Iglesia Venezolana

In memoriam MONS. DANIEL LOUREIRO ROSENDE

"Admirado por el clero y fieles de Caracas. En sus últimos años, cargado de méritos y con los achaques propios de la edad, encontró en la Casa Sacerdotal el mejor ambiente para la meditación, la oración y el recibir visitas de familiares, amigos y fieles, donde recibió el mejor trato que le podemos dar a los sacerdotes ancianos", escribe su Eminencia Cardenal Baltazar Porras

Cardenal Baltazar Porras Cardozo:

El 11 de octubre 2022 a las 9.30 de la mañana, expiró en la casa sacerdotal de Caracas, el Padre Daniel Loureiro, benemérito sacerdote quien ejerció la mayor parte de su vida sacerdotal en nuestra patria. Descubrió el rostro amable del padre celestial en la víspera del otro cuestionado descubrimiento. Es deber de gratitud reconocer la bondad, entrega y ejemplo de vida entregada al ministerio presbiteral, distinguiéndose por su amabilidad y muchas horas atendiendo confesiones en la catedral de Caracas.

Había nacido el 29 de enero de 1930 en San Andrés de Vea, provincia de Pontevedra, España. Fue bautizado en su pueblo por disposición de sus padres, campesinos de pura cepa y cristianos a carta cabal. Fue uno de los cuatro hijos del matrimonio de Manuel Loureiro González y Consuelo Rosende Correa. Le tocó vivir una dura niñez por efectos de la guerra civil española. Fue monaguillo del cura de su pueblo, Don Manuel Lago Ferreira, del que conservó una admiración y agradecimiento, pues lo consideraba un avanzado para su tiempo.
A poco de cumplir los trece años comenzó su vida de colegial, en Los Picos, Mondoñedo, regido por los padres pasionistas.

Pasó luego a Guipúzcoa donde le tocó al grupo de gallegos convivir con compañeros vascos, en medio de las penurias de la España de los años cuarenta y de las dificultades propias de las dos culturas y lenguas diversas. Comenzó el noviciado y los estudios posteriores en varios lugares de los padres pasionistas en tierras vasco alavesas. Recibió la ordenación sacerdotal el 21 de marzo de 1954 en la catedral de San Sebastián.

Durante 8 años hasta 1962 ejerció el ministerio sacerdotal en diversos lugares de Galicia y Portugal, en medio de privaciones que llevó bien por su juventud como él mismo contó. Pero su vocación íntima y la de sus familiares era la vida diocesana. Buena parte de su familia había emigrado hacia Venezuela como miles de paisanos gallegos que se radicaron en nuestra tierra. Abrazó la idea de venir a América, también a probar suerte.

Fue destinado por sus superiores al colegio pasionista de Cajicá, en las afueras de Bogotá. A su paso por La Guaira donde hizo escala el buque “Montserrat”, y pudo abrazar a varios de sus familiares que hacía años no veía. El sueño de estar más cerca de ellos, se concretó inesperadamente seis años más tarde en 1968. Fue destinado a volver a España, pero al pasar por Venezuela, entre su hermano y antiguos compañeros pasionistas se quedó en Caracas, atendiendo provisoriamente como vicario interino la parroquia de Antímano.

Lo recibió el Cardenal José Humberto Quintero, y conseguidos los permisos canónicos, pasó a formar parte del clero diocesano de Caracas, donde se quedaría por el resto de su vida.
En el litoral central, perteneciente entonces al arzobispado caraqueño, ejerció como vicario parroquial de Mons. Encinozo en Maiquetía, y luego, como párroco fundador de Las Tunitas.

En 1974, volvió a Caracas, primero como vicario parroquial de Chacao. Desde 1978 hasta su fallecimiento estuvo vinculado a la Catedral de Caracas, como vicario del Sagrario-Catedral, canónigo, notario de la Curia, vice-canciller y canciller, capellán militar y administrador del Capítulo Metropolitano.

El Cardenal Jorge Urosa le consiguió del Papa Benedicto XVI el título de monseñor como premio a su desempeño al servicio de la Arquidiócesis.

Cumplidor de sus obligaciones ministeriales, sencillo y bondadoso de trato, era muy solicitado para confesiones; siempre tenía largas colas de personas devotas que querían ser oídas por él y recibir sus sabios consejos. Guardo el recuerdo de su porte humilde, siempre contento y poco dado a protagonismos.

Admirado por el clero y fieles de Caracas. En sus últimos años, cargado de méritos y con los achaques propios de la edad, encontró en la Casa Sacerdotal el mejor ambiente para la meditación, la oración y el recibir visitas de familiares, amigos y fieles, donde recibió el mejor trato que le podemos dar a los sacerdotes ancianos.

Nos dejó un sencillo folleto “un cura gallego por el mundo” en ocasión de sus bodas de oro sacerdotales (2004), y en hojas escritas a mano una especie de diario personal desde 1956 hasta 2022. Las exequias fueron presididas por Mons. Carlos Márquez, Obispo Auxiliar, concelebrada por los otros obispos auxiliares y un buen número de hermanos sacerdotes, por encontrarme en esos días en su tierra natal, Galicia, portando las reliquias del Beato José Gregorio Hernández. Sus restos reposan en el Cementerio del Este.

Damos gracias a Dios por este santo y fiel servidor, testimonio fehaciente de los misioneros que hicieron de nuestra tierra su querencia hasta la eternidad. Descanse en paz, querido Padre Daniel.

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