Covid y crisis económica: habla un médico de Caracas
En Venezuela son los niños los que pagan el precio más alto. Así se lee en el artículo publicado por L'Osservatore Romano
El último World Report Human Rights señala que Venezuela se enfrenta a una grave emergencia humanitaria, junto con una constante erosión de los derechos personales. Una misión de investigación designada por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU (Hrc) ha puesto de manifiesto cómo la pandemia se ha utilizado a menudo como una restricción de las libertades fundamentales, sin que se hayan seguido las medidas de sanidad adecuadas. Por el momento, desde Caracas llegan principalmente noticias relacionadas con el gobierno o actualizaciones económicas que señalan que la economía venezolana, a pesar de una ligera recuperación tras dos años de severa recesión, sigue encareciendo la vida de muchas personas, incluso en lo que respecta a productos esenciales como la leche para los bebés.
Hablando con Alexander Cedeño, médico caraqueño del Hospital Clínico Universitario, especialista en Otorrinolaringología y anestesista de la Unidad de Cuidados Intensivos, nos enteramos de una noticia realmente preocupante, que merece ser contada no tanto por el afán de informar, sino con un espíritu de servicio a cuestiones que siguen siendo demasiado marginales. «En Venezuela -dijo el médico- se está produciendo una crisis humanitaria sin precedentes, y creo que esto es bien conocido. Hay 4 millones de personas que han abandonado el país desde 2014 para huir también de la pobreza y del continuo racionamiento de alimentos y electricidad. El suministro de electricidad y agua sigue siendo limitado en muchas zonas suburbanas, pero todavía con alta densidad de población, sobre todo fuera del Distrito Capital, y el racionamiento afecta al funcionamiento de las instalaciones sanitarias, que están definitivamente colapsadas.
¿Qué noticias llegan de su sector en particular?
Muchos médicos han abandonado el país y nuestro hospital tampoco tiene personal suficiente. Esta situación, junto con la falta de medicamentos y equipos, ha provocado la suspensión de actividades y el cierre de otros departamentos del hospital, que trabajan conjuntamente con nosotros. Sin embargo, la unidad de cuidados intensivos, que ciertamente está en funcionamiento, sigue careciendo dramáticamente de medios primarios y, muy a menudo, de electricidad. Un apagón aquí puede significar la muerte de un paciente. Así fue en 2019, pero ahora mucho más por la infección del covid-19, que ha puesto en evidencia la escasez de respiradores, que venimos denunciando desde hace años, sin ser escuchados.
¿Cuál es la situación de la pandemia en el país?
La situación se agrava en todo el mundo, pero en Sudamérica la gravedad es mayor debido a las perversas políticas emprendidas por varios Estados en materia de vacunas. Yo no limitaría la discusión a mi país, que definitivamente está en problemas, sino a varias áreas, como Brasil, Perú y Argentina. Hablamos a menudo con nuestros colegas de Buenos Aires, y todos estamos muy desanimados, sobre todo por las cifras del número de niños infectados, que corren graves riesgos al no estar vacunados. En este momento hay dos niños en mi pabellón, de 7 y 9 años, y estoy constantemente ansioso, esperando que no haya ningún corte de luz durante estas horas.
¿Los mayores problemas de los niños en este momento están relacionados con el covid-19?
En la mayoría, sí, pero no sólo. Afortunadamente, no hay casos de difteria, como a principios de 2000, pero hay demasiados casos de sarampión e incluso de malaria. Esto debería estar en el centro de los intereses de nuestros gobernantes, pero ninguno tiene la impresión de que sea así (y no me refiero sólo a la pandemia). Parece que toda Sudamérica está llevando a cabo una política que no protege la vida en absoluto, sino todo lo contrario. Por el contrario, también se escucha en las calles que en este momento se está tratando de reducir voluntariamente el número de nuestra población, y la misma impresión se da en Brasil. En septiembre hubo una gran campaña publicitaria, en torno a Caracas, sobre la vacuna para los niños más pequeños, hasta los tres años. Sin ningún interés partidista, que no me incumbe ni me entusiasma, y simplemente con conciencia y escrupulosidad de médico, quiero señalar que la propaganda que les llega a ustedes en Europa no se corresponde muchas veces con nuestra vida real. E incluso si dejáramos de lado el problema de la pandemia, la situación de los niños seguiría siendo decididamente preocupante, como he visto con mis propios ojos en otras zonas alejadas de la capital. Treinta niños y adolescentes que viven en la Casa Familia de la «Fundación Don Bosco», es decir, menores que, por orden judicial, han sido apartados de sus familias de origen por dificultades económicas o violencia, han podido experimentar por fin lo que significa tener un desayuno decente por la mañana o un antibiótico en caso de una simple traqueítis. Esta situación sólo se ha hecho más clara con la pandemia, pero ciertamente no es nada nuevo para nosotros. Nuestra larga colaboración con las misiones de Don Bosco hace que nuestro trabajo, a menudo sometido a una constante frustración por la sensación de impotencia, sea un poco más fácil.-
Dorella Cianci/Vatican News