Saludos navideños, P. Sosa: «Nuestra nueva fragilidad nos hace más capaces de amar»
La pandemia que no se va, se está convirtiendo en «un viaje en el corazón» que nos pide «reevaluar lo que es realmente importante en nuestras vidas y vivir de manera diferente». El proceso sinodal que acaba de comenzar, que es «la manera audaz de hacer presente la Buena Nueva de Jesús en medio de las tormentas del cambio de época». Y finalmente el Año Ignaciano lanzado en mayo, no una celebración sino una llamada a la conversión, 500 años después de la de San Ignacio de Loyola. Estos fueron los puntos centrales del saludo que dirigió a los periodistas con motivo de la Navidad, el padre Arturo Sosa Abascal, superior general, venezolano de 73 años, que lleva cinco al frente de los jesuitas.
La pandemia, una oportunidad de conversión y transformación
El coronavirus, subraya el padre Sosa, nos pide cada día «una nueva flexibilidad, una nueva conversión». «Nos enfrentamos al reto», explica, «de aceptar internamente el cambio como una gracia y una oportunidad para renovar la vida, en lugar de sentirnos obligados a resignarnos a imposiciones no deseadas».
La imagen del Papa Francisco subiendo solo, el 27 de marzo de 2020, al atrio de la Basílica de San Pedro, se convierte en un símbolo -para el general jesuita- «de la dificultad y al mismo tiempo de la posibilidad de abrirse a la gracia de encontrar un espacio para la esperanza y la solidaridad en medio del miedo de tantos y de la confusión política».
Durante este tiempo, el Papa ha trabajado incansablemente para «ayudarnos a leer los signos de los tiempos con palabras estimulantes, evitando falsos consuelos», invitándonos a «aprovechar la oportunidad de abrirnos a nuevas formas de vida personal, familiar y social, para transformar las estructuras que producen la injusta pobreza». Los constantes llamamientos en favor de las personas migrantes, para el padre Sosa, son uno de los ejemplos más claros de este compromiso.
El Sínodo, una Iglesia en diálogo con la historia y consigo misma
Para el guía de la Compañía de Jesús, es una oportunidad para que la comunidad eclesial se muestre «capaz de dialogar con la historia y en su interior» y esto «es, sin duda, un signo de esperanza». La Iglesia ha iniciado un proceso que no debe detenerse en la asamblea sinodal de 2023, sino que, por el contrario, «debe verse como un punto de partida».
Para el prepósito general de los jesuitas, no hay que cometer el error de considerar el proceso sinodal como un acontecimiento sólo dentro de la Iglesia, porque éste «no tiene sentido para sí mismo, sino para su misión evangelizadora».
Año Ignaciano: conversión para soñar con un mundo diferente
Asimismo, la pandemia «que nos ha obligado a enfrentarnos al hecho de que somos mortales» coincide con el 500 aniversario de la herida de Ignacio de Loyola en la batalla de Pamplona y su conversión. La Compañía de Jesús -recuerda el padre Sosa- ha iniciado un «Año Ignaciano» para motivar «a todo el cuerpo apostólico universal a emprender las transformaciones necesarias para poder cumplir eficazmente nuestra misión de reconciliación y justicia».
Se trata de una fuerte llamada a la conversión: «Tenemos que hacer las cosas de otra manera», concluye el superior general jesuita, «imaginar un mundo diferente… y aplicar medidas que contribuyan a hacer posible un mundo nuevo». –
Alessandro Di Bussolo – Ciudad del Vaticano/Vatican News