Craig Whitlock: “Ucrania va por el camino de Afganistán, Putin no sabe cómo acabará esto”
Este reportero estrella de “The Washington Post” acaba de publicar un libro con los secretos de la guerra contra los talibanes, en la que “todos los presidentes mintieron”
“The Washington Post” libró una batalla de tres años contra el Gobierno de EE UU para acceder a miles de documentos que probaban que todos mintieron sobre la guerra en Afganistán. Aquel material tan sensible, recogido por la propia Administración para entender qué había pasado, fue finalmente aireado en el diario en 2019. Uno de sus reporteros estrella, Craig Whitlock, publica ahora en castellano “Los papeles de Afganistán” (Crítica), cuyo título evoca otra cruzada por sacar a la luz los secretos del Pentágono en la guerra de Vietnam. La conclusión principal es que nadie dijo la verdad sobre un conflicto que duró 20 años y que acabó en agosto del año pasado con una retirada desastrosa en la que murieron 13 soldados.
-Los estrategas militares dicen que no hay que meterse nunca en un conflicto sin tener un plan de salida. Pasó en Afganistán y Ucrania va por el mismo camino.
-Totalmente. No creo que Putin sepa cómo va a acabar y, si tiene un plan, desde luego no es evidente. Da la impresión que esto va a empeorar mucho a corto plazo.
-¿La opinión pública estadounidense está implicada en esta guerra en Europa?
-Hace un año y medio le habría dicho que no. Mike Pompeo, el ex secretario de Estado de Trump, ya dijo que a los americanos Ucrania les importaba un pimiento. Pero tengo que decir que la opinión pública está demostrando una empatía grande y un gran rechazo a los rusos. Es una guerra muy presente en las redes sociales y está captando mucha atención. El presidente Biden llevaba semanas, meses, alertando sobre lo que iba a pasar. En ese sentido, los americanos han hecho un gran trabajo para que Putin no encontrara una excusa para la invasión. Es que ni siquiera se ha inventado una.
-Parece que con Rusia ha funcionado la Inteligencia que falló durante la retirada de Afganistán.
-Así es y creo que hay varias causas. EE UU es muy eficaz en todo lo que tiene que ver con la Inteligencia que extrae de satélites. Han podido ver literalmente cómo los rusos se aproximaban a la frontera, casi podían contarlos uno por uno. En cambio, en Afganistán no supieron medir la voluntad del pueblo de luchar, la profundidad de la corrupción, el pulso de la opinión pública… Nunca lo entendieron. Ha sido un país mucho más difícil de leer y de descifrar. Son escenarios opuestos.
-¿Quién ha mentido más sobre la guerra de Afganistán?
-Ni Bush, ni Obama, ni Trump dijeron la verdad a los americanos. Es la principal conclusión del libro y de los documentos que obtuvimos. No es una cuestión de opinión, está basada en informes que recogen sus propias palabras. La mayoría de los que participaron en esas entrevistas lo hicieron bajo anonimato, nunca pensaron que sus comentarios los iba a leer algún día la gente, así que, por una vez, fueron sinceros. En mi periódico recogimos todo ese material para poder decir que todos los gobiernos, sin excepción, mintieron sobre cómo iban las cosas. La gente se enfadó muchísimo al leerlo porque está todo negro sobre blanco.
-¿Quién sabía de verdad lo que estaba ocurriendo?
-Fue una guerra tan larga que hay muchos nombres de las tres Administraciones, desde el comandante en jefe, que en mi país es el presidente, para abajo. También en el Pentágono y el Departamento de Estado. Es que lo admiten literalmente: no sabían lo que estaban haciendo. Un general que trabajaba en la Casa Blanca y al que llamaban el “zar” de la guerra en Afganistán, Douglas Lute, reconoce en su entrevista que no tenían conocimiento real del país y se llega a preguntar si todas las pérdidas de vidas de soldados fueron en vano. Es alucinante oír eso de alguien que estaba al mando.
En la Administración Bush también hubo un diplomático, Richard Boucher, que dijo lo mismo: no tenían claro quién era el enemigo. Dijo que al principio fueron para luchar contra Al Qaida, pero luego se vieron metidos en una guerra contra los talibanes cuando estos comenzaron a devolverles el fuego. Todavía no me lo creo. Cada año decían que iban a ganar, que estaban progresando. Aunque claramente sabían que era todo lo contrario.
Craig Whitlock FOTO: MARVIN JOSEPH THE WASHINGTON POST
-¿Cree que muchas de esas fuentes llegaron pensar que era una guerra injusta?
