El Papa

El Papa lamenta, desde Atenas, «el retroceso de la democracia» y los riesgos del autoritarismo y los populismos

"La Comunidad europea, desgarrada por  egoísmos nacionalistas, más que ser un tren de solidaridad, algunas veces se muestra bloqueada y sin  coordinación"

«Sin Atenas y sin Grecia, Europa y el mundo no serían lo que son: serían menos sabios y menos felices»

 

«Por aquí han pasado los caminos del Evangelio que han unido el Oriente y el Occidente, los Santos Lugares y Europa, Jerusalén y Roma; esos  Evangelios que, para llevar al mundo la buena noticia de Dios amante del hombre, se escribieron en griego,  lengua inmortal usada por la Palabra —el Logos— para expresarse, lenguaje de la sabiduría humana  convertido en voz de la Sabiduría divina»

 

«Deseo que los compromisos asumidos en la lucha contra el cambio  climático se compartan cada vez más y no sean de fachada, sino que se lleven adelante con seriedad; que a  las palabras sigan los hechos, para que los hijos no paguen una vez más la hipocresía de los padres»

 

«La Comunidad europea, desgarrada por  egoísmos nacionalistas, más que ser un tren de solidaridad, algunas veces se muestra bloqueada y sin  coordinación»

 

«La democracia implica la participación y la implicación de todos  y por tanto exige esfuerzo y paciencia; la democracia es compleja, mientras el autoritarismo es expeditivo y las promesas fáciles propuestas por los populismos se muestran atrayentes»

 

«Ayudémonos a pasar del partidismo a la participación; del mero compromiso por sostener la  propia facción a implicarse activamente por la promoción de todos»

 

Los migrantes «son los protagonistas de una terrible odisea moderna»

 

«La pandemia es la gran adversidad. Ha hecho que nos redescubramos frágiles y  necesitados de los demás»

 

«Siempre ha de privilegiarse el derecho al cuidado y a los tratamientos para todos, para que los más débiles,  en particular los ancianos, nunca sean descartados. En efecto, la vida es un derecho; no lo es la muerte, que  se acoge, no se suministra»

 

El Palacio presidencial de Atenas es un edificio imponente, como todo en esta ciudad, cuna de la civilización europea. Magnífica y en ruinas, como la propia Europa, gestora de un esplendoroso pasado en un presente marcado por las dificultades, la incomprensión y la perdida de valores fundamentales. Aquí llegó el Papa Francisco en la segunda etapa de su viaje, después de recalar en Chipre.

El primer discurso papal en Grecia, dirigido a los representantes políticos, culturales y sociales del país, comenzó con un reconocimiento a la historia y la cultura griegas. «Vengo como peregrino a estos lugares que  sobreabundan de espiritualidad, cultura y civilización», señaló Bergoglio. «Sin Atenas y sin Grecia, Europa y el mundo no serían lo que son: serían menos sabios y menos felices».

Se trató de un discurso denso, bien trabado, en el que Bergoglio pasó de la defensa de la democracia frente a sus enemigos, internos y externos, al cuidado de la creación frente al cambio climático, pasando por una reivindicación del valor de la migración al más puro estilo de la Odisea de Homero y Ulises, o un rotundo ‘No’ al aborto y  la eutanasia basándose en el juramento que, en su día, hizo inmortal Hipócrates. En un país como éste, que reposa cultura e historia a manos llenas, las palabras del Papa fueron un viaje, el del Mediterráneo, el de la misma Europa que se resiste a seguir siendo ella misma. Un relato, el de Francisco este mediodía en el Palacio Presidencial, que no tuvo desperdicio.

Francisco entra en el Palacio Presidencial de Atenas

Francisco entra en el Palacio Presidencial de Atenas

 

Orientar el viaje de la vida hacia lo alto

«Desde aquí, los horizontes de la humanidad se han dilatado», añadió el Papa, dirigiendo la mirada hacia la Acrópolis, «visible desde lejos para los viajeros  que han llegado hasta allí a través de los milenios, ofrecía una imprescindible referencia a la divinidad. Es  la llamada a ampliar los horizontes hacia lo alto, desde el Monte Olimpo a la Acrópolis y al Monte Athos».

Y es que «Grecia invita al hombre de todos los tiempos a orientar el viaje de la vida hacia lo alto: hacia Dios, porque necesitamos de la trascendencia para ser verdaderamente humanos. Y mientras hoy en el Occidente, que ha nacido aquí, se tiende a ofuscar la necesidad del Cielo, atrapados por el frenesí de miles de carreras terrenas y por la avidez insaciable de un consumismo que despersonaliza, estos lugares nos invitan a dejarnos  sorprender por el infinito, por la belleza del ser, por la alegría de la fe».

El Papa y la presidenta de Grecia

El Papa y la presidenta de Grecia

Hizo Francisco un somero repaso: «Por aquí han pasado los caminos del Evangelio que han unido el Oriente y el Occidente, los Santos Lugares y Europa, Jerusalén y Roma; esos  Evangelios que, para llevar al mundo la buena noticia de Dios amante del hombre, se escribieron en griego,  lengua inmortal usada por la Palabra —el Logos— para expresarse, lenguaje de la sabiduría humana  convertido en voz de la Sabiduría divina».

