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Conmemorados 29 años de la primera manifestación de nuestra Señora de mis almas consagradas

 

Marielena Mestas Pérez:

Con vigilias, cantos, misas,  rosarios, oraciones y visitas de peregrinos llegados de diversos lugares del estado Miranda y Caracas fue recordada la primera manifestación de Nuestra Señora de las Almas Consagradas el sábado 6 de febrero de 1993, en horas de la noche, en Carrizal, poblado mirandino.

Grupos de apostolado, sacerdotes diocesanos y de diversas órdenes, religiosas, seminaristas, novicias,  laicos y  vecinos en general, se dieron cita en las diversas actividades organizadas y llevadas a cabo con mucho detalle, orden  y espiritualidad desde la primera vigilia que aconteció el pasado viernes 4.

En la celebración eucarística que tuvo lugar ayer domingo, a las 3:30 p.m. presidida por monseñor Raúl Bacallao, Vicario General de la diócesis, la Madre Graciela González, Superiora de la casa, dio la bienvenida a los presentes y en la monición de entrada recordó el primer mensaje de Nuestra Madre de las Almas Consagradas. En él la Virgen se dirigió a sus hijas, las Siervas de Jesús, y aseguró que quería tocar sus corazones y llenarlos de humildad y sencillez. Les pidió permanecer  en oración y que renovaran el espíritu de fe aclarando que “las cosas del mundo se quedan en el mundo y las que por amor a Dios se hacen, suben elevadas a mi Inmaculado Corazón”. También les dijo: “Os cubro con mi manto. Os tengo en mi corazón”. Con estas palabras terminarán siempre sus manifestaciones que en total alcanzaron a ser 18 entre el día 6 de febrero de 1993 y el 2 de septiembre de 1994.

Fue conmovedor escuchar a la Madre Graciela referir que la Cámara Municipal de Carrizal había declarada por las autoridades locales patrona del municipio. En consecuencia, todos los asistentes, emocionados, aplaudieron al escuchar esta buena nueva.

Posteriormente, monseñor Bacallao compartió una significativa homilía en la que expuso: “La Madre siempre reúne a los hijos y por providencia de Dios las lecturas proclamadas en este quinto  domingo del tiempo ordinario son muy  a propósito para revivir el don que hemos recibido por la imposición de manos, de revivir el día de la primera profesión religiosa. La primera es la importante, sin descalificar las posteriores, pues siempre resalta que así como el llamado de Dios es irrevocable el primer «sí» es el definitivo”.

Pausadamente, recordó a los presentes: “Acuérdate de que tu compromiso fue con Dios y que ese compromiso es para siempre”.

Monseñor bacalao prosiguió resaltando de la segunda lectura, tomada de San Pablo que la “vocación nace en el bautismo: primera llamada a la fe. De allí nacen todas las vocaciones sean sacerdotes, religiosas o laicales. (…) El laicado es, sin duda, la mayoría del pueblo de Dios, de la Iglesia. Y quisiera insistir en el deber que los laicos tienen de orar para que el Señor mande obreros a su mies, que se cosechen muchas buenas vocaciones. Nuestra fidelidad depende mucho de la oración de ustedes. Por  eso se liga esta devoción de la virgen con ustedes: para orar por las vocaciones, perseverancia y fidelidad de aquellos que hemos sido consagrados. Algo que debemos tener claro con los sacerdotes, religiosas y laicos, es que todos hemos sido consagrados al Señor por el bautismo. Y es que sin Él nada podemos hacer.

Necesitamos del señor, que es quien nos da la seguridad. Por la fuerza que viene de Él somos capaces de perseverar, de todo, no por nosotros mismos. Y siempre nos acompaña su mamá, nuestra Virgen y Madre, nunca nos va a faltar. Ella siempre nos repetirá aquellas palabras que le dijo a Juan Diego en el Tepeyac: “¿acaso no estoy yo aquí q soy tu madre?”

Tengamos plena confianza en María, nuestra madre y anunciemos con nuestra vida y ejemplo ese kerigma que nos anuncian en las sagradas Escrituras: Cristo .ha muerto, Cristo ha sido sepultado, Cristo  ha resucitado. Cristo murió y resucitó por amor a nosotros y es  en este mundo sin amor, precisamente, por ese amor que estamos llamados a anunciarlo. Que así sea!”

Una vez concluida la celebración, Fray José Juan de Paz, concelebrante, expuso que esta devoción de las Almas Consagradas nos recuerda y nos lleva a la Eucaristía, pues lleva en su corazón unas espigas de trigo y cada sacerdote debe llevar en su corazón a Cristo que resplandece en nuestra vida y vocación que Él ha hecho en nosotros. Se trata de ser trigo molido que da vida y alimenta al ser humano. El Señor nos hace un llamado a servir, a ser trigo molido para ser fruto y dar fruto con su palabra, con su presencia del Señor y al mismo tiempo vivirla y compartirla e irradiar esa presencia del Señor con nuestra existencia. Nuestra Madre nos hace un llamado a tener presente eso y llevar eso: a llevar como centro de nuestra vida al Señor quien se entrega para dar vida a los demás y así tiene que ser nuestra vida consagrada”.

Esta hermosa e importante devoción mariana nos convoca a orar como bautizados que somos todos: presbíteros, religiosas y laicos. El llamado es a permanecer unidos en oración unos por otros, a vivir una vida humilde, sencilla, llena de fe, a elevar el corazón a Dios y ofrecer reparaciones para que de nuestras vidas, de Venezuela, del mundo, salgan la confusión, las tinieblas y tatos peligros que a diario nos acechan. Permanezcamos en oración constante para que al final su corazón inmaculado triunfe. ¡Así sea!

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