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Las barbas en remojo

Como laico no puedo callar ante la infamia que se comete contra el papa emérito Benedicto XVI

Ricardo Gil Otaiza:

 

Como laico no puedo callar ante la infamia que se comete contra el papa emérito Benedicto XVI, una infamia que tiene como eje a sus propios paisanos y hermanos de la Iglesia alemana, a la que se han unido otras para acallar su autoridad moral, para enlodar su prestigio personal e intelectual, para trastocar su santidad poco antes de su pase por la oscura puerta de la muerte.

Quienes hemos seguido con algún interés la trayectoria de Joseph Ratzinger, antes de convertirse en el papa Benedicto XVI, conocemos su pensamiento, los meandros de su espíritu, la sutil armonía entre su portentoso intelecto de teólogo, filólogo y filósofo, y su calidez humana. A comienzos de su pontificado, quienes solemos leer entre líneas, advertimos lo que podría suceder de continuar el acecho globalista contra el Papa: su renuncia.

Ya en su primera homilía, investido como sucesor de San Pedro, Benedicto XVI lo dejó caer como aguda advertencia (tal vez premonición): “Rogad por mí, para que, por miedo, no huya ante los lobos.” Todos sabíamos a quiénes se refería con eso de “los lobos”, y atentos estábamos ante sus crueles embates traducidos en un escándalo tras otro, en acoso mediático (esa “mala prensa” que Ratzinger ha tenido desde siempre), en infiltrados en su propio entorno que logran sacar a la luz pública documentos confidenciales propios de su magisterio para hacerle daño, para acorralarlo, para chantajearlo, para impedir que desde su férrea voluntad fuera el garante de la Iglesia, de la auténtica Iglesia; para evitar que continuara con su empeño por deslastrarla de pederastas; de bestias con piel de oveja.

A los enemigos no les bastó que Benedicto XVI dejara el trono, porque su presencia luminosa se ha erigido desde su renuncia en fiel de la balanza, en poder moral, en garantía de una Iglesia unida, limpia, deslastrada de las bajas pasiones que minan sus bases. Ellos saben que la renuncia fue una jugada maestra del viejo Pontífice, quien se hundió en la soledad de su claustro para reflexionar y desde su silencio y sencillez hablar a un mundo desbocado, retorcido, que ha perdido su norte.

El papa emérito Benedicto XVI es pieza clave de nuestro mundo, ellos (sus adversarios) saben de su enorme autoridad y prestigio universal, y ansiosos estaban en buscar la ocasión para destruirlo, y la hallaron en bandeja de plata. El dardo envenenado le llega al anciano Papa retirado desde su ya olvidada gestión como arzobispo de Múnich entre 1977 y 1982. El bufete de abogados contratado por la arquidiócesis para investigar los casos de abuso sexual en los últimos cuarenta y cinco años, requirió de parte de él algunas precisiones, y por un error no intencionado Benedicto XVI negó que hubiera estado presente en una reunión en donde presuntamente se trataron los casos de cuatro sacerdotes involucrados en escándalos sexuales durante su gestión. Ahora que el bufete da a conocer los resultados de las indagaciones, se acusa al exprelado de haber mentido y de inacción frente a tales situaciones.

La respuesta de Benedicto XVI nos llega por la vía de una carta personal y de un detallado informe técnico, en donde expertos en derecho canónico desactivan con precisión y tino (como quien desmonta una bomba de tiempo) cada una de acusaciones que buscan incriminarlo de inacción y complicidad.

Por supuesto, la respuesta de parte de Benedicto XVI, en la voz de su Secretario, el arzobispo Georg Gänswein (recordemos que debido a sus problemas de salud y a su longeva edad su voz es inaudible), es propia de quien está más allá del bien y del mal, expresa su profunda “vergüenza y dolor” frente a las víctimas de abuso, y en un acto de gran humildad pide perdón a las víctimas en nombre de la Iglesia. Sin embargo, niega con fuerza y convicción haber tenido conocimiento de los casos de los sacerdotes incriminados y, mucho menos, que los haya ocultado o encubierto.

Si bien, quienes conocemos de la hondura intelectual y espiritual de Joseph Ratzinger, quedamos satisfechos y firmes con sus respuestas, ya que están en correspondencia con la transparencia de una vida entregada por entero a Dios y al servicio de la Iglesia, erigiéndose en guardián de la fe y en defensor a ultranza de la doctrina, sabemos que no frenarán a sus poderosos detractores. Es más, irán con mayores ímpetus por su cabeza. Los globalistas externos y del interior de la propia Iglesia, no descansarán hasta verle el hueso, y de seguro sus acciones y maquinaciones rebasarán los límites de la presencia física de su víctima. El punto es borrar su legado de la faz de la Tierra, porque les estorba; porque entorpece sus planes.

A pesar de la guerra mediática desatada, en donde las redes sociales se han erigido en tribunales, utilizándoseles para atacar con inquina al Papa Emérito, en el fondo me alegra que este escándalo se haya desatado en vida de Benedicto XVI, porque más allá del dolor que todo esto le haya causado a su espíritu sensible, y de la profunda decepción que sentirá de su “propia gente”, la providencia le permitió dejar sentada su inocencia y su auctoritas.

Ojalá que este caso permita que se abra el espectro en todas las diócesis y arquidiócesis del mundo, para que se revisen y se miren al interior. Que todas pongan sus barbas en remojo, y que no sea Benedicto XVI el chivo expiatorio de una Iglesia tan compleja como su historia.

rigilo99@gmail.com

 

Profesor Titular (J) de la Universidad de Los Andes, autor de 36 libros en distintos géneros, Miembro Correspondiente Nacional de la Academia Venezolana de la Lengua e Individuo de Número Sillón 5 de la Academia de Mérida.

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