Ciudadanos del mundo entero

Atenas también mira al mar, «que orienta la vocación de esta tierra, situada en el corazón  del Mediterráneo para ser puente entre las personas». Citando a Sócrates, el Papa sostuvo cómo en Atenas «tuvo comienzo el sentirse ciudadanos no sólo de la propia patria, sino del mundo entero. Ciudadanos, aquí el  hombre tomó conciencia de ser “un animal político” (cf. ARISTÓTELES, Política, I, 2) y, como parte de una  comunidad, vio en los otros no sólo sujetos, sino ciudadanos con los que organizar juntos la polis».

«Aquí nació la democracia. La cuna, milenios después, se convirtió en una casa, una gran casa de pueblos  democráticos: me refiero a la Unión Europea y al sueño de paz y fraternidad que representa para tantos  pueblos»

«Aquí nació la democracia. La cuna, milenios después, se convirtió en una casa, una gran casa de pueblos  democráticos: me refiero a la Unión Europea y al sueño de paz y fraternidad que representa para tantos  pueblos», reivindicó Francisco. Hasta aquí, la loa.

La presidenta de Grecia

La presidenta de Grecia

‘Escepticismo democrático’

«Sin embargo, no se puede dejar de constatar con preocupación cómo hoy, no sólo en el continente  europeo, se registra un retroceso de la democracia» denunció, reclamando «la participación y la implicación de todos  y por tanto exige esfuerzo y paciencia; la democracia es compleja, mientras el autoritarismo es expeditivo y las promesas fáciles propuestas por los populismos se muestran atrayentes».

Así, el Papa advirtió cómo, «en diversas sociedades, preocupadas por la seguridad y anestesiadas por el consumismo, el cansancio y el malestar conducen a una  suerte de ‘escepticismo democrático‘». Sin embargo, añadió, «la participación de todos es una exigencia fundamental, no sólo para alcanzar objetivos comunes, sino porque responde a lo que somos: seres sociales, irrepetibles y al mismo tiempo interdependientes».

Un escepticismo, insistió Bergoglio, que a menudo viene «provocado por la distancia de las  instituciones, por el temor a la pérdida de identidad y por la burocracia». ¿Cuál es el remedio? «No está en la búsqueda obsesiva de popularidad, en la sed de visibilidad, en la proclamación de promesas imposibles o  en la adhesión a abstractas colonizaciones ideológicas, sino que está en la buena política».

La buena política

Porque, frente a lo que postulan muchos, «la política es algo bueno y así debe ser en la práctica, en cuanto responsabilidad suprema del ciudadano, en cuanto arte del bien común». Y para que ello se dé «hay que dirigir una atención particular,  diría prioritaria, a las franjas más débiles», como señaló uno de los padres de la Europa moderna, De Gasperi.

«Es necesario un cambio de ritmo, mientras cada día se difunden  miedos, amplificados por la comunicación virtual, y se elaboran teorías para oponerse a los demás»

«Es necesario un cambio de ritmo, mientras cada día se difunden  miedos, amplificados por la comunicación virtual, y se elaboran teorías para oponerse a los demás», suplicó el Papa. «Ayudémonos a pasar del partidismo a la participación; del mero compromiso por sostener la  propia facción a implicarse activamente por la promoción de todos».

Acogida al Papa en Atenas

Acogida al Papa en Atenas

«Del partidismo a la participación», repitió. Una motivación que nos lleva a trabajar «en varios frentes: pienso  en el clima, en la pandemia, en el mercado común y sobre todo en las pobrezas extendidas. Son desafíos  que piden colaborar de manera concreta y activa, lo necesita la comunidad internacional, para abrir caminos  de paz a través de un multilateralismo que no sea sofocado por excesivas pretensiones nacionalistas; lo  necesita la política, para poner las exigencias comunes ante los intereses privados».

«El viaje en un mar agitado a menudo es el único camino»

«Puede parecer una utopía, un viaje sin esperanza en un mar turbulento, una odisea larga e irrealizable», evocó Bergoglio, citando el gran relato de Homero, y apuntando, con él, que «el viaje en un mar agitado es a menudo el único camino. Y alcanza la meta si está  animado por el deseo de un hogar, por la búsqueda de seguir adelante juntos»

«Mirando aún al Mediterráneo, mar que nos abre al otro, pienso en sus costas fértiles y en el árbol  que podría erigirse como símbolo: el olivo, del que se acaban de recoger los frutos y que aúna tierras  diversas que se asoman al único mar», recalcó el Papa, lamentando la serie de incendios que han quemado buena parte de la península helena, y que están tan vinculados al cambio climático.

