Egildo Luján Nava:
La aseveración sobre la solución de enfermedades familiares con base en el uso de la medicina casera, recuerda el esfuerzo de las generaciones ya ausentes ante las dolencias dominantes entre sus hijos y nietos. Pero, además, anima a comentar acerca del tema actual relacionado con la vigencia de una Constitución en el país, su aplicación como alternativa para solventar hechos políticos, entre los que figura el caso de la revocación de un desempeño gubernamental.
En este caso, la cita no es casual. Proviene de la interpretación de la lectura del interesante artículo fechado el pasado 17 de enero del año en curso, y publicado por el reconocido dirigente político venezolano César Pérez Vivas.
El alcance de la propuesta del político, ha motivado una serie de reflexiones, como la del conjunto de venezolanos que se han incorporado como proponentes y luchadores, para realizar un proceso revocatorio a quien ocupa actualmente el puesto de Presidente de la República, Nicolás Maduro Moros.
En su artículo, Pérez Vivas hace una interesante argumentación en defensa de su propuesta, exponiendo válidas y constitucionales razones, con base en las cuales el régimen no se debería oponer. Y no lo debería hacer, a su juicio, porque, aun pudiendo hacerlo, apoyándose en sus ya conocidas maromas y artificios, existe un componente adicional de la mayor importancia. Y se trata del compromiso asumido a nivel internacional por el régimen y por la oposición, ante los integrantes internacionales de la Comisión Negociadora que se reunió hace pocos meses en México.
Los participantes de la citada Comisión, a decir de César Pérez Vivas, convinieron en que las partes «Están dispuestas a acordar las condiciones necesarias para que se lleven a cabo los procesos electorales consagrados en la Constitución, con todas las garantías». Adicionalmente, entonces, y en relación con el compromiso, «nadie puede negar que el referéndum revocatorio está previsto en nuestra Carta Magna.»
Lo que alega el articulista, es cierto, correcto y válido para ambas propuestas. No obstante que la Constitución, en sus artículos 5/347/348 y 349, también plantea, como un camino más amplio y factible, la posibilidad y el derecho constitucional de convocar a un proceso «Constituyente Originario», ejecutado y controlado integralmente por el «Soberano», sin la intervención ni dependencia del sumiso Consejo Nacional Electoral, ni del Tribunal Supremo de Justicia, que no es el caso del revocatorio. No obstante, ambos procesos, tanto el revocatorio como la convocatoria constituyentista, podrán ser objetados o, en su defecto, demorados o manejados con tácticas dilatorias, aplicadas mañosamente por el régimen por razones obvias.
Pero en el caso del referéndum revocatorio, específicamente, el régimen más bien podría apoyar su realización, para justificar su relegitimación, que lo lograría haciendo que la oposición pierda el referéndum aplicando todo su ventajismo y poder. Obviamente, al no estar de acuerdo con el resultado, habría que reclamar en el Tribunal Supremo de Justicia el consabido resultado.
Tanto el referéndum como la constituyente, ambos son constitucionales. Sin embargo, el referéndum revocatorio UNICAMENTE exige la salida del PRESIDENTE, y, en su lugar, obligatoriamente, queda el Vicepresidente que esté de turno. Este -supuestamente- en 30 días tendría que convocar un proceso electoral, lo cual no cambiaría nada, toda vez que todo proceso electoral caería en la jurisdicción de los obedientes Consejo Nacional Electoral y el Tribunal Supremo de Justicia.
En cuanto al proceso Constituyentista, éste impone su propio control y cronograma. Obviamente, que el gobierno se opondrá. Pero, en este caso, el proceso no depende del Consejo Nacional Electoral, ni del Tribunal Supremo de Justicia. Además de que, adicionalmente, no sólo se revocaría al Presidente, sino también a toda la estructura administrativa, si así lo considerara, y, además, permitiría realizar simultáneamente una reforma profunda del país.
Tal reforma pudiera ser la aprobración de una nueva Constitución, que, por primera vez en la historia de Venezuela, no sería confeccionada de acuerdo a la conveniencia de quien la imponga, ni tampoco un traje confeccionado a la medida del Presidente, dictador o tirano de turno.
Con un proceso Constituyente, como sabiamente lo ha señalado la Iglesia, los venezolanos podrían REFUNDAR A LA NACION, municipalizar el país, descentralizarlo, minimizar el presidencialismo caciquista y pernicioso, además de imponer la doble vuelta electoral, independizar los poderes públicos, lograr una redistribución geográfica territorial, como de los recursos económicos de acuerdo a la recaudación municipal o estatal. Y permitiría un auténtico y merecido desarrollo integral, además de una necesaria autonomía regional, la reestructuración, la descentralización y la garantía de buenos servicios públicos.
De igual manera, se priorizaría presupuestariamente al sector educación; de igual manera, al sector salud, la seguridad ciudadana, además de establecerse una reforma judicial y respeto a la propiedad privada, así como la promoción y estímulo a la libre empresa, como la garantía alimentaria. En fin, se podrían realizar y establecer las bases fundamentales y maneras de obtener el progreso, como de hacer posible el bienestar integral que demanda la patria ideal.
Desde luego, ambos procesos tendrían que CONTAR CON EL RESPALDO INTERNACIONAL, y dichos caminos no podrían evitar el rechazo, las artimañas y el recelo pernicioso del régimen. Es decir, en tales casos, se tendrían que realizar los mismos esfuerzos para lograr los respectivos objetivos. Pero, por la vía Constituyentista, la reforma sería total y no estaría limitada a salir del Presidente, como a quedar enganchados con el sumiso Vicepresidente de turno, tal y como lo señala la Constitución.
Además, el proceso Constituyente no estaría controlado por ningún organismo circunscrito a la voluntad del régimen, de acuerdo a la vigente Constitución. Participarían todos los sectores y tendencias ciudadanas como un solo pueblo unido y en paz, logrando la REFUNDACIÓN PROFUNDA Y NECESARIA de la nación.
Los hechos necesarios para que se traduzcan en los cambios que requiere el país, plantean que el proceso constituyente se logra con el mismo esfuerzo. Es el más expedito, conveniente y amplio. Desde luego, lo ideal sería que ambos grupos se UNIERAN, y que, de acuerdo a un esfuerzo conjunto, se pueda obtener un mismo objetivo, con menos obstáculos y con resultados mucho más amplios y convenientes.
Una vez más, la lección de lo inteligente, porque así lo determina la inteligencia en sí misma, es que la realidad plantea la sabiduría que traduce la frase común de que EN LA UNIÓN ESTÁ LA FUERZA.