El gazapo del dictador
Noel Álvarez*:
Para los turistas que paseaban por las tranquilas calles de Minsk, Bielorrusia, todo era felicidad, pero, de pronto, vieron mucha gente desnuda en las calles. Este insólito hecho ocurrió a raíz de una orden de Lukashenko. El gobernante de Bielorrusia exhortó, en junio del 2016, al pueblo a desvestirse en una alocución en la que quiso expresar otra cosa y terminó provocando que sus trabajadores asistieran desnudos al trabajo. Esa «orden» fue dada por el mandatario durante su discurso en la Asamblea Popular, donde pedía la ayuda del pueblo para superar la crisis económica que enfrentaba el país, pero incurrió en un gazapo que trajo consecuencias. En medio del discurso, confundió la palabra «desarrollar», con «desvestirse», palabras que en bielorruso son muy similares.
«Innovación, tecnologías de la información, privatización de datos, todo está claro. Las hemos conquistado todas. Pero en realidad todo es muy simple, debes desnudarte e ir a trabajar hasta sudar», dijo Lukashenko durante su discurso. «Debes desnudarte», sonó mal y, según explicaron los diarios The Guardian y The Mirror, el presidente bielorruso se refería a desarrollarse internamente. Esto generó que cientos de bielorrusos acudieran desnudos a sus centros de labores. Además, usaron las redes sociales para publicar las fotos donde personas de diferentes edades y profesiones estaban, en sus trabajos, desnudos o con poca ropa.
Durante su gestión, Lukashenko ha detenido, torturado y fusilado a diversos opositores, por lo que es conocido como el último dictador de Europa. Es difícil imaginar que un régimen como el de Lukashenko haya podido subsistir sin un fuerte aparato represivo. El presidente bielorruso se ha asegurado la longevidad de su mandato mediante el control de las élites, la supresión del activismo y la opresión de la oposición. Lukashenko, al igual que otros dictadores, prepara a su hijo, menor de edad, para que lo sustituya en el cargo.
La oposición vive cómoda y con muchos negocios fuera del país dando órdenes a los militares para que depongan al dictador, pero los castrenses están atornillados y el sospechoso, sin ningún juicio real, recibe un tiro en la nuca. Lukashenko puede presumir de ser el gobernante que más tiempo lleva en el poder, 28 años, de toda Europa. Para descifrar los secretos de esta perdurabilidad, es preciso atender a una serie de factores interrelacionados que siguen siendo efectivos dos décadas y media después.
El carácter autoritario del líder bielorruso se ve plasmado en la represión sistemática a la que está sometido su régimen; no hay espacio para opiniones disidentes y las elecciones son fraudulentas. Se explica así el número de exiliados políticos y de ciudadanos, en su mayoría jóvenes, que quieren abandonar el país. Sin embargo, la estabilidad económica, lograda a través de la colaboración rusa, y la protección social que provee el Estado, han hecho que el dictador reciba el respaldo de diversos sectores de la ciudadanía.
El apoyo incondicional de las élites queda prácticamente garantizado con las personas de confianza del presidente a las que otorga un puesto privilegiado en diferentes organismos claves del Estado, como la policía que reprime y persigue brutalmente a los opositores, los militares, con quien comparte los negocios en la riqueza del Estado, la comisión electoral con números alterados, el Ministerio del Interior o la KGB, la agencia de seguridad e inteligencia bielorrusa, que heredó el nombre de la antigua agencia soviética.
En el régimen autoritario bielorruso el orden es dogma de fe, no hay cabida para la oposición democrática y se sigue aplicando la pena de muerte, solo para los varones, cuyo método es un tiro en la nuca en el sizo número 1. Una vez cadáver, el cuerpo del reo se hace desaparecer y no se devuelve a sus familiares. Estos no tienen el derecho a enterrar a sus seres queridos. Amnistía Internacional calcula que se han producido unas 400 ejecuciones desde la independencia de Bielorrusia en 1991.
Según la Constitución bielorrusa, los posibles motivos de la condena a muerte son el terrorismo, el asesinato de un cargo estatal, el homicidio premeditado con agravantes, el genocidio, la conspiración contra el poder del Estado, el sabotaje, el asesinato de un policía o la traición conectada con el homicidio, entre otras causas. Las mujeres están exentas de la pena de muerte, así como los menores de 18 años, los mayores de 65 y los enfermos mentales. La pena máxima para las mujeres es de 25 años, motivo por el que Bielorrusia es el único país del continente al margen del Consejo de Europa.
Por lo visto, Venezuela no es el único país donde ocurren todos los casos anteriormente descritos, pero hoy en día, nuestro continente tiene otro motivo de preocupación, la república de Colombia, nación hermana, con quien compartimos miles de kilómetros de frontera, se encuentra en un tris de caer en las garras del comunismo, por decir lo menos. Compadezco a los compatriotas que se establecieron allí. Huyeron de Venezuela, escapando de las tropelías de un régimen autoritario y en busca de un mejor futuro familiar, sin embargo, pareciera que el largo y despiadado brazo del comunismo, tiene sus números agendados.
*Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE
Noelalvarez10@gmail.com