Opinión

Votar, un deber intransferible

 Pedro Corzo:

Las elecciones de segunda vuelta en Brasil, en la que el presidente Jair Bolsonaro y el convicto ex presidente Luis Inacio Lula da Silva se enfrentaran, obligan a una reflexión de la importancia que tiene un solo voto en la democracia. No lo duden, uno puede hacer la diferencia. 

 

Cierto que las frustraciones que causan en el ciudadano la corrupción de las prácticas electorales son muchas, pero el individuo que está consciente de sus derechos y deberes, no debe usar como pretexto esa penosa realidad para faltar a un ejercicio clave de la democracia. 

 

Cierto que hay manipulación, malos manejos y hasta corrupción en el ejercicio electoral, pero tener la capacidad para seleccionar a quienes nos van a representar y en consecuencia actúen en nuestro nombre, es un deber intransferible que todos debemos ejercitar, porque remedando a Winston Churchill, de todas las formas posibles de gobierno, la democracia es la mejor. 

 

El acto de votar cuando se efectúa en un marco de pluralismo político, en secreto, en un ambiente de completa transparencia y libre de coacción, condiciones que no existen en Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia, es, a pesar de sus defectos, el mejor método para elegir a los gobernantes. 

 

Muchos ciudadanos cuando llega el periodo electoral enfrentan el dilema de si hacen o no uso de su derecho al voto por el malestar que causan los malos manejos de un número importante de funcionarios públicos, pero es una sensación a vencer que debe obligar a estar mas pendiente de lo que acontece y saber más sobre las opciones que se tienen para elegir.    

 

El elector debe informarse. Conocer los valores de los aspirantes. Sus relaciones sociales. Su posición económica y su trayectoria pública. Quienes son sus asociados, publicistas, asistentes y promotores, esas son huellas que pueden ayudar a elegir.  

 

Un candidato sin vida pública que de pronto salta al escenario político debe llamar la atención de aquellos a los que está pidiendo apoyo. No es que una larga vida en la gestión gubernamental garantice probidad y eficiencia, pero es llamativo que un individuo en la madurez se ofrezca a resolver los problemas de la sociedad cuando la mayor parte de su vida no ha mostrado interés por los mismos.  

 

Hay quienes consideran que se curan en salud por no participar, pero el caso es que el ganador va a representarle más allá de su voluntad y con certeza, para bien o para mal, serán afectados por las decisiones de los que concurrieron a la justa electoral y por la actuación de los elegidos.  

 

Por otra parte, están quienes hacen ejercicio de su derecho de forma irresponsable porque votan por quienes representan su etnia, nacionalidad o religión, sin reparar en las virtudes, defectos, antecedentes y capacidad de los candidatos, lo que confiere al elegido la certidumbre de que haga lo que haga, siempre contará, con independencia de su gestión, con el voto cautivo de una masa de electores. 

 

La conducta de muchos de estos políticos con núcleos duros de apoyo, responde a los intereses de grupos especiales, sectores que procuran legislaciones o decisiones que favorezcan sus intereses, y no a favor de los requerimientos del electorado. 

 

Razón por la cual es importante conocer quienes apoyan económicamente los candidatos a un puesto público, eso puede indicar cuales podrán ser sus compromisos. 

 

Cierto que un político no puede hacer milagros y resolver problemas cuando no se cuentan con recursos para ello, pero el ejercicio de sus obligaciones le debe conducir a una gestión equilibrada en la que los mayores beneficiados sean quienes les eligieron. 

 

Cuando el político trabaja en base a las demandas y requerimiento de los intereses especiales por encima de las necesidades y problemas de sus electores, está faltando gravemente a sus obligaciones, un aspecto más del cual los electores deben estar informados, en particular cuando el funcionario está buscando su reelección.   

 

Una maquinaria electoral eficiente es importante para que un candidato vea realizada sus aspiraciones, pero si esa maquinaria no actúa con transparencia, es imposible que el candidato sea honesto y pueda representar a cabalidad los intereses de sus electores. Los malos políticos pueden frustrar a los votantes y alejarlos del ejercicio del voto, pero no se olvidar que son los electores en una democracia los que escogen a los malos políticos. –  

 

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