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¿Puede haber fórmulas para la fe?

Rafael María de Balbín:

 

En la fe cristiana hay una dimensión personal que no quita que sea también comunitaria. “La fe es un acto personal en cuanto es respuesta libre del hombre a Dios que se revela. Pero, al mismo tiempo, es un acto eclesial, que se manifiesta en la expresión «creemos», porque, efectivamente, es la Iglesia quien cree, de tal modo que Ella, con la gracia del Espíritu Santo, precede, engendra y alimenta la fe de cada uno: por esto la Iglesia es Madre y Maestra” (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, n. 30).

«Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre»  (San Cipriano).

El contenido de la fe no es vago o etéreo, sino que tiene unas afirmaciones precisas. “Y esto tiene importancia. Las fórmulas de la fe son importantes porque nos permiten expresar, asimilar, celebrar y compartir con los demás las verdades de la fe, utilizando un lenguaje común (Idem, n. 31).

La Iglesia de Jesucristo es una sola. “La Iglesia, aunque formada por personas diversas por razón de lengua, cultura y ritos, profesa con voz unánime la única fe, recibida de un solo Señor y transmitida por la única Tradición Apostólica. Profesa un solo Dios –Padre, Hijo y Espíritu Santo– e indica un solo camino de salvación. Por tanto, creemos, con un solo corazón y una sola alma, todo aquello que se contiene en la Palabra de Dios escrita o transmitida y es propuesto por la Iglesia para ser creído como divinamente revelado” (Idem, n. 32).

Desde sus comienzos han existido en la Iglesia formulaciones precisas del contenido de la fe. “Los símbolos de la fe, también llamados «profesiones de fe» o «Credos», son fórmulas articuladas con las que la Iglesia, desde sus orígenes, ha expresado sintéticamente la propia fe, y la ha transmitido con un lenguaje común y normativo para todos los fieles (Idem, n. 33).

“Los símbolos de la fe más antiguos son los bautismales. Puesto que el Bautismo se administra «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19), las verdades de fe allí profesadas son articuladas según su referencia a las tres Personas de la Santísima Trinidad” (Idem, n. 34).

Entre la multiplicidad de símbolos, destacan dos, por su uso en la Liturgia y por su relevancia histórica. “Los símbolos de la fe más importantes son: el Símbolo de los Apóstoles, que es el antiguo símbolo bautismal de la Iglesia de Roma, y el Símbolo niceno-constantinopolitano, que es fruto de los dos primeros Concilios Ecuménicos de Nicea (325) y de Constantinopla (381), y que sigue siendo aún hoy el símbolo común a todas las grandes Iglesias de Oriente y Occidente” (Idem, n. 35).-

(rbalbin19@gmail.com)

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