquetes y rinocerontes blindados de la Guardia Nacional, de ingrata memoria en las protestas del 2014 y 2017.
Con ellos se violaron derechos humanos, denunciados por Bachelet en su informe, abriendo la investigación de la Corte Penal Internacional.
Desciendo por la calle de la Casa Amarilla, de la Cancillería, sorprendiéndome por su cambio de nombre: José Vicente Rangel.
Es una zona o esquina caliente controlada por los colectivos, por ende, me abstengo de sacar fotos. Más adelante, los vendedores de oro intentan proceder con su negocio opaco, en las narices de la Asamblea Nacional.
Así el hemiciclo se perfila como una pantalla, como una plataforma impecable en su diseño histórico, donde el hombre nuevo monta su arco minero, explotando las carencias ajenas, como en un juego del calamar rojo rojito.
Ya les explicaré la forma de esquilmar dentro del Congreso, a nombre de la cultura y la difusión del libro.
En la puerta, hago cola y una mujer me pide la cédula, cual efectivo o militar en Plan República, antes de votar.
Me pregunta: ¿eres Sergio, no? Le respondo con una sonrisa, ella me mira fijamente con el ceño fruncido y me dice cortante: “adelante”.
Nunca sabré qué información arrojo su algoritmo, si es que no estoy inscrito en el sistema patria, si es que aparezco como opositor, si es que alcancé la inmunidad de rebaño, si es que registran cuántas vacunas cargo encima.
De cualquier modo, en la víspera de la caída del muro de Berlín, me siento vigilado por el equivalente de la Stasi criolla, de la policía política.
Hay una despliegue de seguridad e inteligencia, nunca antes visto en la Feria del Libro, por la paranoia de la dictadura después de las extradiciones y las frustraciones de octubre.
Ignacio Ramonet vuelve a ser el clásico invitado internacional, ahora más devaluado, que busca brindar un aura de legitimidad internacional a un mero trámite entre amigos, familiares y camaradas del partido único.
Ni Gómez llegó tan lejos en su nepotismo clientelar.
Olvídense de juventud, de recambio generacional, de ideas de democracia e igualdad, de posibilidades reales de compra y competencia en condiciones de paridad.
Para entrar a la rosca, debes pertenecer a los Ministerios del ramo o contar con la venia de la élite del poder madurista.
No en balde, impresiona la cantidad de distorsiones ideológicas en el recinto, desde la completa confusión entre la cámara de diputados y la cámara chavista del libro, el adoctrinamiento infantil con la imagen de un bolívar niño, el pabellón del único país invitado, un Vietnam que refuerza profundos complejos de revolución ante “los imperios”.
Los tropos y estereotipos no cambian, así como los pánicos morales de la logia, de la nomenclatura.
A un lado, Che Guevara, Fidel, el Comandante y sus apólogos, reciben el trato heroico de las empobrecidas librerías cubanas, con aquellos folletines sensacionalistas, de escaso valor literario, mil veces impresos y recalentados con portadas distintas.
Es la negación del presente, de cualquier futuro, un trabajo del lavado cerebral, a costa de imponer unas doctrinas y unos personajes del santuario de la izquierda divina.
Reina un orden distópico y despótico.
Ramonet sabe de ello, porque una vez lo descubrimos en el Hotel Cayena, de La Castellana, gozando de un hospedaje VIP, de estrella de rock, en el contexto del Foro de Sao Paulo.
Ignacio entendió la ventaja de viajar a Venezuela y la Habana, con todos los gastos pagos, por cuenta de nosotros, que somos los que pagamos impuestos.
Nadie nos pregunta, nadie nos consulta. El comunismo caviar alimenta su círculo vicioso y entrópico, a fuerza de reciclar las mismas barajitas.
Por ello, no encuentro la menor gracia y atractivo en la oferta repetida y diezmada que se transmite por el canal filtrado de la FILVEN 2021.
Cero novedad, nada de lo que pude adquirir en mis recientes viajes a Bogotá y Ciudad de México.
Ya quisiera la Feria del Libro nacional ser como la de Guadalajara.
En cambio, prefiere aferrarse a un modelo cada vez más aislacionista y cerrado a la divergencia, que complazca a los mandamases de Miraflores.
