Con mucho dolor
Mons Fernando Castro Aguayo:
Sin duda pasan muchas cosas muy dolorosas porque atentan contra el ser humano: niños, niñas y adolescentes; personas vulnerables, gente inocente. Basta señalar dos hechos: uno muy conocido y otro muy silenciado.
Por una parte, la guerra en Ucrania. Es pavoroso escuchar los relatos de compañeros y amigos que han sufrido la guerra. La guerra es el fracaso del reconocimiento a la dignidad humana; la guerra es la incapacidad del hombre de dejar de lado sus ambiciones para pensar en el prójimo; la guerra es el fracaso de la capacidad de razonar y de dialogar. Es el hombre contra el hombre.
Enardece pensar que la guerra además es una industria económica: un gran negocio. La producción de armamentos es algo que pareciera una carrera entre los poderosos, siempre con jugosos intereses económicos por debajo. Escuchar a veces decir: -en tal guerra se experimentó tal armamento, es sencillamente avasallador por parte de unos poderosos.
El otro hecho muy silenciado fue que la primera causa de muerte en el año 2021 fue el aborto: cerca de 43 millones de niños fueron abortados. Hoy quienes debieran luchar por los derechos humanos quieren que el aborto se decrete como un derecho humano. Es una libertad arbitraria que se impone ante la sociedad para hacer ver el aborto como algo que pertenece a la naturaleza humana, como algo digno.
Ya Juan Pablo II dijo que el primer derecho humano era la vida. Y que el principal atentado contra la paz era el aborto, porque se atenta contra la vida del hombre no nacido, indefenso. Indigna pensar que unos pocos magistrados en Colombia acaban de legalizar el aborto hasta las 24 semanas: un pueblo que ama a los niños y ve en ellos una bendición. Es un avasallamiento legal.
El remedio está en las personas, en su integridad, en sus ideas sobre la primacía por encima de todo de la dignidad de las personas. Personas con convicciones: ahora toca el dolor, pero el fruto de la rectitud e integridad es edificar un mundo más justo y humano. Esto siempre es un desafío. Y la fe en Dios robustece esas convicciones.-
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