El Planeta de los Simios
La invasión que está haciendo Putin de un país independiente es una declaración de guerra contra la humanidad
Gustavo Coronel:
En la película así llamada, Charlton Heston, es un astronauta cuya nave se ha estrellado en un planeta habitado por simios. Logra escaparse de sus captores y llega, en su fuga, al final de una playa donde se encuentra ante la estatua de la libertad semi-sepultada en la arena. Al verla comprende lo sucedido y grita desesperado: “Malditos…. Lo hicieron, lo hicieron”. Se encuentra con que su viaje, en el espacio y en el tiempo, ha terminado en su mismo planeta Tierra, ahora en manos de los simios, la especie humana ya exterminada por una guerra nuclear.
Esta mañana he visto las noticias en la televisión sobre la invasión de la Rusia de Putin a Ucrania, en la cual ya hay víctimas militares y civiles y sobre la cual Putin ha dicho: “Quien interfiera con mi acción sufrirá consecuencias inimaginables, nunca antes experimentadas”. No hay dudas de que el dictador comunista está amenazando con una guerra nuclear, en la cual desaparecería la especie humana. Probablemente solo quedarían vivos pequeños grupos, entre ellos quienes la han hecho posible, quienes podrán refugiarse en edificaciones subterráneas construidas de antemano, llenas de alimentos, agua y vodka para durar meses o años, en espera que las radiaciones pierdan su virulencia y puedan salir de nuevo al aire libre, eso sí, condenados a ser mutantes. Eso no le importa a Putin, para quien todo cambio radical de su fisonomía sería una mejoría.
El complejo de inferioridad, el resentimiento de los extremistas saturados de ideologías animadas por el odio, es la causa que puede llevar la humanidad a su extinción. Representa una versión mortífera y en escala planetaria de aquellas canciones de Julio Jaramillo, en las cuales el amante despreciado, cuchillo en mano, exclamaba: “si no eres mía no serás de nadie”, reacción propia de una cursilería ignorante y primitiva.
Vladimir Putin es un hombre solitario y profundamente acomplejado que pretende restaurar la derrumbada Unión Soviética por medio de la fuerza bruta, como matón de barrio que invade a la fuerza al vecindario sin darse cuenta que el vecindario no desea ser parte de esa unión y que sus lazos son con el resto de Europa.
La invasión que está haciendo Putin de un país independiente es una declaración de guerra contra la humanidad.
Es doloroso ver que sus cómplices y simpatizantes pertenecen todos a una fauna de relativamente reciente factura: el populismo. No están enlazados por una ideología tradicional, la cual sería fácil de catalogar como izquierda o derecha. Estos cómplices incluyen miembros de ambos extremos ideológicos, entre otros el presidente Bolsonaro del Brasil (extrema derecha), el payaso ignorante Nicolás Maduro de Venezuela (extrema izquierda), el ex-presidente de USA Donald Trump (extrema derecha), el autócrata húngaro Víctor Orban (extrema derecha), Erdogan de Turquía (extrema derecha), la pandilla de Cuba (extrema izquierda), el títere de Bielorrusia, Lukasehenko (perro faldero de Putin). Estos líderes dicen profesar ideologías diferentes, pero comparten el denominador común del populismo, es decir, el ansia de poder absoluto, sin que les importen mucho las maneras de conservarlo. Estos pandilleros son generalmente narcisistas, inescrupulosos en sus métodos para llegar y permanecer en el poder. Unos, como Bolsonaro, pasarán a la historia como destructores de la naturaleza, en su caso la Amazonia. Algunos como Maduro son dictadores de opereta aferrados al poder para no ser llevados a prisión. Otros como Trump, son capaces de urdir las mayores mentiras, echar mano de cualquier estratagema o acercarse a cualquier aliado que les permita obtener alguna ventaja para llegar y permanecer en el poder.
Además de estos miembros de la cofradía populista estructurada en torno a Putin no hay dudas de que en el corto plazo se unirán al grupo el carnicero de Corea del Norte, la pareja macabra de Nicaragua y la triste “revolución cubana”.
En los Estados Unidos, país visto tradicionalmente como el baluarte de la democracia y la libertad y como campeón de las democracias en peligro, ha aparecido un fenómeno que no hubiéramos creído posible, el apoyo a Putin de algunos líderes políticos estadounidenses como parte de su oposición al gobierno actual. Trump y algunos de sus seguidores consideran que la invasión a Ucrania ha sido posible por los errores del presidente en ejercicio y no tienen nada que ver con razones históricas rusas o la actitud belicista de Putin. Trump ha dicho que lo de Ucrania no hubiera sucedido si él hubiera sido presidente, ya que él era muy amigo de Putin, olvidando que él se mostró sumiso ante Putin, llegando hasta a creerle más que al FBI.
Líderes de la oposición en el congreso estadounidense como Mitch McConnell dicen que la retirada de USA de Afganistán es lo que ha dado origen a la acción de Putin, sin mencionar que esta retirada había sido una decisión ya tomada por el presidente Trump. Otras figuras republicanas como Mike Pompeo, Charlie Kirk, J.D. Vance y María Bartiromo critican a Biden por lo que está sucediendo y no a Putin. En la TV de oposición (FOX NEWS), el comentarista Tucker Carlson se ha convertido en el campeón de Putin, diciendo que él no ha hecho nada a los estadounidenses para merecer rechazo alguno y que lo de Ucrania es “solo una disputa sobre fronteras”, mostrando mucho cinismo.
Afortunadamente, uno de los líderes del partido republicano, el senador Lindsey Graham, ha reaccionado vigorosamente en contra de Putin, a quien llama asesino y ladrón y contra quien ha pedido sanciones personales.
La invasión de la Rusia de Putin a Ucrania es una amenaza para la humanidad, como lo fue la acción agresora de Hitler en 1939. Me aterra la posibilidad de una guerra nuclear, como la que forma parte del discurso insensato de Putin y, lamentablemente, pienso que esta guerra tiene probabilidades de ocurrir debido al irresponsable populismo y narcisismo de Vladimir Putin. En Rusia, por cierto, miles han sido apresados por protestar la acción de Putin.
Hoy, como nunca, es necesario aferrarnos a los principios de libertad, democracia y dignidad frente a la barbarie de Putin y su pandilla de aliados internacionales.–