Opinión

Ricardo Combellas: Un recuerdo de Augusto Mijares

En Venezuela siempre hemos tenido una generación dispuesta a morir por la patria, lo que nunca hemos logrado es una generación dispuesta a vivir para ella. Augusto Mijares

No conocí personalmente a don Augusto Mijares. Mi acercamiento a su figura de historiador proviene de la lectura de sus libros, en especial aquéllos  que dejaron desde mis años juveniles huella en mi ser como ciudadano: Lo afirmativo venezolano, su biografía del Libertador, su ensayo sobre la Evolución política de Venezuela (1810-1960) y sus escritos recogidos en Longitud y Latitud. También tuve un acercamiento espiritual, humano, a la figura de Mijares, a la que me referiré de manera particular en estas líneas.

En mis años de estudiante universitario había escrito una sencilla reseña sobre su biografía del Libertador, donde valoraba positivamente el énfasis que ponía Mijares en una faceta no suficientemente jerarquizada de Bolívar después de Ayacucho, su labor de reformador social, que se manifestó en la emisión de un conjunto de decretos de protección de los sectores desfavorecidos de la sociedad bajo una clara idea de redención y justicia social. Lo cierto es que pasados varios años, en mi condición de profesor de la UCV, recibí de su hija, la también profesora Silvia Mijares, una carta escrita de su pluma y letra por don Augusto, donde me manifestaba de una manera cálida su agradecimiento por las palabras que unos años antes había escrito sobre su mencionada biografía, y que a su entender reflejaban exactamente lo que él quería trasmitir sobre el talante moral y la preocupación social de Bolívar, una actitud por lo demás excepcional en una época donde se reivindicaba la gesta militar del héroe por encima de consideraciones como las enfatizadas por Mijares.

Augusto Mijares ocupa un lugar destacado en la historiografía nacional, dada su insistencia en las lecciones de educación y formación ciudadanas, acordes con un espíritu cívico que debe regir la vida de nuestro pueblo en su condición de ciudadanos. Esta loable misión atraviesa toda su obra y rompe con la tradición contraria, el personalismo político y su faz militarista, que se ha enseñoreado para mal en buena parte de nuestra historia e historiografía republicana. Mijares es un moralista que rescata lo mejor de nuestra venezolanidad y lo plasma en modelos pasados y presentes, vivos y ejemplares desde los años aurorales de la nación.

En estos momentos difíciles del ser nacional, donde la reconstrucción ciudadana y republicana constituyen una tarea prioritaria del nuevo sistema político democrático a construir, las lecciones recogidas en la obra de este reconocido historiador, nos invitan a su lectura como ejemplificación del espíritu cívico que nunca desapareció, gracias a valiosas expresiones humanas a través de nuestra accidentada historia, verdaderos faros de luz que nos ayudarán, no tengo dudas, a retomar el camino abandonado de nuestra profunda y maltratada civilidad.-

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