-Odio decirlo, pero sí. Fue un error gigante ya desde la era Bush. Digamos que desdibujaron la línea de separación entre lo que eran Al Qaida y los talibanes. Al principio esto era comprensible porque Ben Laden se cobijaba allí, pero es que el grupo terrorista ya estaba fuera del país en marzo de 2002. Aun así, la guerra continuó. Donald Rumsfeld los puso a todos bajo la misma etiqueta: todo aquel que disparara contra los americanos era un terrorista. El problema es que entonces no defines a tu enemigo ni sus motivaciones. Al final la OTAN se vio involucrada en una guerra civil entre muchas facciones.
-Todos pasaron a ser “los malos”.
-Así los llamaban, en general. Y luego llegaba el soldado y preguntaba que quiénes eran. No llevaban uniforme. Hasta en el Pentágono había memorándum en los que Rumsfeld reconocía, dos años después de que empezara la guerra, que “no tenía visibilidad sobre quiénes eran los malos”.
-Y eso que se suponía que era el más listo de todos.
-Ja, ja, sí. Ni siquiera él podía discernir quién era el enemigo. No me extraña que tuviéramos problemas. Suena muy básico, pero si no puedes definir a tu rival estás en un lío.
-Es muy interesante eso que cuenta de que algunos se dieron cuenta de que habían violado las normas de la guerra de los talibanes: cuando eres derrotado, haces la paz con el vencedor.
-La lista de las guerras y las batallas en la historia del país es tan larga que se convirtió casi en una tradición para sobrevivir el hacer alianzas nuevas constantemente. Nunca había una clara división entre ganadores y perdedores. Creer que habían derrotado a los talibanes para siempre en diciembre de 2001 fue otro enorme fallo.
-Nunca contaron con ellos para la reconstrucción.
-Es que fueron excluidos desde el principio. En la primera cumbre para redactar la Constitución invitaron a todas la facciones menos a ellos. Eso hizo inevitable que volvieran. No eran un grupo terrorista con efectivos limitados como Al Qaida. Por muchas brutalidades que hubieran hecho, muchos afganos los apoyaban y odiaban a la Alianza del Norte y los señores de la guerra.
-¿Cree que la sociedad americana no podía encajar la verdad?
-Siempre es muy difícil que un político reconozca lo que está ocurriendo, tienden a decir lo que la gente quiere escuchar. Pero es que en el caso de la guerra afgana, a diferencia de lo que pasó en Vietnam o Irak, había un consenso enorme a favor. Entendían que se trataba de un acto de autodefensa tras el 11-S. Hasta Irán o Rusia ofrecieron su apoyo. Los americanos pensaban que habíamos ganado esta guerra justa muy poco después de que comenzara. A partir de ahí, ¿quién iba a atreverse a reconocer que estaban perdiendo la acción más justificada desde Pearl Harbor? Resultaba casi imposible. Era mucho más fácil seguir con la ceremonia de la confusión.
-¡Durante 20 años!
-Sí, sé que resulta increíble, pero creo que esa fue la razón. Hasta los europeos seguro que pensaban que todo había acabado. Obama prometió que se irían antes del final de su mandato, que ya no estaban entrando en combate. Todo por no admitir la verdad.
-También denota falta de interés, ¿no? Usted recoge en el libro que Bush ni sabía el nombre de su comandante en Afganistán.
-Todavía sigo en shock desde que leí eso en los papeles. Es verdad que podía haber desidia, pero, sobre todo, arrogancia. Creía que estaba todo hecho y se centró en Irak. Y los últimos nueve años el Gobierno, deliberadamente, desvió la atención del tema. Eso hacía más fácil para los periodistas entrevistar a líderes talibanes que a comandantes americanos o de la OTAN.
-¿Tampoco había quejas en su país sobre el enorme gasto en Afganistán? Habla de 143.000 millones de dólares, mucho más que el Plan Marshall.
-Eso sí que tiene muy enfadada aún a la opinión pública. Ven todas las necesidades que hay aquí y no lo entienden. Sobre todo porque no hay forma de defender que tan descomunal inversión hiciera ningún bien. Después de todo, los talibanes están otra vez en el poder y muchas de las infraestructuras, escuelas, están destruidas. Trataron de ganar con dinero una guerra que perdían. No había estrategia. En especial con Obama: creían que cuanto más dinero gastaran, más afganos iban a apoyar a su Gobierno. En realidad, ese dinero solo enriquecía a las elites corruptas y cabreaba más al pueblo. Lo empeoraba todo.-