Bergoglio, en su primer discurso

Bergoglio, en su primer discurso

Lucha contra el cambio climático

«Frente al paisaje herido de este maravilloso país, el árbol  del olivo puede simbolizar la voluntad de contrastar la crisis climática y sus devastaciones». La rama de olivo, símbolo de la paz y de la esperanza desde tiempos del diluvio, recordó Francisco. «Era el símbolo de la recuperación, de la fuerza  para volver a comenzar cambiando el estilo de vida, renovando las propias relaciones con el Creador, las  creaturas y la creación. En este sentido, deseo que los compromisos asumidos en la lucha contra el cambio  climático se compartan cada vez más y no sean de fachada, sino que se lleven adelante con seriedad; que a  las palabras sigan los hechos, para que los hijos no paguen una vez más la hipocresía de los padres», insistió.

«El olivo también representa una invitación a ser solidarios, en particular con respecto  a cuantos no pertenecen al propio pueblo», prosiguió, indicando que «este país, caracterizado por la acogida, ha visto arribar en  algunas de sus islas un número mayor de hermanos y hermanas migrantes que el de los mismos habitantes,  aumentando de ese modo los problemas, que todavía se ven afectados por las dificultades que trajo consigo  la crisis económica».

«Si en un tiempo los contrastes ideológicos impedían la construcción de puentes entre el este  y el oeste del continente, hoy la cuestión migratoria también ha abierto brechas entre el sur y el norte»

Pero también las demoras europeas perduran, lamentó. «La Comunidad europea, desgarrada por  egoísmos nacionalistas, más que ser un tren de solidaridad, algunas veces se muestra bloqueada y sin  coordinación», denunció. «Si en un tiempo los contrastes ideológicos impedían la construcción de puentes entre el este  y el oeste del continente, hoy la cuestión migratoria también ha abierto brechas entre el sur y el norte».

Francisco abraza a un niño y su madre

Francisco abraza a un niño y su madre

Atención a los migrantes

«Quisiera exhortar nuevamente a una visión de conjunto, comunitaria, ante la cuestión migratoria, y animar  a que se dirija la atención a los más necesitados para que, según las posibilidades de cada país, sean  acogidos, protegidos, promovidos e integrados en el pleno respeto de sus derechos humanos y de su  dignidad», exhortó el Santo Padre, que vio en esta actitud «más que un obstáculo para el presente, representa una garantía para el futuro, de modo que  sea signo de una convivencia pacífica para cuantos se ven forzados a huir en busca de un hogar y de  esperanza, y que son cada vez más numerosos».

Ellos, los migrantes, «son los protagonistas de una terrible odisea moderna». «Me agrada recordar que cuando Ulises desembarcó en Ítaca no fue reconocido por los señores del lugar, que le  habían usurpado su casa y sus bienes, sino por quien se había hecho cargo de él. Su nodriza se dio cuenta  de que era él cuando vio sus cicatrices», evocó.

Y es que «los sufrimientos nos unen y reconocer la pertenencia a la misma  humanidad frágil nos ayudará a construir un futuro más integrado y pacífico. ¡Transformemos en audaz  oportunidad lo que sólo parece una desgraciada adversidad!».

Discurso papal en el palacio presidencial

Discurso papal en el palacio presidencial

«La gran adversidad»

«La pandemia es la gran adversidad. Ha hecho que nos redescubramos frágiles y  necesitados de los demás», sostuvo Bergoglio. «También en este país es un desafío que requiere oportunas intervenciones por  parte de las autoridades —me refiero a la necesidad de la campaña de vacunación— y no pocos sacrificios  para los ciudadanos», añadió, reivindicando la contribución solidaria de la Iglesia católica del país, y entrando en los debates abiertos en torno al aborto y la eutanasia.

«Algunas palabras del  juramento de Hipócrates parecen escritas para nuestro tiempo, tales como el esfuerzo por ‘regular el tenor  de vida por el bien de los enfermos’, por ‘abstenerse de todo daño y ofensa’ a los demás, por salvaguardar  la vida en todo momento, particularmente en el seno materno», recordó en su discurso, indicando que «siempre ha de privilegiarse el derecho al cuidado y a los tratamientos para todos, para que los más débiles,  en particular los ancianos, nunca sean descartados. En efecto, la vida es un derecho; no lo es la muerte, que  se acoge, no se suministra».

Que a las seducciones del autoritarismo responda con la democracia; que a la indiferencia individualista  oponga el cuidado del otro, del pobre y de la creación, pilares esenciales para un humanismo renovado, que  es lo que necesitan nuestros tiempos y nuestra Europa

«Este país puede definirse como la  memoria de Europa y estoy contento de visitarlo después de veinte años de la histórica visita del Papa Juan  Pablo II y en el bicentenario de su independencia», culminó el Papa, reivindicando las leyes, la educación y «el crecimiento de una cultura del respeto».

«Les agradezco su compromiso y los exhorto a hacer  progresar a este país en la apertura, la inclusión y la justicia. Desde esta ciudad, desde esta cuna de la  civilización se elevó —y que siga elevándose siempre— un mensaje orientado hacia lo alto y hacia el otro;  que a las seducciones del autoritarismo responda con la democracia; que a la indiferencia individualista  oponga el cuidado del otro, del pobre y de la creación, pilares esenciales para un humanismo renovado, que  es lo que necesitan nuestros tiempos y nuestra Europa. O Theós na evloghí tin Elládha! [¡Que Dios bendiga  a Grecia!]», finalizó.-

 Jesús Bastante/RD

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