Pronto, si no ya, será una Feria que celebrarán en Palacio, Nicolás con los hermanos Rodríguez, Tarek, Ernesto Villegas e Ignacio Ramonet, leyendo cartas de Alex Saab o poemas de Jorge, publicados en segundas ediciones de lujo.
Es el colmo del egocentrismo que ellos sean los voceros de la Feria, los que la publicitan, los que la instrumentan y explotan, los que exprimen sus beneficios como capital intelectual.
Frente a una tarima con cámaras y pantallas LED, escucho una ponencia sobre la vigencia del “pensamiento de José Vicente”.
Un señor arenga y no le entiendo, hablando del origen de “Cicerón”, el supuesto informante del periodista preferido del Comandante.
Alrededor, distingo una audiencia dócil con cara de plantón, que responde mecánicamente a los estímulos del orador de turno. Falta emoción de parte y parte, y yo sospecho que la espontaneidad se la llevó el viento de la obligación burocrática.
Es difícil comunicar con libertad, cuando tienes la mirada de tantos infiltrados e intereses de por medio.
De tal modo, La Feria se adapta al patrón de la Constituyente y de la típica asamblea de un consejo comunal.
Como dato, el recinto luce pulcro y limpio, manito de pintura mediante, en contraste con el descuido y abandono de los espacios culturales de la plaza de los museos.
Voy por los libros que es una de mis especialidades: comprarlos y leerlos.
Aprendí a comprarlos fuera del país, me los traen mis amigos, devoro unos tres por mes, tengo siempre unos doce en cola.
De modo que es un ambiente que conozco.
Paso de largo ante una serie de estanterías que exhiben libros usados y viejos, vendidos a precio de “comprador de oro”.
Precios en dólares que oscilan entre los cuatro y los 25 dólares, por publicaciones añejas o de temporadas pasadas, acerca de los dilemas y lugares comunes del llamado marxismo cultural.
Apenas logro distinguir un libro de otro tema, de una reflexión urbana, y pregunto por el precio. Me lo venden a 14 dólares, solo por Pagomóvil o divisa extranjera.
Con mi tarjeta y mi cuenta corriente, fracaso en la prueba de “adquirir” una aguja en un pajar de páginas arrancadas de manifiestos “antiyanquis”, biografías de los venerables consentidos del proceso, firmas de las vacas sagradas de la nomenclatura.
Tiempos aquellos en que la editorial Monte Ávila lucía robustecida gracias al aporte de genios como Cabrujas, Pasquali, Bisbal, Baudrillard y compañía.
¿Dónde quedaron las bellas letras de Gallegos, Montejo y Cadenas, Jacqueline Goldberg, Elisa Lerner, Morón, Iturrieta, Pietri, García Márquez, Nuño, Monsiváis, Cervantes, Monasterios, Pantin, Torres, los Imposibles de Padrón, los textos de los profesores Arraiz Lucca y Mondolfi Gudat, Adriano y Ludovico, Rodolfo y Marta Traba, los versos de Guaire y Tráfico?
¿Qué fue de los amigos que vi crecer y convertirse en escritores exitosos, de Karina Sainz, de Héctor Torres, de John Manuel Silva, de Jonathan Jacubowickz, de Diego Arroyo, de Naky Soto, de José Urriola, de Leo Felipe Campos y Salvador Fleján, de Libros del Fuego, de Lugar Común, de Oscar Todtmann, de editorial Sergio Dahbar, de Enza García, del librero Jesús Santana, de Kira Kariakin, de Noberto José Olivar, de Luis Yslas, de Eduardo Sánchez Rugeles, de Pamela Rhan, de Sashenka García y Ricardo Ramírez, de Mirco Ferri y Fedosy Santaella?
Son los ignorados y silenciados, los no mencionados y reconocidos en la Feria del Libro, un honor para ellos, pues jamás claudicaron.
Me voy con la esperanza de volver a una Feria, donde pueda leerlos a ellos, escucharlos, en un país distinto, que sea de todos, de verdad.
No de una minoría apresada en un fortín.
Para la próxima, deben quitarse la careta y hacer la feria en el Laguito del Círculo Militar.
O en la sede del Ministerio de la Defensa.
Total, la FILVEN es un simulacro, un teatro de operaciones marciales.-
https://observadorlatino.com/opinion/una-feria-del-libro-que-se-atrinchero-en-el-congreso/
Publicado originalmente en Observador Latino